Judaismo y sionismo no son lo mismo
por Adrian Salbuchi
Capítulo VI de la obra “Bienvenidos a la jungla: dominio y supervivencia en el Nuevo Orden Mundial”, de Editorial Anábasis, Córdoba, Argentina, 2005, 172 págs.
"...es nuestra obligación hacer saber a todo el
mundo y que se comprenda, que los sionistas
no son la nación de Israel...
y es nuestra más sagrada obligación anunciar
ante las naciones del mundo que los
sionistas definitivamente no son los portavoces
de la nación de Israel..."
Gran Rabino Joel Teitelbaum (1)
Somos plenamente conscientes que abordar este tema llamará a algunos a cierto escándalo. Pues actualmente resulta “políticamente incorrecto” referirse al sionismo, sus intereses, objetivos y metodologías. Sin embargo, consideramos que conforma una clave fundamental para comprender la complejísima problemática mundial actual. El sionismo es un tema complejo y determinante sobre el cual existe una suerte de confusión hábilmente orquestada por las fuerzas que lo promueven, y que opera como mecanismo de auto-defensa.
Hoy muchos pretenden equiparar lisa y llanamente, y de manera simplista y absurda, al sionismo político con la religión judía, cuando en verdad son dos cosas diferentes. Quienes tratan de equiparar a ambos le están haciendo un grave daño e injusticia a las comunidades judías en todo el mundo y, desde luego, a la importante comunidad que reside pacíficamente en nuestro país. Al tratar de equiparar sionismo con judaísmo, abren el camino hacia la potencial injusticia de endilgar a toda la comunidad judía – estimada en unos 40 millones de personas en todo el mundo- una falsa co-responsabilidad directa en los desvaríos y genocidios hoy cometidos por el gobierno del Estado de Israel, y perpetrados en nombre del sionismo por el actual gobierno de los Estados Unidos.
[...]
Distingamos, entonces, muy claramente entre el sionismo como movimiento político, étnico, racista, y mesiánico surgido hacia fines del siglo XIX cuyo principal objetivo fue fundar un Estado nacional independiente israelita, del judaísmo como religión milenaria practicada por varias decenas de millones de personas en todo el mundo.
Al tratarse de dos categorías muy diferentes –la una, política (el sionismo), y la otra, religiosa (el judaísmo)– resulta fundamental no confundir las cosas, ni permitir que los poderosos intereses sionistas israelíes que operan dentro de nuestro país pretendan equipararlas y las confundan, tratando de hacer creer a nuestra opinión pública - bastante desinformada en estos temas - que sionismo y judaísmo son una misma cosa. Permitirles hacerlo conlleva un potencial peligro para la comunidad judía en nuestro país y en todo el mundo, por cuanto podrían verse afectadas por reacciones simplistas de ciertos estamentos sociales fanatizados y desinformados impresionados por los crecientes atropellos genocidas del sionismo en Palestina y – a través de Estados Unidos – en otras latitudes del mundo, notablemente en Irak y Afganistán.
El sionismo conforma la política oficial de un Estado-nación determinado y concreto: el Estado de Israel. Sus actuales gobernantes solo tienen el apoyo de una parte de sus ciudadanos y de solo una porción de las comunidades judías en todo el mundo, la Argentina incluida. Originalmente un movimiento político laico, en las últimas décadas se ha producido dentro del Estado de Israel una alianza entre el sionismo y la extrema derecha fundamentalista teocrática de ese país. Ambas fuerzas se han integrado dentro del partido ultraderechista Likud que hoy gobierna el Estado de Israel bajo el liderazgo de su actual primer ministro Ariel Sharon. En síntesis, resaltamos un hecho fundamental que hoy se pretende desdibujar: No todo sionista es judío y no todo judío es sionista.
A modo de ejemplo y como hemos visto, existe un conjunto notable, notorio y poderoso de personalidades alineadas de manera irrestricta con los preceptos, objetivos e intereses del sionismo israelí mientras que ellos mismos no son de religión judía: me refiero al presidente de EE.UU. George W. Bush, su vicepresidente Richard B. Cheney, su secretaria de estado Condoleeza Rice, su ministro de defensa Donald Rumsfeld, su director de inteligencia John Negroponte, su ex-secretario de estado Colin Powell, el ex presidente William Clinton, el senador Alphonso D’Amato, el ex-alcalde de Nueva York Rudolf Giuliani, el primer ministro británico Tony Blair, su canciller Jack Straw, el ex-presidente español José María Aznar, el canciller alemán Gerhard Schroeder, el presidente alemán Horst Köhler, el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, y muchas otras personalidades influyentes, incluso en nuestro país. Simétricamente, existe otro conjunto también notable de personalidades de confesión judía que se declaran abiertamente anti-sionistas: Noam Chomsky, Norman Finkelstein, Gran Rabino Joel Teitelbaum, Israel Shamir, y los grupos True Torah Jews de Brooklyn (Nueva York), Israelí Women against Occupation, Women in Black, Peace Now, entre muchos otros.
