sábado, 31 de mayo de 2008

BUDISMO Y NO VIOLENCIA

La importancia del activismo social espiritual en el conflicto birmano y tibetano

En los últimos seis meses hemos visto como dos crisis olvidadas: Tíbet y Birmania, mostraban su cara más dura. Muchos se han sorprendido cuando han visto a los monjes budistas marchar por las calles pidiendo justicia…. Y les ha chocado el concepto de como podía un ser contemplativo tomar una acción directa tan fuerte. El activismo social espiritual es una de las cosas que más ha preocupado al budismo en todas la épocas "abrir la mente al porque estoy aquí, ahora" "¿Qué puedo hacer por los otros?" es una de las practicas espirituales más importantes: "Dar y recibir". El budismo insiste en conceptos como interdependencia, compasión, reverencia por cualquier forma de vida, no violencia…valores absolutamente presentes en la ética contemporánea.

Con la motivación de poder ampliar esos conceptos e implicar a más grupos en la acción en áreas como: educación alternativa, activismo pacifista, derechos humanos, mujeres, ecología, desarrollo rural, economía alternativa, comunicación, arte…. y por que no política. Muchos me habíais pedido que escribiese algo de mi experiencia, algo que pudiese ayudar desde la espiritualidad, los derechos humanos y la política. Algo que orientase a la acción. Lo que he hecho ha sido reflexionar en las palabras de aquellos que saben mucho más que yo, y recogerlas en este texto tan sugerente: ¿Puede el budismo y la no violencia ser una alternativa importante en el nuevo activismo social espiritual?

Durante más de 25 años, he intentado promover y desarrollar un acercamiento budista a la resolución de los problemas globales contemporáneos: derechos humanos, ecología, minorías, política, espiritualidad. Construyendo y cooperando con proyectos que desde una perspectiva budista re-inventaban una sociedad futura, independientemente de que fuesen budistas o no. Desde España, pasando por Medio Oriente, Afganistán, Irak, India, Tíbet, Birmania, Corea, Mongolia,… todos estos países tenían situaciones comunes: seres que sufrían, seres que querían la felicidad y otro seres que intentaban ayudarles a paliar su sufrimiento: cooperantes, activistas, religiosos, políticos, sociedad civil.

Los activistas, los políticos y los espiritualistas tienen más en común de lo que parece desde una ética budista. La diferencia más clara estriba en darle más importancia a resolver las cosas desde fuera o desde dentro. Desde un marco budista la acción se divide en tres partes: : a) diagnostico de los problemas que afectan al mundo, 2) examen y respuestas especificas budistas a estos problemas, 3) una proyección sobre como seria deseable movernos desde la situación actual hasta la sociedad deseada.

La dualidad, la apatía, la confusión, la ignorancia, el egoísmo son algunas de las causas que identificamos como raíz que engullen a la mayoría de la población, y ninguna de ellas tiene que ver con la religión que practican, ideas políticas o status. Como los problemas globales están interconectados, las soluciones no pueden ser soluciones aisladas. Por tanto la solidaridad no puede ser discriminada. El principio de respeto por la vida, ahimsa, no violencia, nos da una base amplia para trabajar la resolución de los problemas. Descubrir y poner en práctica las soluciones globales de manera realista, nos hace quitarnos las "falsas ilusiones" y dibujar un camino "realista" donde la ciencia, la tecnología y el conocimiento humanista se unen. Extendiendo los principios universales de amistad, compasión por todos los seres que sufren, compartir la dicha, y preocuparse por mejorar la calidad de vida de todos los seres. El Budismo puede hacer una contribución importantísima para la liberación del sufrimiento de todos los seres. El respeto por estas cinco áreas que he presentado representa una de las mayores aportaciones de la ética budista a la resolución de los problemas globales.

Desarme: el hecho de que el budismo se base en el principio fundamental de preservar la vida de otros y de causar el mínimo de sufrimiento. Reverenciar todas las formas de vida, hace que estemos muy implicados en tareas de desarme, desminado del planeta, y planteando abiertamente el problema que genera el "armamento de la mente" (odio, ignorancia, rabia, desastres). Desarmar la mente es el primer paso para entrar en la experiencia de la pacificación del mundo, desde varios planos esta experiencia no solo beneficia a todo el planeta sino que puede aportar calma mental y paz individual. La contribución del budismo al desarme es clara en la abolición de la energía nuclear, bioquímica, bases militares, reducción de las fuerzas armadas, reducción de los presupuestos militares a favor de la educación y la paz, el reconocimiento legal del derecho a la objeción de conciencia, la construcción de fuerzas alternativas no violentas tanto internas como internacionales.

Por una economía justa: porque el budismo se basa en el principio de la ecuanimidad, parece inconcebible que puedan existir ricos y pobres. La compasión budista por todos los seres que sufren afecta también a aquellos que se ven condenados a padecer la pobreza material, cultural o mental… cualquier forma de privación es intolerable. Nos anima a co-operar para asegurar el beneficio de los muchos. Se opone a la auto-indulgencia de los ricos y al concepto de la "resignación" de los pobres. A la vez que ofrece unas formas muy claras de liberación de los obstáculos, odio, ignorancia- sea individual o colectiva que impide que todo el mundo tenga lo que necesita para vivir

La contribución practica del budismo a la economía justa se puede plantear desde la conversión de los presupuestos militares en recursos que atiendan a las necesidades civiles, proveer necesidades básicas de comida, ropa, cobijo y salud para todos, erradicación de la pobreza, prostitución, trabajo infantil,… reducción en definitiva entre el abismo que separa los países ricos y pobres.

Derechos Humanos: el budismo afirma que los valores humanos de la igualdad y libertad es algo que se debe de conseguir desde una vía no violenta. El derecho a la vida, a la justicia material, a la libertad frente a la discriminación basada en credos, biología, casta, nacionalidad, sexo, o cualquier otra distinción. La liberación más importante de los seres se orienta primariamente a la erradicación de la mente de los prejuicios y la ignorancia. La tolerancia del budismo no se hace extensible al odio, ignorancia, destrucción, egoísmo o cualquier violación de cualquier forma de vida. Nos anima a defender y servir a los otros desde una perspectiva no violenta, incluyendo la celebración de la vida, utilizando el arte como forma de expresión. Liberar a todos los seres de cualquier forma de opresión mental o material y el respeto por la vida, es la combinación más fructífera que plantea. No imponer nuestro punto de vista utilizando la fuerza.

