sábado, 10 de enero de 2009
Déjà vu
Enterrad mi corazón en Palestina
Al mismo tiempo que gran parte de la población mundial permanece hipnotizada por el Mundial de fútbol, convertido en un espectáculo universal gracias a una cobertura sin precedentes de los medios de comunicación de todo el planeta, el ejercito israelí continúa derramando una lluvia de bombas y de misiles sobre la franja de Gaza donde los palestinos están siendo aniquilados como piojos en una operación que parece no tener otro fin que el genocidio de un pueblo.
Me viene a la mente lo ocurrido el 29 de diciembre de 1890 en Wounded Knee. Aquel día unos trescientos indios lakotas –hombres desarmados, mujeres, ancianos y niños-, fueron masacrados por el Séptimo de Caballería. Poco antes, no lejos de ahí, en Standing Rock, el jefe Toro Sentado había muerto de una bala en la cabeza cuando la policía india intentaba detenerle y poner fin a una manifestación de la misteriosa “danza de los espíritus”. Wounded Knee simboliza la conclusión de las denominadas “guerras indias”. La frontera del Oeste desapareció en 1890 y los indios, como los en otros tiempos abundantes búfalos de las praderas, fundamento de su economía y de su cosmología, se convirtieron entonces en una especie en real peligro de extinción. Solamente una pequeñísima parte sobreviviría en las reservas.
Los judíos, otrora víctimas del mayor crimen contra la humanidad que se recuerde, son ahora verdugos de un pueblo que no reclama más que el derecho a vivir en las tierras que le pertenece, el derecho a una vida digna. El hecho histórico del holocausto judío no les autoriza moralmente a convertirse en verdugos ni a dar riendas sueltas a su sed de venganza. El Estado de Israel desobedece las resoluciones de la ONU, ignora las convenciones internacionales y cierra los ojos ante la tragedia humanitaria con el apoyo explícito de la mayor potencia militar, la desidia de Europa y la rabia impotente del mundo árabe.
¿Desaparecerá el pueblo palestino como desaparecieron los indígenas norteamericanos como pueblo? ¿Serán condenados al exilio y obligados a refugiarse en las demás naciones árabes? ¿Serán confinados a una reserva desértica donde perecerán de desesperación una vez quebrado su espinazo moral y su dignidad como pueblo?
La excusa de la actual invasión de la franja de Gaza es el secuestro de un militar israelí. Pero Israel mantiene en sus cárceles a miles de presos palestinos, cientos de ellos menores de edad, sin juicio o condenados en juicios que no respetan el derecho internacional. No, el secuestro del cabo israelí ha sido sólo una excusa. Una operación militar de esa envergadura no se puede preparar de la noche a la mañana, sino que obedece a una estrategia concebida previamente.
Decenas de parlamentarios y de ministros palestinos, elegidos democráticamente por el pueblo palestino en las elecciones más limpias que se han celebrado nunca en el mundo árabe, han sido detenidos y muchos de ellos serán acusados de terroristas por la justicia israelí.
La desfachatez, la arrogancia, la prepotencia, la impunidad, la crueldad del Gobierno israelí no conocen límites y parece que ni Europa, ni China, y mucho menos USA, hacen nada por ponérselo.
En su origen griego, la palabra “diablo” puede ser traducida como “división, separación”, “lo que divide y enfrenta”. Es paradójico que la Tierra Santa de tres religiones se haya convertido en el territorio en el que el Diablo anda suelto.
Mientras tanto, la campaña de desinformación continúa. El mundo “civilizado” sigue inmerso en su orgía de consumo (el pan) y extasiado con el Mundial (circo). Pan y circo es lo que los poderes ofrecen a las barrigas infladas y a las mentes obnubiladas mientras un pueblo perece en la desesperación, el horror y la ignominia.
El corazón y la conciencia de la Humanidad están siendo enterrados en Palestina, pero ahora nuestra mayor preocupación es ¿quién ganará el Mundial, Francia o Italia?
Dokushô Villalba
8 Julio 2006
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