No todo sionista es judío y no todo judío es sionista.
Las raíces políticas de los orígenes del movimiento universal sionista se enraízan en muchos siglos de anhelos de las comunidades judías dispersas por todo el mundo – la así-llamada Diáspora -, especialmente en Europa Occidental, Central y del Este, de tener un Estado nacional propio.
A partir de mediados del siglo XIX, el movimiento sionista desarrolla una propuesta concreta y comienza a buscar y hallar el apoyo de grandes banqueros judíos de la época, notablemente los Rothschild y Warburg en Alemania, los Schiff en Estados Unidos y el Barón Hirsch en Francia; luego complementado por políticos de gran poder como el primer ministro inglés Benjamín Disraeli y el canciller Arthur Balfour.
Hubo dos principales vertientes intelectuales que alimentaron los orígenes del sionismo: una proveniente de la entonces Rusia zarista de la pluma de León Pinsker en su obra "Autoemancipación" y la otra, de mayor influencia, a través de las gestiones y escritos del abogado vienés Theodor Herzl, que reflejaba un sentir más cosmopolita y con un fuerte enfoque geopolítico y a largo plazo.
El movimiento mundial sionista considera a Herzl como el genuino padre del sionismo universal, el que dio fuerte consistencia y organización inaugurando los Congresos Mundiales Sionistas que comenzaron a realizarse en 1897 en Basilea (Suiza) y que siguieron hasta principios del siglo XX, incluso tras la temprana muerte de Herzl en 1904.
En 1896, Herzl publica su obra fundacional “El Estado Judío”, en la que describe, elabora y propone un plan concreto para resolver el problema del “antisemitismo” que en aquella época estaba muy marcado por el resonante caso Dreyfuss en Francia. Herzl entonces proponía el “establecimiento de un Estado Judío libre en su patria histórica”.
Herzl personalmente realizó gestiones ante los gobiernos de Alemania, Turquía e Inglaterra, buscó el apoyo financiero de los Rothschild, del barón Maurice Hirsh, de los banqueros Samuel Montagu y Claude Montefiore, y de Frederick Mochate (de la Anglo-Jewish Association). Herzl, con la visión de su época, definía al problema que deseaba resolver como “La cuestión judía” que él creía “existe allí donde judíos vivan en cantidades perceptibles. Donde no existe, es portado por los judíos en el transcurso de sus migraciones. Naturalmente, nos trasladamos hacia aquellos lugares donde no somos perseguidos y ahí, nuestra presencia genera la persecución. Esto es así en cada país y seguirá siendo así aun en aquellos países altamente civilizados – por ejemplo, Francia – hasta tanto la cuestión judía sea resuelta sobre una base política. Los desdichados judíos actualmente portan las semillas del antisemitismo a Inglaterra; ya la han introducido en América” .
Tras evaluar los orígenes en la edad media del “antisemitismo”, Herzl señalaba – en 1896 – que “cuando nos hundimos, nos transformamos en un proletariado revolucionario, oficiales subordinados de todos los partidos revolucionarios; y al mismo tiempo, cuando ascendemos, surge también nuestro terrible poder de la billetera”. (4) Esta notable observación cobró relevancia en el siglo XX cuando el poder mundial estuvo durante más de medio siglo repartido entre la comunista Unión Soviética y sus aliados por un lado, y la capitalista alianza anglo-estadounidense, por el otro.