Así la contribución del Budismo a la defensa de los Derechos Humanos se ve reflejada en la petición de la abolición de la pena de muerte, la eliminación de la tortura, la liberación de los prisioneros políticos que nunca hicieron uso ni abusaron de la violencia, juicios justos para todos, la afirmación del derecho a la creación como un derecho político, civil. La no condena de ninguna opción sexual ni religiosa.

Medio ambiente: el budismo ha hecho una gran contribución a la protección del medio ambiente porque se basa en el concepto de la Inter-dependencia, y la compasión por cualquier forma de vida, y eso forma parte de los postulados de la moderna ecología. El Budismo comparte ideas con la genética, afirmando que humanos, plantas, y no-humanos tienen los mismos elementos comunes. Promueve el amor por todas las formas de la naturaleza, entendiendo que todos los seres han sido "nuestras Madres”. Entiende que la contaminación de la tierra, el aire, el mar, la protección de las especies, el agotamiento de los recursos y otras formas de explotación son el resultado del odio, la ignorancia y el egoísmo individual: animando a gobiernos, empresas e instituciones a que trabajen por la sostenibilidad y la preservación de la vida. Para ello promueve la necesidad de invertir en energías renovables, reciclar, animar la producción creativa, hacer uso de transportes públicos limpios y minimizar la huella humana. Trabajar para preservar el planeta es aumentar nuestra conciencia y entendimiento de que cualquier medida a favor del medio ambiente repercutirá por Inter-dependencia en el bienestar de todos.

Cooperación Humana Universal: el budismo comparte la idea de que la diversidad humana es motivo de celebración y no de división. Todos somos una gran familia, considerando que el sufrimiento de uno es el sufrimiento de todos y que la felicidad de uno es la felicidad de todos. Al mismo tiempo mantiene posturas de calma y de una dirección firme y no violenta a la hora de remover las causas del sufrimiento, animando a todos los seres a que trabajen por la felicidad. Buscando resolver los problemas globales nos enfrentamos a asuntos como el desarme, la economía, justicia social, derechos humanos, medio ambiente, la capa de ozono o el SIDA. El Budismo anima a la acción compartida entre todos los pueblos de la tierra, porque entendemos que un ser es una suma interdependiente. Por ello es urgente que en la combinación para la resolución de los problemas globales contemporáneos se introduzcan conceptos conscientes como la búsqueda de soluciones efectivas que trabajen las causas raíz. Esto quiere decir que es urgente unir cooperación y acción para salvar el máximo de vidas y para aumentar el bienestar de todos.

El acercamiento de la ética budista a la resolución de los problemas desde una perspectiva no violenta, combina el dialogo paciente, la educación universal compasiva y la acción no violenta. Podríamos afirmar que para resolver los problemas necesitamos una "preciosa suma de compasión y de razón". Eso quiere decir dialogo, dialogo y dialogo, con lideres cuyas decisiones puedan llegar a ser criticas, y afectar a la Humanidad; educación de los media para que sean más conscientes del impacto de enviar tantos imputs negativos u omitir causas que son objetivamente necesarias informar. Para conseguir más entendimiento es necesario crear más base de acción no violenta para poder cooperar desde el respeto a todos los seres, la creatividad y la libertad de expresión de futuras generaciones

Muchos seres han sufrido y sufren, tomar el compromiso de trabajar para que menos seres sufran en el futuro y el máximo de seres puedan ser más felices, es un trabajo de cada día. No hace falta que pase un desastre natural o humano, para tomar un compromiso. Trabajar en red, estar abiertos a ayudar a todos los seres que sufren sin distinción, incluso vosotros mismos. Dejaros inspirar estamos asistiendo a un cambio en el activismo social, es una oportunidad única para acercarnos a la resolución de los problemas desde otra perspectiva.

Concha Pinós

BIRMANIA POR LA PAZ

"Usa tu libertad para promover la nuestra" A.S.Suu Kyi

Nuestros objetivos trabajar por la restauración de los derechos humanos, la paz y la democracia en Birmania, mediante acciones que conduzcan a la sensibilización, la ayuda humanitaria y la cooperación. Ejerciendo presión internacional, estatal, autonómica, europea, Sudeste asiático (ASEAN) y Naciones Unidas
Donaciones: Caixa de Catalunya 2013. 0015. 12. 0203679940
http://birmaniaporlapaz.blogspot.com
http://www.birmaniaporlapaz.org

Fotografías de Gregory Colbert

La pareja y su tiempo basura


Nuestra pareja, se supone, es la persona a quien más amamos. O, en todo caso, aquel ser que nos soporta con mayor intensidad y al que con mayor asiduidad nos acogemos. Los padres o los hijos forman un coro de presencia vital más o menos variable pero la pareja constituye por antonomasia, y tal como se la llama, "mi vida". Esta "vida", sin embargo, está dejando mucho que desear y no sólo porque el personaje vaya estropeándose con el paso del tiempo sino porque diaria y sistemáticamente se la perjudica con los vigentes modos de vida.

Los amantes se despiden por la mañana con un somero adiós y se reúnen al término de la jornada con las fuerzas disminuidas

Como consecuencia del programa general de trabajo y descanso, la pareja sólo se reencuentra durante el periodo del día en el que peor se halla, física y psíquicamente, cada uno. Los amantes se despiden por la mañana con un somero adiós y se reúnen al término de la jornada con las fuerzas disminuidas, cargados de posibles reveses laborales y problemas irresueltos, más proclives entonces al descanso, el silencio y el olvido, que al bullicio de los niños y, sobre todo, a sumar las dificultades y conflictos del otro que acude, a su vez, rebozado de fatigas cuando no salpicado de malos humores. ¿Cómo no pronosticar que se generen roces o que sea indispensable una dosis suplementaria de paciencia, cariño y equilibrio, extraída desde los fondos, para proteger la relación?

