domingo, 11 de enero de 2009

Acerca del “antisemitismo"_I

Sobre la guerra psicológica.

Por Adrian Salbuchi (*)

La discriminación por motivos de raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión pública, posición económica, condición social o caracteres físicos, es un flagelo que debe ser combatido por toda la Sociedad y con todos los elementos a su alcance. Que en una nación civilizada hombres y mujeres se vean segregados, agredidos o acosados por tales motivos es, sencillamente, inaceptable.
Claramente, la mejor manera de combatir la discriminación en todas sus formas es con más educación y mayor concientización entre la opinión pública para que pueda mantenerse siempre alerta no solo ante manifestaciones flagrantes y burdas de discriminación, sino también ante casos más sutiles y, por ello, más corrosivos. Éstos últimos suelen basarse en falacias y distorsiones expresadas con gran hipocresía, a menudo encubriendo y soslayando los objetivos e intereses que persiguen determinados grupos y organizaciones.
Cabe señalar también que si en toda comunidad es importante que ninguna minoría sea discriminada por la mayoría, no menos vital resulta que esa mayoría no caiga victima de la discriminación y agresión perpetrada por alguna minoría poderosa. […]
[…] Dentro de este marco, el presente ensayo aborda uno de los fenómenos más complejos, confusos y distorsionados sobre el que mucho se declama pero poco se entiende: el así-llamado “antisemitismo”.

A modo de introducción

Los avances tecnológicos aplicados a las comunicaciones y a los medios de difusión, han hecho que éstos cobren un poder sin precedentes en la historia humana.
El efecto conjunto y la retroalimentación mutua de los medios de difusión masiva – prensa gráfica, radio, televisión, Internet y otros – hoy permite formar, influir, y también deformar, la percepción colectiva de la realidad en todos los ámbitos de la vida. Esto lo podemos comprobar en los campos de la política, la economía, las finanzas, la sociología, la cultura y la religión, dónde se observa un amplio y creciente trastrocamiento de fundamentales valores éticos y morales, como así también en los usos, buenas costumbres e idiosincrasia de los pueblos del mundo.
Como todo proceso de acción psicológica – pues de ello se trata – su implementación y dinámica han sido graduales, a fin de lograr creciente acostumbramiento en la comunidad, teniendo objetivos a largo plazo que abarcan generaciones enteras. Visto en su conjunto, el pasado siglo XX da elocuente testimonio de lo indicado, cuando observamos los profundos cambios experimentados a lo largo del mismo. […]
[…] Destacamos que muchos aspectos de la acción psicológica colectiva promovida desde los medios de difusión – que a menudo cobra características de terrorismo intelectual reminiscente de las más crudas épocas de estalinismo soviético – conforma una suerte de sorda guerra psicológica librada contra la salud mental de los ciudadanos, ergo, contra la psicología colectiva de nuestro pueblo. Algunos la han dado en llamar “guerra discreta con armas silenciosas”
Como decimos, este fenómeno no es casual ni espontáneo. Obedece a claros objetivos e intereses, las más de las veces no explicitados, por cuanto quiénes los promueven bien saben que si hablaran llanamente, quedaría desenmascarado el hecho de que sus metas tienden a debilitar la fibra espiritual de nuestra comunidad, desmoralizar a amplios sectores de nuestro pueblo, confundir a nuestra juventud y corromper las costumbres. […]
[…] De ahí que bien pueda comprenderse que esta guerra psicológica de alcances planetarios se libre silenciosamente, desde “detrás del telón”, como lo expresara magistralmente hace ya más de un siglo Benjamín Disraeli, aquél gran primer ministro de la británica reina Victoria.
Sirva esta breve introducción para fijar el marco conceptual dentro del cual abordaremos el tema que nos ocupa: el así llamado “antisemitismo”.

La acción psicológica

A la acción o guerra psicológica – también conocida como “propaganda” –, se la puede identificar según un conjunto de características que delatan una clara metodología encaminada a persuadir y convencer a algún sector de la población, o a toda ella, respecto de lo buena o mala que es alguna idea o propuesta, a fin de que luego esos sectores poblacionales adopten ciertos patrones de comportamiento con alto grado de automaticidad.
Luego y al mejor estilo del conocido experimento del perro de Pavlov (1), sólo hará falta activar algún símbolo, una imagen, una palabra o un sonido para disparar un amplio complejo de comportamientos previamente grabados y programados en el inconsciente de la psiquis de los blancos poblacionales.
Correspondientemente, a todo ejercicio de acción psicológica se lo suele reconocer por ciertas características, tales como la repetición, la simplificación, la imposibilidad de verificar su veracidad, la contradicción y – en algunos casos – su lisa y llana irracionalidad:

Repetición. La acción psicológica exige repetir una y otra vez aquella idea, imagen o supuesta “verdad” que se pretende imponer en la psiquis colectiva, taladrándola en los cerebros del blanco poblacional al que va dirigida. Su meta básica consiste en condicionar determinados reflejos al estilo del “perro de Pavlov”, aunque con mayor sofisticación y sutileza. Se aplica así la vieja máxima atribuida a Joseph Goebbels: “miente, miente, miente que siempre algo quedará…”

Simplificación. La acción psicológica exige un altísimo nivel de unilateralidad, lo que implica simplificar ad absurdum temas y procesos harto complejos, en los que nunca puede haber una única verdad. Se trata del juego de “blanco o negro”, que excluye –prohíbe, incluso – toda gama de “gris” intermedio. Se fracturan los temas en discusión en una oposición maniquea entre “buenos y malos”, donde los “buenos” siempre ganan. Cuando se trata de bandos en guerra, nos enteramos que los “buenos” ganan justamente porque ejercen mayores niveles de violencia, muerte y sangre (sino, ¡no hubieran ganado!). Nos topamos así con la inadmisible contradicción de que los “buenos” son siempre quienes ejercitan mayores cuotas de violencia física con la que neutralizan y aniquilan a los “malos”. Aplicado a la política, la historia y el ámbito de las ideas, claramente estamos ante lo que muchos denominan la versión “Walt Disney” de la realidad, convenientemente sanititarizada para consumo masivo y simplificada hasta el infantilismo. Sus sellos son el fanatismo, el dogmatismo y el terrorismo intelectual, que no tolera y procura neutralizar toda opinión contraria a la propia. Ello explicaría la “lógica” detrás de la amenaza lanzada a los cuatro vientos por George W. Bush tras los atentados del 11 de septiembre de 2001: “A partir de ahora, cada Nación debe decidir si está con nosotros o contra nosotros…”

Inverificabilidad. La acción psicológica suele basarse sobre mitos convenientemente impuestos a través de la repetición, con lo que se condiciona al imaginario colectivo de una comunidad que se ve así obligada a aceptarlos como “la verdad”, a pesar de que no solo no existen evidencias firmes que los avale sino, incluso, la evidencia visible a menudo demuestra todo lo contrario. Las acusaciones en 2002/2003 del gobierno Bush contra el régimen de Saddam Hussein en Irak por la supuesta posesión de “armas de destrucción masiva” conforma un ejemplo impactante, por cuanto se trató de una mentira política propagada desde el máximo nivel del gobierno de Estados Unidos, que ya ha costado más de 1.200.000 muertos iraquíes, amen de varios miles de muertos entre las fuerzas invasoras, y literalmente decenas de millones de heridos en todos los bandos.(2)

Contradicción. La acción psicológica suele proclamar una cosa para luego impulsar exactamente lo contrario de lo que declama. Así, se impone la “democracia” en la política, pero se des-democratizan la economía y las finanzas. Se promueve la “paz”, pero hoy las grandes potencias gastan más en armas que en ningún otro momento en la historia. Se declama la protección de los “derechos humanos”, pero esos derechos nunca se han visto tan vulnerados como en los terribles tiempos que vivimos. Se habla de la “libertad”, pero se perpetran ocupaciones militares ilegales e injustificadas como las de Afganistán, Palestina e Irak.

Irracionalidad. Si conceptos como “democracia”, “paz”, “derechos humanos” y “libertad” han quedado mayormente vaciados de su real sentido, más complejo resulta el caso del vocablo “antisemitismo” que – como veremos más adelante – hoy a menudo se usa de una manera que sólo puede calificarse de irracional (3).

Utilizando técnicas de acción psicológica, a la palabra “antisemitismo” se le ha transferido una enorme carga de emotividad negativa, ya que al desviarle su verdadero sentido, se la utiliza para generar sentimientos de compasión y solidaridad hacia grupos y organizaciones judías, fuera de toda proporción, lógica y real necesidad. Se ha llegado al punto en que hoy ser calificado de “antisemita” o de promover el “antisemitismo” conforma un verdadero agravio, insulto y descalificación para aquella persona, institución o Nación que se vea así catalogada. Ser calificado de “antisemita” es casi tan grave como serlo de “nazi”, “fascista”, “mafioso” o asesino. Nadie en su sano juicio y de recta conducta, puede aceptar ser calificado de semejante manera.