Innegablemente, algunos comentarios de Herzl suenan como una premonición de Ariel Sharon, cuando dice, “Si deseamos fundar un Estado, no hemos de hacerlo de la manera que solo hubiera sido posible hace mil años. Resulta tonto revertir a antiguas etapas de la civilización como les gustaría a muchos sionistas. Supongamos, a modo de ejemplo, que nos viéramos obligados a despejar a un país de bestias salvajes, pues entonces no debiéramos realizar esa tarea al estilo de los europeos del siglo quinto. No vamos a tomar lanzas y espadas y perseguir uno a uno a esos osos; en su lugar, hemos de organizar una gran y activa cacería, expulsar a los animales en su conjunto y lanzarles una bomba de melanita encima.” (5)
Por último y a los efectos de la presente Guía, nos permitimos destacar una de las propuestas concretas de Herzl en su obra fundacional de 1896 cuando Tierra Santa estaba aún en manos del Imperio Otomano Turco y una patria judía en Palestina parecía una verdadera utopía. Herzl, hombre pragmático y realista, propuso establecer el Estado israelita en territorio argentino, lo que hace que, considerando la alta coordinación de las fuerzas del sionismo internacional junto a su innegable gran poder económico-financiero, debamos al menos detenernos unos momentos en la centenaria propuesta de Herzl cuando en 1896 escribía lo siguiente:
“¿Palestina o Argentina? ¿Hemos de elegir Palestina o Argentina? Tomaremos lo que se nos dé y lo que elija la opinión pública judía. La Jewish Society (con sede en Londres) determinará sobre ambos puntos. Argentina es uno de los países más fértiles del mundo, tiene una vasta extensión, una baja densidad poblacional y un clima templado. La República Argentina derivaría considerable beneficio si cediera una porción de su territorio a nosotros. La actual infiltración de judíos ha generado indudable descontento, y sería necesario esclarecer a la República (Argentina) respecto de la diferencia intrínseca de nuestro nuevo movimiento.
Palestina es nuestro hogar histórico, siempre en nuestra memoria. El solo nombre de Palestina atraería a nuestra gente con una fuerza de maravilloso poder. Si Su Majestad el Sultán (de Turquía) nos entregara Palestina, nosotros a cambio asumiríamos regular todas las finanzas de Turquía.”
Herzl no llegó a ver la primera guerra mundial que se desató sobre Europa a partir de 1914, que terminaría con los imperios alemán, austro-húngaro, ruso y turco. Tras aquella contienda, Palestina y otras zonas fueron entregadas a Gran Bretaña para que desempeñara un mandato colonial sobre ellas. Es así como en noviembre de 1917, el entonces canciller inglés, Lord Balfour, emite su conocida declaración en la que afirma que el gobierno británico veía con simpatía la conformación de un Estado Judío en Palestina. El sueño de Herzl finalmente se materializó en mayo de 1948, cuando tras una creciente inmigración judía a la “Palestina Británica” y gracias a la acción certera de grupos guerrilleros y terroristas liderados por personalidades como Yitzakh Shamir y Menahem Beghin –ambos luego serían primeros ministros de Israel-, se desembocaría en la creación del Estado de Israel en tierras Palestinas.
Este proceso resultaría en una serie de sangrientas guerras con los países árabes y terminó con la ocupación de Palestina, la expulsión de buena parte del pueblo palestino de sus tierras milenarias y el genocidio de una parte importante de ese pueblo mártir. Este proceso hoy continúa y se ha agudizado en nuestros días a través de las políticas imperiales impuestas por el Estado de Israel.
El hecho de que el sueño de Herzl se haya afirmado en el Estado israelí no debe interpretarse como que su objetivo integral haya sido logrado. La actual dirigencia sionista mesiánica israelí, especialmente la fundamentalista y racista que milita en el partido Likud, pretende ampliar las fronteras de Israel creando el Eretz Israel: la Israel imperial que se pretende abarque desde el Desierto del Sinaí egipcio hasta Bagdad y que –gracias al incondicional apoyo de Estados Unidos– hoy parece hallarse en vías de realización. Claramente, Israel es un Estado militante, imperial, expansivo, nuclear y guerrero. Se merece el debido respeto por ello.
Sin embargo, existen millones de judíos fuera de Israel que se oponen a este espíritu sionista de conquista y limpieza étnica practicada contra el pueblo palestino. Muchos ciudadanos israelíes manifiestan de manera muy vehemente su oposición a las políticas genocidas de Sharon, Netanyahu, Peres y Barak, que conforman permanentes disparadores de actos de violencia por parte de la Resistencia Palestina, y anhelan vivir de una vez por todas en paz.
Podría inferirse de esta crecientemente aguda situación política y social, que el sueño sionista aún sigue buscando una nueva patria para aquellos de sus miembros que no tienen ese espíritu guerrero o que, teniéndolo, quisieran poder retirarse algún día a algún lugar que les ofrezca tranquilidad y sosiego. Y, así como en el Antiguo Testamento el Reino de Israel era militante y marcial y el Reino de Judá era más apacible y pastoril, podría inferirse que al imperial Estado de Israel le falta un Estado complementario -más pacífico por cierto- en algún lugar del mundo.