En estas circunstancias, duras y repetidas, el amor va y viene, flota o decae sin que llegue a saberse si en otras condiciones habría mejorado sustancialmente su evolución. El actual periodo de duración de las uniones ha descendido a una media de siete años y la tendencia discurre hacia un incesante recorte de los plazos. Uno y otro sujeto de la relación se carbonizan en un fogón que no depende tanto de su ilusión cambiante -aunque también- como de la dificultad para asumir comunitariamente dos vidas en unas malísimas condiciones. Porque, de hecho, el tiempo efectivo en que esta comunidad podría construirse y reforzarse coincide casi siempre con un tiempo basura, las horas de un día desgastado y donde tanto la pasión como la atención y el ánimo perviven demediados.

¿Cómo asistir, por ejemplo, apropiadamente a la adversidad del otro si las propias capacidades se encuentran entonces, a esa hora, reclamando asistencia? La importante coalición de pareja, en cuanto base amorosa y defensiva frente al exterior, se cuartea inexorablemente con el fracaso del imposible auxilio mutuo durante esos penosos restos del día.

Restos de mala calidad o de escasa sustancia que cotidianamente intercambian los personajes del amor y por cuyo lamentable trasiego el amor pierde en elasticidad, imaginación y envergadura. Amarse, como ser feliz, requiere trabajo, aplicación y disciplina puesto que la vida a dos constituye uno de los más complejos empeños si se aspira a gozar de ella. Se trata, en fin, de un oficio -como decían las madres- tanto o más arduo que el cargo laboral y tanto o más necesitado de dedicación, voluntad, inteligencia, reflexión y astucia.

Amarse a granel desemboca siempre en un amor de bajo precio, amor que necesariamente va saldándose. Amarse, en cambio, al detalle, minuciosamente, recíprocamente y en alerta respecto al argumento del otro, exige tiempo de primera clase. Pero el orden de la producción, la repartición de tareas domésticas, el programa general de vida, se acercan hoy más a un proyecto de destrucción y sustitución del amor que a su refuerzo. Al fondo del día, como en el cuarto trastero de la jornada se desarrolla la vida particular de la pareja. Pero, ¿cuánto más podrá sobrevivir esa biología en las infames condiciones del medio? ¿Cuánto tiempo seguirá respirando amor en ese pequeño recinto donde se concentran los tóxicos del día?

Efectivamente no será tanto el otro de la relación que ha llegado a decepcionarnos como que ha dejado de "servirnos". Ha dejado de ser "funcional" para socorrernos, entendernos, amarnos formar complicidad, pero, en buena medida, porque sus recursos, sus deseos y hasta su carácter han sido absorbidos por otras fuerzas. La pareja aparece así como un subterfugio en un escaso paraje. El paraje gastado de cada día donde ya será difícil actuar creativamente y cuyo ámbito residual será depósito del dolor o donde se vierten especialmente los desechos.

Vicente Verdú
21/03/2008
Fuente: www.elboomeran.com.

Meditación, la psicoterapia que más crece

Una técnica en auge se convierte en la más popular en los Estados Unidos

Aunque todavía faltan evidencias sólidas sobre su utilidad, entre los profesionales hay cada vez un mayor interés en ella.


NUEVA YORK.- El paciente estaba sentado, con los ojos cerrados, sumergido en el ritmo de su respiración; después de un rato, notó que estaba pensando en la relación problemática que tenía con su padre. "Estuve allí, presente con el dolor", acotó, al terminar su sesión de meditación. El terapeuta explicó: "Eso fue la aceptación, el dejar ser, sin tratar de cambiar nada".

Este ejercicio, centrado en la conciencia y en la revisión de emociones, se ha convertido en la técnica psicoterapéutica más popular de la última década. La meditación consciente tiene sus orígenes en las enseñanzas del siglo V a.C. del príncipe indio Siddhartha Gautama, más tarde conocido como Buda.

Durante años, los psicoterapeutas trabajaron aliviando el sufrimiento de las personas y reencuadrando el contenido de los pensamientos del paciente, alterando directamente su comportamiento o ayudándolo a entender los orígenes subconscientes de su desesperanza y su ansiedad. La meditación consciente puede ayudarlos en un nivel al que las palabras no pueden llegar.

Hay quienes sostienen que el arribo de Buda a la psicoterapia es una señal de apertura cultural, una forma de acceder a un curación más profunda. Sin embargo, la evidencia de que la meditación consciente ayuda a mejorar síntomas psiquiátricos es muy poca y, en algunos casos, hay estudios que sostienen que no mejora, sino que empeora.

"Creo en la posibilidad de que esta meditación sirva y que debe ser estudiada -sostiene Scott Lilienfeld, psicólogo y profesor de la Universidad de Emory-. Lo que me preocupa es la publicidad que la rodea: eso de cambiar el mundo, la tendencia que se da en el campo de las psicoterapias a cultivar gurúes."

La meditación llegó a la psicoterapia desde la medicina universitaria. En los 70, un graduado de biología molecular, Jon Kabat-Zinn, adaptó una versión de las prácticas de meditación que podía aprenderse y estudiarse fácilmente.

En la meditación trascendental, los practicantes intentan trascender o "perderse" a sí mismos. El objetivo de la meditación consciente es otro: impulsar la conciencia de cada sensación tal como se desarrolla en el instante.

Kabat-Zinn le enseñó su práctica a personas que sufrían dolor crónico en la Facultad de Medicina de la Universidad de Massachusetts. En los 80 publicó una serie de estudios que mostraban que un curso de dos horas por semana, durante ocho semanas, reducía el dolor crónico con más eficacia que el tratamiento convencional.

Se corrió la voz discretamente, al comienzo. "Creo que en ese entonces otros investigadores tenían que ser muy cuidadosos acerca de esto, porque no querían ser tomados como excéntricos New Age", dijo Kabat-Zinn.

Marsha Linehan, psicóloga de la Universidad de Washington que trataba a pacientes muy problemáticos con historiales de suicidio, fue una de las pioneras. "Las terapias conductistas sólo los empeoraban -dijo-. Con los problemas realmente graves, se necesita otra cosa, algo que permita a las personas tolerar estas emociones tan fuertes."

En los 90, Linehan publicó estudios que probaban que una terapia que incorporaba la conciencia del budismo zen -la "aceptación radical"- disminuía significativamente el riesgo de hospitalización y suicidio en pacientes de alto riesgo.

En 2000, un grupo de investigadores del Consejo de Investigaciones Médicas, de Inglaterra publicó un estudio que demostró que ocho sesiones semanales de meditación consciente disminuían a la mitad las recaídas en personas con tres o más episodios de depresión.