NOTAS:
(1) Ivan Petrovich Pavlov (1849-1936) – Científico ruso quien recibiera el Premio Nobel de Medicina (en Fisiología) en 1904 por sus investigaciones sobre las leyes de conformación de los reflejos condicionados. Su estudio más conocido lo realizó sobre perros a los que se alimentaba repetidamente haciendo sonar previamente una campanilla. Tras una determinada cantidad de repeticiones, los perros aprendieron a asociar el sonido de la campanilla con su inminente alimentación. Pavlov demostró que, una vez condicionado este reflejo a través de la repetición, con solo hacer sonar la campanilla lograba que los canes comenzaran a salivar y su sistema digestivo se activase, aún cuando no recibieran alimento alguno. Estas lecciones fueron luego desarrolladas con mucha mayor sofisticación para lograr el “lavaje mental” de victimas y prisioneros, por parte de chinos, soviéticos, coreanos, estadounidenses y británicos en distintas guerras y persecuciones.
Ver http://nobelprize.org/educational_games/medicine/pavlov/readmore.html
(2). Casos análogos pueden verse en la “guerra contra el terrorismo” liderada por Estados Unidos, Gran Bretaña y el Estado de Israel, dónde los máximos atentados terrorista parecen tener ciertas características en común: nada parece poder probarse en forma fehaciente y las irregularidades exceden el marco de lo aceptable. Este patrón de circunstancias alimenta razonables sospechas de que muchas “evidencias” han sido fabricadas y colocadas en la escena del crimen, creando así falsas pistas que desvían las investigaciones hacia enemigos políticos de las dirigencias anglo-estadounidense-israelí.
Este sello que denominamos “inverificabilidad” – o sea, la carencia de evidencias concretas y creíbles, el cúmulo de irregularidades, mentiras y confusión, etc. – afecta a casos de altísimo perfil como los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington DC; del 11 de marzo de 2004 en la estación ferroviaria de Atocha en Madrid; del 7 de julio de 2005 en los subterráneos y ómnibus de Londres; y, en nuestras latitudes, los ataques terroristas contra la embajada del Estado de Israel en marzo 1992 y la sede de la AMIA-DAIA en julio de 1994.
Existe cierta compleja “lógica” detrás de este tipo de atentado terrorista que muchos sospechan podrían ser del tipo “false flag”, o sea “bandera falsa”. Ello significa que bien podría tratarse de auto-atentados realizados por sectores extremos dentro de las propias naciones victimas con el fin de poder inculpar a determinados enemigos políticos contra quienes se pretende accionar militarmente, pero sobre quienes se carece de una excusa creíble ante la opinión pública local y mundial, que justifique atacarlos. Recomendamos el informe del Capitan de Inteligencia del Ejército de EEUU, Eric H. May “False Flag Prospects, 2008 – Top Three US Target Cities” aparecido en GlobalResearch de Canadá – http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=8165 con cinco muy interesantes links a YouTube para que el lector luego saque sus propias conclusiones.
Una vez consumados atentados terroristas de tamaña magnitud, los propios perpetradores luego se arrogan el derecho de definir cuáles naciones y organizaciones son “terroristas” y cuáles no. Práctica particularmente peligrosa cuando esos propios Estados – notablemente Estados Unidos de Norte América, Estado de Israel y el Reino Unido de la Gran Bretaña –han aplicado y aplican terrorismo de Estado a nivel global desde hace décadas (incluso siglos en el caso del Reino Unido)
(3) Brillante ejemplificación de lo que señalamos es el concepto llamado "Newspeak" -literalmente, "la jerga de las noticias"– sobre el cual nos alertara Leslie Blair (alias, George Orwell) en su fundamental obra "1984", escrito hace sesenta años, por allá por 1948. "Newspeak" es el uso y abuso de eufemismos, sofismas y frases hipócritas y rebuscadas, para soslayar, disimular y ocultar la verdad. Lentamente, Newspeak va acostumbrando al Pueblo a lo más terrible que le puede ocurrir: aceptar, convivir y adoptar a la mentira como si fuera verdad.


Fuente:
El Traductor Gráfico, No. 48 - 8 de marzo de 2008
Informe sobre la verdadera realidad nacional e internacional del Proyecto MSRA - Movimiento por la Segunda República Argentina
Investigación y redacción: Adrian Salbuchi
www.eltraductorradial.com.ar
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www.m2ra.com
contacto: asalbuchi@infovia.com.ar
© Adrian Salbuchi, Buenos Aires, Marzo 2008

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