¿Será un objetivo del sionismo internacional aún por realizar, la creación de semejante Estado pacífico? ¿Una suerte de “Estado de Judea” –Nueva Judea- como reflejo de la milenaria historia descripta en la Biblia? ¿Se pretenderá conformar ese Estado de Nueva Judea en la Argentina –incluso en la Patagonia argentino-chilena-, siguiendo el centenario consejo de Herzl? ¿Experimentaremos crecientes presiones sobre nuestro territorio patagónico para ceder esa gran parcela propuesta por Herzl hace más de un siglo, a cambio de alguna compensación financiera, en momentos en que la Argentina sufre bajo el peso aplastante de una deuda externa impagable y de dudoso origen?
Desde esta óptica, cobran una dimensión distinta las diversas incursiones de “mochileros” israelíes, las grandes adquisiciones de estancias, montes, montañas, ríos y extensiones en el sur argentino y chileno. ¿Cuál será, en verdad, el propósito ulterior de las grandes adquisiciones territoriales en la Patagonia argentino-chilena realizadas por supuesto “filántropos” y “ecologistas” como Douglas Tomkins, Ted Turner, Benetton, George Soros, y otros? (6) ¿Será ésa la razón que motiva la gran presión que sufren sucesivos gobiernos argentinos de “privatizar” el Banco de la Nación Argentina, sabiendo que con que sus futuros dueños privados tan sólo ejecuten las hipotecas morosas, les permitirá quedarse con la propiedad de vastas extensiones territoriales en todo el país, del orden del 4% de su total superficie, con una notable concentración en la Patagonia? (7)
NOTAS:
(1) Kuntres Dibros Codees, citado en el sitio www.jewsagainstzionism.com
(2) Originalmente publicado en alemán en Viena bajo el título “Der Judenstaat”, luego traducido a decenas de idiomas. Para este ensayo hemos utilizado la versión en inglés “The Jewish State”, publicado por el American Zionist Emergenuy Council, Nueva York, Doubleday Publications, 1988.
(3) Ibid., pág. 75.
(4) Ibid., pag. 91
(5) Ibid., Pag. 94
(6) Ver capítulo “Argentina privatizada o el canje de deuda por territorio” en “El Cerebro del mundo…”.
(7) El ministro de economía Roberto Lavagna viene buscando con insistencia la manera más “discreta” y “política” de cumplir con la exigencia del FMI de concluir con la “reforma de la banca oficial” que apunta directamente a la destrucción del Banco de la Nación Argentina y del Banco de la Provincia de Buenos Aires, las dos instituciones bancarias centenarias de nuestro país que conforman un bocado favorito de la banca internacional, igual que en su momento lo fue el Banco Hipotecario Nacional privatizado, precisamente, a los intereses de George Soros (CFR).
Que el Banco Nación y el Banco Provincia necesiten amplias mejoras para eficientizarlos y limpiar la corrupción que los aqueja en una cosa, pero destruir su función y mandato constitucional es otra. El Banco Nación cumple una función estipulada en la Constitución, mientras que el Banco Provincia hunde sus raíces históricas en tiempos previos al nacimiento de la Nación Argentina. El Preámbulo de la Constitución Nacional dispone “promover el bienestar general, siempre que se relacione con el desarrollo económico y social y que sea influido por la moneda, el crédito y la actividad bancaria.” A su vez, el Art. 75, inc. 18, dispone la función de “promover la prosperidad del país, el adelanto y el bienestar de todas las provincias, promoviendo la industria, la construcción de ferrocarriles y vías navegables, la colonización de tierras nacionales, la introducción y establecimiento de nuevas industrias...”. Por último, del inc. 19, surge el fin de “promover el desarrollo humano, al progreso económico con justicia social, a la productividad de la economía nacional, a la generación de empleo, a la defensa del valor de la moneda, y la investigación y al desarrollo científico y tecnológico, su difusión y aprovechamiento, al crecimiento armónico de la Nación y al poblamiento de su territorio, a promover políticas diferenciadas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones.” El instrumento crediticio natural impulsor de este mandato constitucional es, precisamente, el Banco de la Nación Argentina, que no tiene porqué regirse ni por la lógica propia de la banca privada ni, mucho menos, ser privatizado..
Fuente:
El Traductor Gráfico, No. 48 - 8 de marzo de 2008
Informe sobre la verdadera realidad nacional e internacional del Proyecto MSRA - Movimiento por la Segunda República Argentina
Investigación y redacción: Adrian Salbuchi
www.eltraductorradial.com.ar
www.asalbuchi.com.ar
www.m2ra.com
contacto: asalbuchi@infovia.com.ar
© Adrian Salbuchi, Buenos Aires, Marzo 2008
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