La meditación consciente es fácil de describir: siéntese en una posición cómoda, con los ojos cerrados, preferentemente con la espalda derecha y sin respaldo. Relájese y tome nota de sus sensaciones, estados de ánimo y sonidos. Repare en ellos, pero sin juzgarlos. Deje que su mente se aquiete al ritmo de su respiración. Si vaga, redirija su atención a la respiración. Manténgase así por lo menos diez minutos.

Después de dominar el control de la atención, dicen algunos terapeutas, una persona puede enfrentar mentalmente ideas problemáticas o amenazantes, y aprender a soportar la ira o la tristeza, y dejarlas pasar, sin tratar de cambiar los sentimientos, algo que frecuentemente complica más las cosas.

Sin embargo, los científicos subrayan que los estudios sobre la meditación consciente están en su infancia. Un amplio trabajo publicado el año pasado halló que las investigaciones son todavía muy preliminares como para sacar conclusiones.

La pregunta, según Linda Barnes, profesora de la Universidad de Boston, es si esta clase de meditación se convertirá en una técnica terapéutica valiosa o si terminará siendo otro cliché de autoayuda. "La respuesta es afirmativa en ambos casos", opina.

Benedict Carey
The New York Times
Sábado 31 mayo 2008

miércoles, 21 de mayo de 2008

Muerte en las fronteras de la UE


A Canarias llegan más de nueve millones de turistas al año y unos miles de inmigrantes en barcas. Pero lo segundo es descrito como una invasión. Aceptamos una escandalosa deshumanización del inmigrante

Algunos datos. Las islas Canarias cuentan con aproximadamente dos millones de habitantes. De media, el archipiélago recibe entre nueve y diez millones de turistas cada año. Estas cifras evidencian la existencia de una industria turística que aporta el 32% del PIB generado en el archipiélago, y denotan, sin duda, una importante multiplicidad humana y cultural.

Las cifras que vienen a continuación son, en todos los aspectos, inferiores a las citadas anteriormente: En los últimos años, se han contabilizado en el archipiélago canario entre 20.000 y 30.000 personas llegadas en cayuco procedentes de África y, en proporción creciente, de Asia. Las últimas estimaciones de la UE hablan de 10.000 personas que perdieron la vida en los últimos años tratando de alcanzar las costas canarias. Mientras, en las costas del Mediterráneo, las autoridades italianas interceptan anualmente entre 20.000 y 30.000 personas. La mayoría llegan a Sicilia y a la isla de Lampedusa. Otros quedan atrapados en Calabria, Puglia y Cerdeña.

Ahora nos hacemos la siguiente pregunta. ¿En base a qué razones nos convertimos en un centro de visitantes para el primer grupo y un centro de retención para el último? ¿Por qué levantamos un monumento para los muertos en el primer grupo -por ejemplo, el monumento erigido en 2007 en memoria de las víctimas holandesas que perdieron la vida en el accidente aéreo de Tenerife, en 1977- y no para los viajeros africanos y asiáticos sin papeles que perdieron la vida durante sus viajes? ¿Qué legitima esta distinta valoración de vidas humanas?

Lo que está en juego aquí es el problema de clasificación y de purificación basados en un consenso sobre una diferencia no igualitaria de carácter político. El factor diferencial en este caso es el interés. El interés no tiene nada que ver con la igualdad o con la indiferencia, pero la necesidad del interés político está relacionada con una protección no igualitaria. La diferencia entre turistas buenos y malvados inmigrantes se percibe como normal e inherente. Los turistas son viajeros de estancia corta, que vienen a disfrutar del Mediterráneo y del Atlántico. Como contraste, los inmigrantes ilegales son vistos a priori como bárbaros a los que temer, un sujeto sospechoso y de no interés, supuestamente en grandes cantidades y amenazando el orden público y la seguridad.

Nada más ilustrativo que los términos abierta e imprudentemente utilizados en los medios de comunicación tales como riadas, corrientes, masas e incluso tsunamis contra los que hay que construir muros que prevengan inundaciones.

Lo realmente preocupante es que el pánico moral se basa en la representación de una sucesión de ignominias que nada tienen que ver con la realidad social o con la evaluación científica sobre la migración global contemporánea. A pesar de la implacable conceptualización utilizada de riadas y tsunamis, sólo un pequeño subconjunto de la humanidad es inmigrante. Es la mayoría de la población la que compone el subconjunto de turistas. Por tanto, la diferencia moral construida entre ambos subconjuntos está basada en esta dudosa representación secuencial. Los medios de comunicación piden ayuda para las islas del sur de Europa sin mencionar una palabra sobre los millones de turistas acogidos. Esta atención mediática no ha dejado inalterada la política europea, forzada desde entonces a reaccionar de forma anticipada por el temor a dichas masas.

Por el temor a los refugiados que huyen en barco hacia las islas se han definido y fortificado kilómetros de líneas de aguas territoriales a un nivel superior. Las fronteras externas de la UE que bordean el Mediterráneo se han convertido en auténticos escollos. Con estos hechos, la política de la diferencia demanda un peaje horroroso. Los viajeros en cayuco son héroes locales en sus países de origen mientras que se transforman en infiltrados, impuros, perturbadores en el país de destino. Ellos son de facto considerados como desechos inevitables y aceptables del sistema de producción de la prosperidad europea.

Las vidas desechadas no tienen ni cara ni nombre. Son numeradas, recibidas en centros de retención -vertederos humanos para muertos civiles- y consecuentemente deportadas. Por tanto, la representación en sí misma se ha tornado en la cruda realidad.

Con el paso de los años, la construcción de las fronteras externas de la UE ha producido un atroz coste de varios miles de vidas, especialmente en y alrededor del Mediterráneo y, desde el 2005, en el Atlántico, aunque no solamente allí. Muchos de los inmigrantes han muerto por ahogamiento, otros por asfixia durante la travesía en barcos o camiones, mientras que un significativo número de personas ha cometido suicidio asediadas en el umbral entre la deportación y la nacionalización, es decir, en los centros de retención.

Concluimos. Mantengamos la máxima de que la multiplicidad humana de cualquier tipo consiste en lo mismo en al menos tres sentidos. 1. Todas las personas son igualmente valiosas moralmente. 2. Las personas deben poder opinar sobre los principios políticos que tienen impacto sobre sus vidas. 3. Una política de admisión basada en la fe del origen de nacimiento es una discriminación inmoral en contra de la igualdad del valor moral de las personas.

Cuando abrazamos máximas y las aplicamos a las prácticas fronterizas de la UE, debemos concluir que la UE viola los tres principios igualitarios de un régimen moralmente justo. La UE hace una distinción moral entre personas, no incluye a las personas en la construcción de unas fronteras por las que se ven afectadas y politiza la fe en las personas en base al lugar de nacimiento. La UE construye una distinción entre el refugiado nombrable e innombrable, en otras palabras, entre un viajero bienvenido y un enemigo político sobre la base de su origen y de su valor económico.

Esto conlleva una carga de deshumanización y una retórica redundante que no conduce más que a un racismo populista. El resultado es una máxima absurda: si te has librado de una situación por necesidad vital o por mejorar tu estatus social o incluso has salvado la vida poniendo en peligro tu vida, eres categorizado como un bárbaro desechable. Al mismo tiempo, no lo debemos olvidar, la mayoría de los denominados inmigrantes ilegales, una vez que han alcanzado los dominios de la UE, encuentran trabajo.

Construyen carreteras, limpian, sirven y nutren las casas de trabajadores de la UE. Y, para no olvidarlos, junto a los inmigrantes ilegales se producen subconjuntos innombrables en la fábrica de progreso neoliberal: los mendigos, sin techo, personas que se encuentran bajo el imperativo moral de "víctimas" en vez de bárbaros. Ellos llegan a los bulevares y playas de las islas turísticas para sobrevivir y nada más por las mismas razones. Es la particularidad política dentro de la UE quien crea sus propios extraños y, finalmente, sus vidas desperdiciadas. Las consecuencias de la producción del siempre deseado Nosotros y del eterno indeseado Ellos es una agitación creciente del pánico moral al que la política se agarra agradecidamente en su lucha por los votos. Este temor moral injustificado a un planeta a la deriva se convierte en una situación alarmante de viajeros irregulares hacia la UE. Es la desigualdad creada por esta política de la diferencia por la que las personas con sus barcos tambaleantes, que amenazan en masa con inundar "nuestro" territorio, son víctimas. Ellos son empujados a la categoría no elegida de inmigrante sin nombre. Esta particularidad es la diferencia política dentro de la UE, que se opone a la categoría buena, la del nombre políticamente claro en la democracia liberal por la que los turistas son una categoría de interés y la innombrable categoría mala, los inmigrantes ilegales cuya pena imaginamos como resultado de su falta de desarrollo.

La frontera de la UE discrimina injusta e injustificadamente a las personas en base al país de origen y en base a los papeles. El resultado es una diferencia vergonzosa en el colorido de los mares europeos. Mientras que para algunos, los turistas, el Mediterráneo y el Atlántico tienen una imaginativa pureza y color azulado, para algunos otros el color de la línea divisoria de las aguas de Europa es rojo sangriento.

Firman este artículo Noemí Padrón-Fumero, Henk van Houtum y Freerk Boedeltje, del Departamento de Economía de las Instituciones, Estadística y Econometría de la Universidad de La Laguna y del Nijmegen Centre for Border Research, Department of Geography, Radboud University Nijmegen, respectivamente.

Fuente:El País-La cuarta página-22-05-08

martes, 20 de mayo de 2008

¿Dios creó al hombre o el hombre creó a Dios?


Científicos de Oxford investigan la estructura cerebral que aloja la creencia religiosa - Y Einstein aviva el debate desde la tumba

Si usted cree en Dios o, en general, en alguna forma de ente místico, sepa que la inmensa mayoría de la humanidad está en su mismo bando. Si por el contrario no es creyente, es usted, en términos estadísticos, un raro. Si la demostración de la existencia de Dios se basara en el número de fieles, la cosa estaría clara. No es así, aunque en lo que respecta a este artículo eso es, en realidad, lo de menos. Creyentes y no creyentes están divididos por la misma pregunta: ¿Cómo pueden ellos no creer/creer (táchese lo que no corresponda)? Este texto pretende resumir las respuestas que la ciencia da a ambas preguntas.

Los físicos están pletóricos este año porque gracias al acelerador de partículas LHC, que pronto empezará a funcionar cerca de Ginebra, podrán por fin buscar una partícula fundamental que explica el origen de la masa, y a la que llaman la partícula de Dios. Los matemáticos, por su parte, tienen desde hace más de dos siglos una fórmula que relaciona cinco números esenciales en las matemáticas -entre ellos el famoso pi-, y a la que algunos, no todos, se refieren como la fórmula de Dios. Pero, apodos aparte, lo cierto es que la ciencia no se ocupa de Dios. O no de demostrar su existencia o inexistencia. Las opiniones de Einstein -expresadas en una carta recientemente subastada- valen en este terreno tanto como las de cualquiera. Sí que se pregunta la ciencia, en cambio, por qué existe la religión.

No es ni mucho menos un tema de investigación nuevo, pero ahora hay más herramientas y datos para abordarlo, y desde perspectivas más variadas. A sociólogos, antropólogos o filósofos, que tradicionalmente han estudiado el fenómeno de la religión o la religiosidad, se unen ahora biólogos, paleoantropólogos, psicólogos y neurocientíficos. Incluso hay quienes usan un nuevo término: neuroteología, o neurociencia de la espiritualidad. Prueba del auge del área es que un grupo de la Universidad de Oxford acaba de recibir 2,5 millones de euros de una fundación privada para investigar durante tres años "cómo las estructuras de la mente humana determinan la expresión religiosa", explica uno de los directores del proyecto, el psicólogo evolucionista Justin Barrett, del Centro para la Antropología y la Mente de la Universidad de Oxford.

Meter mano científicamente a la pregunta 'por qué somos religiosos los humanos' no es fácil. Una muestra: experimentos recientes identifican estructuras cerebrales relacionadas con la experiencia religiosa. ¿Significa eso que la evolución ha favorecido un cerebro pro-religión porque es un valor positivo? ¿O es más bien el subproducto de un cerebro inteligente? Sacar conclusiones es difícil, e imposible en lo que se refiere a si Dios es o no 'real'. Que la religión tenga sus circuitos neurales significa que Dios es un mero producto del cerebro, dicen unos. No: es que Dios ha preparado mi cerebro para poder comunicarse conmigo, responden otros. Por tanto, "no vamos a buscar pruebas de la existencia o inexistencia de Dios", dice Barrett.

¿Desde cuándo es el hombre religioso? Eudald Carbonell, de la Universidad Rovira i Virgili y co-director de la excavación de Atapuerca, recuerda que "las creencias no fosilizan", pero sí pueden hacerlo los ritos de los enterramientos, por ejemplo. Así, se cree que hace unos 200.000 años Homo heidelbergensis, antepasado de los neandertales y que ya mostraba "atisbos de un cierto concepto tribal", ya habría tratado a sus muertos de forma distinta. De lo que no hay duda es de que desde la aparición de Homo sapiens el fenómeno religioso es un continuo. "La religión forma parte de la cultura de los seres humanos. Es un universal, está en todas las culturas conocidas", afirma Eloy Gómez Pellón, antropólogo de la Universidad de Cantabria y profesor del Instituto de Ciencia de las Religiones de la Universidad Complutense de Madrid.

¿Por qué esto es así? Para Carbonell hay un hecho claro: "La religión, lo mismo que la cultura y la biología, es producto de la selección natural". Lo que significa que la religión -o la capacidad para desarrollarla-, lo mismo que el habla, por ejemplo, sería un carácter que da una ventaja a la especie humana, y por eso ha sido favorecido por la evolución. ¿Qué ventaja? "Eso ya es filosofía pura", responde Carbonell. Está dicho, las creencias no fosilizan.

Así que hagamos filosofía. O expongamos hipótesis: "Un aspecto importante aquí es la sociabilidad", dice Carbonell. "Cuando un homínido aumenta su sociabilidad interacciona de forma distinta con el medio, y empieza a preguntarse por qué es diferente de otros animales, qué pasa después de la muerte... Y no tiene respuestas empíricas. La religión vendría a tapar ese hueco".

Esa visión cuadra con la antropológica. La religión, según Gómez Pellón, da los valores que contribuyen a estructurar una comunidad en torno a principios comunes. Por cierto, ¿y si fueran esos valores, y no la religión en sí, lo que ha sido seleccionado? Curiosamente, señala Gómez Pellón, "los valores básicos coinciden en todas las religiones: solidaridad, templanza, humildad...". Tal vez no sea mensurable el valor biológico de la humildad, pero sí hay muchos modelos que estudian el altruismo y sus posibles ventajas evolutivas en diversas especies, incluida la humana.

También coinciden Carbonell y Gómez Pellón al señalar el papel "calmante" de la religión. "La religión ayuda a controlar la ansiedad de no saber", dice el antropólogo. "Cuanto más se sabe, más se sabe que no se sabe. Y eso genera ansiedad. Además, el ser humano vive poco. ¿Qué pasa después? Esa pregunta está en todas las culturas, y la religión ayuda a convivir con ella, nos da seguridad". Lo constatan quienes tratan a diario con personas próximas a situaciones extremas. "Es verdad que en la aceptación del proceso de morir las creencias pueden ayudar", señala Xavier Gómez-Batiste, cirujano oncólogo y Jefe del Servicio de Cuidados Paliativos del Hospital Universitario de Bellvitge.

Por si fueran pocas ventajas, otros estudios sugieren que las personas religiosas se deprimen menos, tienen más autoestima e incluso "viven más", dice Barrett. "El compromiso religioso favorece el bienestar psicológico, emocional y físico. Hay evidencias de que la religión ayuda a confiar en los demás y a mantener comunidades más duraderas". La religión parece útil. Eso explica que el ser humano "sea naturalmente receptivo ante las creencias y actividades religiosas", prosigue.

Naturalmente receptivos. ¿Significa eso que estamos orgánicamente predispuestos a ser religiosos? ¿Lo está nuestro cerebro? En los últimos años varios grupos han recurrido a técnicas de imagen para estudiar el cerebro en vivo en "actitud religiosa", por así decir. "Son experimentos difíciles de diseñar porque la experiencia religiosa es muy variada", advierte Javier Cudeiro, jefe del grupo de Neurociencia y Control Motor de la Universidad de Coruña. Los resultados no suelen considerarse concluyentes. Pero sí se acepta que hay áreas implicadas en la experiencia religiosa.

En uno de los trabajos se pedía a voluntarios -un grupo de creyentes y otro de no creyentes- que recitaran textos mientras se les sometía a un escáner cerebral. Al recitar un determinado salmo, en los cerebros de creyentes y no creyentes se activaban estructuras distintas. No es sorprendente. "Se da por hecho", explica Cudeiro; lo mismo que hay áreas implicadas en el cálculo o en el habla.

La pregunta es si esas estructuras fueron seleccionadas a lo largo de la evolución expresamente para la religión. Cudeiro no lo cree. "La experiencia religiosa se relaciona con cambios en la estructura del cerebro, y neuroquímicos, que llevan a la aparición de la autoconciencia, el lenguaje... cambios que permiten procesos cognitivos complejos; no son para una función específica". O sea que la religión bien podría ser, como dice Carbonell, un efecto secundario de la inteligencia.

Otros estudios de neuroteología han estudiado el cerebro de monjas mientras evocaban la sensación de unión con Dios, y de monjes meditando. Uno de los autores de estos trabajos, Mario Beauregard, de la Universidad de Montreal, aspira incluso a poder generar en no creyentes la misma sensación mística de los creyentes, a la que se atribuyen tantos efectos beneficiosos: "Si supiéramos cómo alterar

[con fármacos o estimulación eléctrica] estas funciones del cerebro, podríamos ayudar a la gente a alcanzar los estados espirituales usando un dispositivo que estimule el cerebro ", ha declarado Beauregard a la revista Scientific American.

Lo expuesto en este texto sugiere que la cuestión no es tanto por qué existe la religión, sino por qué existe el ateísmo. Con todas las ventajas de la religión, ¿por qué hay gente atea? "El ateísmo actual es un fenómeno nuevo y queremos investigarlo, sí", dice Barrett por teléfono. ¿Tiene que ver con el avance de la ciencia, capaz de dar al menos algunas de esas tan buscadas respuestas? Varios estudios indican que, en efecto, los científicos son menos religiosos que la media. Pero hay excepciones; los matemáticos y los físicos, en especial los que se dedican al estudio del origen del universo -¡precisamente!-, tienden a ser más religiosos. No hay consenso sobre si un mayor grado de educación, o de cociente intelectual, hace ser menos religioso. "El ser religioso o no seguramente depende de muchos factores que aún no conocemos", dice Barrett.

Las supersticiones más infantiles"

Las opiniones de Albert Einstein sobre el hecho religioso han sido objeto de polémica entre los expertos. Una carta inédita que remitió al filósofo Eric Gutkind en 1954 muestra ahora al genio más escéptico. Los siguientes son extractos de la misiva, publicada por The Guardian.(...) "La palabra Dios, para mí, no es más que la expresión y el producto de las debilidades humanas, y la Biblia una colección de leyendas dignas pero primitivas que son bastante infantiles. Ninguna interpretación, por sutil que sea, puede cambiar eso (para mí). Tales interpretaciones sutiles son muy variadas en naturaleza, y no tienen prácticamente nada que ver con el texto original. Para mí, la religión judía, como todas las demás religiones, es una encarnación de las supersticiones más infantiles. Y el pueblo judío, al que me alegro de pertenecer y con cuya mentalidad tengo una profunda afinidad, no tiene ninguna cualidad diferente, para mí, a las de los demás pueblos. Según mi experiencia, no son mejores que otros grupos humanos, si bien están protegidos de los peores cánceres porque no poseen ningún poder. Aparte de eso, no puedo ver que tengan nada de escogidos.Me duele que usted reivindique una posición de privilegio y trate de defenderla con dos muros de orgullo, uno externo, como hombre, y otro interno, como judío. Como hombre reivindica, por así decir, estar exento de una causalidad que por lo demás acepta, y como judío, el privilegio del monoteísmo. Pero una causalidad limitada deja de ser causalidad, como nuestro maravilloso Spinoza reconoció de manera incisiva, seguramente antes que nadie. Y las interpretaciones animistas de las religiones de la naturaleza no están, en principio, anuladas por la monopolización. Con semejantes muros sólo podemos alcanzar a engañarnos (...) a nosotros mismos, pero nuestros esfuerzos morales no salen beneficiados. Al contrario (...)".

Por Mónica Salomone-Reportaje –El País-Sociedad-20-05-08

De mitos y cosmogonías

por Eloy Gómez Pellón

¿Por qué el hecho religioso es universal? Sin duda, porque proporciona no sólo creencias que suplen necesidades humanas, sino también normas de conducta y valores que son percibidos, de forma unánime, como deseables. Todas las religiones, de alguna manera, predican el amor hacia los demás, el consuelo en la aflicción, la vida en paz y la esperanza de una vida futura.

La religión supone, en términos generales, una decantación ideológica, capaz de fundir a la comunidad de creyentes en un cuerpo único y duradero. Se entiende, en consecuencia, que su universalidad esté ligada a su efectiva función cultural. Las religiones, así concebidas, encierran una explicación metafísica del mundo que alimenta toda clase de cosmogonías o, si se quiere, de mitos sobre el origen del mundo, cuya comparación revela frecuentes parecidos, y de escatologías o teorías sobre el fin.

El hecho de ser parte de la cultura explica, contra lo que se suele pensar, y mediante simple inferencia, que la religión sea un hecho cambiante, debido a que la cultura es una especie de ecuación ajustada en la cual cada vez que se modifica uno de sus elementos lo hacen los demás.

La anomia (desorientación ante las normas) que se percibe en otros ámbitos de la cultura no es ajena a la religión. En este sentido, la secularización de la vida actual en los países occidentales es un efecto de los cambios culturales, más accesorio que fundamental en lo que se refiere a la esencia de la religión.

Por otro lado, cuando los cambios en materia religiosa son intensos, es frecuente que se generen integrismos y fundamentalismos, propios de algunos grupos que defienden la vuelta a la pureza y a los ideales previos. Asimismo, en el seno de las religiones se producen disfunciones, como es el caso de las sectas, formadas por pequeños grupos de creyentes, organizados rígidamente en estructuras herméticas.

Albert Hofman ‘in memoriam’


Por Luis Racionero






“La síntesis del LSD llevada a cabo por Hofman de Basilea es, a mi juicio, el suceso más importante del siglo XX”, escribe F. Sánchez-Dragó, juicio que suscribo plenamente.
¿Por qué?
El siglo XX, como sostuve en mi ensayo El Progreso Decadente, progresó enormemente en lo tecnológico y muy poco o nada en lo moral, algunos creen que en lo moral se regresó. El progreso moral pasa por el cambio de las conciencias e incluso consciencias, el LSD altera el estado de consciencia normal, ergo el LSD es tan importante o más que las innovaciones tecnológicas tan abundantes en el siglo XX.
¿Qué es un cambio en la consciencia?, pues alterar los circuitos cerebrales. En vez de procesar las sensaciones como siempre, si se añaden neurotransmisores, tal es el efecto del LSD, el ordenador cerebral se vuelve más complejo, pasa de diez mil megabytes a tres millones, por decir, o sea, que se convierte en otro ordenador más potente.
Leer un libro es meter información nueva en el cerebro habitual, eso es añadir conocimientos, pero tomar LSD es meter más radicales indol en los neurotransmisores cerebrales, o sea, cambiar la estructura y complejidad del propio cerebro. Es pasar a otro nivel, a una nueva generación de computadoras, a un cerebro nuevo, o sea, unos hombre o mujer nuevos, en el siguiente estadio de evolución de la conciencia.

Sé que suena grandilocuente, pero es la pura verdad. Quien lo ha probado lo sabe, y a quien no, no se le puede explicar con palabras porque las palabras están en el cerebro normal, no en el siguiente. El LSD, como las experiencias místicas, llevan la consciencia más allá de las palabras. O sea, donde quería llegar Wittgestein cuando dijo que “sobre lo que no se puede decir nada, vale más callarse”, o el Zen que exploró Heideger los últimos años de su vida.

Y conste, como se debe matizar siempre que se habla de esto, que no se trata de una apología de la droga, sinó de restaurar los Misterios de Eleusis. Si el LSD es ilegal, peor para todos, pero el día que se acepte, como han pedido muchas personas lúcidas, y se administre como Dios manda, en Eleusis y no en la discoteca, se dará un paso de gigante en el progreso moral del ser humano. Esperen y verán. Yo ya no lo veré, pero ya lo he visto.
Visité con Escohotado a Hofman en su casa de Basilea, donde fuimos sus huéspedes, y le traté allí, en un curso en El Escorial y en un programa de TV: era un anciano robusto cual campesino suizo, vigoroso, lúcido y generoso. Sintetizó lo que puede ser el sacramento de la religión de la ciencia. Ha vivido ciento dos años, como su amigo Ernst Junger. ¿Qué tomarían?

Fuente: http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=15/05/2008&name=racionero

Los budistas neuronales

Por David Brooks

The New York Times
Traducción de Anahí Seri publicada en www.rebelion.org
Revisión de Dokushô Villalba


En 1996, Tom Wolfe escribió un brillante ensayo titulado "Los siento, pero su alma acaba de morir", en el cual captaba el materialismo militante de algunos científicos modernos.
Para estos investigadores seguros de sí mismos, la idea de que el espíritu puede existir separado del cuerpo es simplemente ridícula. Los genes determinan el temperamento. Las sustancias químicas del cerebro determinan el comportamiento. Las agrupaciones de neuronas crean la conciencia. El libre albedrío es una ilusión. Los seres humanos están cableados para actuar así o asá. La religión es un accidente.

De acuerdo con este punto de vista materialistas, la gente percibe la existencia de Dios porque sus cerebros han evolucionado para inventarse sistemas de creencias. Les pones un casco magnético en la cabeza y empezarán a pensar que están teniendo una epifanía espiritual. Si padecen de una epilepsia de lóbulo temporal, darán señales de hiper religiosidad, una sobre excitación de los tejidos cerebrales lleva a los que lo sufren a creer que están conversando con Dios.

Wolfe comprendió la afirmación central contenida en este modo de pensar: todo es material y "el alma ha muerto". Anticipó el modo en que la genética y las revoluciones de la neurociencia afectan al debate público y dan lugar a otra discusión fundamental sobre la existencia de Dios.

Mira por dónde, a lo largo de la última década un nuevo grupo de ateos seguros de sí mismos se ha enzarzado en batallas con los defensores de la fe. Los dos bandos han debatido sobre si es razonable concebir un alma que sobrevive a la muerte del cuerpo, y sobre si comprender el cerebro elimina la necesidad de explicar la entidad que lo creó, o si por el contrario solamente aumenta nuestra apreciación de esta entidad.

El debate sobre el ateísmo es un ejemplo de libro de cómo una revolución científica puede cambiar la cultura del público. Al igual que el "Origen de las especies" transformó el pensamiento social y la teoría de la relatividad de Einstein afectó al arte, del mismo modo la revolución de la neurociencia está teniendo un efecto sobre la manera de ver el mundo de la gente.

Y sin embargo, yo diría que el debate sobre el ateísmo va a ser una cuestión secundaria. La revolución cognitiva no va a acabar minando la fe en Dios sino poniendo en duda la fe en la Biblia.

A lo largo de los últimos años, el materialismo puro y duro ha perdido fuerza. El cerebro ya no se ve tanto como una máquina fría. No funciona como un ordenador. En vez de ello, el significado, la creencia y la conciencia parecen emerger de forma misteriosa a partir de redes idiosincráticas de descargas neuronales. Esas cosas resbaladizas llamadas emociones desempeñan una función importantísima en todas las formas de pensamiento. El amor es vital para el desarrollo del cerebro.

Ahora, los investigadores dedican mucho tiempo a intentar entender las intuiciones morales universales. Parece que los genes no son sólo egoístas. Por el contrario, la gente tiene profundos instintos de equidad, empatía y cariño.

Los científicos sienten más respeto por los estados espirituales elevados. Andrew Newberg de la Universidad de Pensilvania ha mostrado que las experiencias trascendentes pueden de hecho identificarse y medirse en el cerebro (la gente experimenta un descenso en la actividad del lóbulo parietal, el cual nos proporciona la orientación espacial). La mente parece tener la capacidad de trascenderse a sí misma y fundirse con una presencia más grande que se siente como algo más real.

Esta nueva ola de investigación no entrará en la esfera pública en forma de ateísmo militante, sino que dará lugar a lo que se podría denominar el budismo neuronal.

Si se echa un vistazo a la bibliografía (yo recomendaría los libros de Newberg, Daniel J. Siegel, Michael S. Gazzaniga, Jonathan Haidt, Antonio Damasio y Marc D. Hauser para ponerse al día), se intuye las ideas básicas que van a estar presente en los grandes debates.

En primer lugar, el yo no es una entidad fija sino un proceso dinámico de relaciones.
En segundo lugar, por debajo de la pátina de las diferentes religiones, la gente de todo el mundo tiene intuiciones morales comunes.
Tercero, la gente está equipada para experimentar lo sagrado, para tener momentos de experiencia elevada cuando trascienden los límites y son desbordadas por el amor.
Cuarto, la mejor forma de concebir a Dios es considerándolo como la naturaleza de lo que uno experimenta en esos momentos, el total incognoscible de todo lo que existe.

En sus discusiones con Cristopher Hitchens y Richard Dawkins, los creyentes han venido defendiendo la existencia de Dios. Ese era un debate fácil. El auténtico desafío va a venir de los que sienten la existencia de lo sagrado, pero piensan que las religiones concretas no son más que artefactos culturales edificados sobre unos rasgos humanos universales. El desafío vendrá de los científicos cuyas conclusiones coinciden un poco con el budismo.

De maneras inesperadas, la ciencia y el budismo se están dando la mano y se están reforzando mutuamente. Esto llevará necesariamente a nuevos movimientos que ponen el énfasis en la trascendencia del yo pero no dan mucho crédito a la ley divina o a la revelación. Los creyentes ortodoxos van a tener que defender unas doctrinas particulares y unas enseñanzas bíblicas particulares. Van a tener que defender la idea de un Dios personal, y explicar por qué determinadas teologías son una guía verdadera para el comportamiento de día a día. Yo no estoy cualificado para decantarme por uno u otro bando. Sólo estoy intentando anticipar hacia dónde se va a dirigir el debate. Estamos en mitad de una revolución científica. Va a tener tremendos efectos culturales.

sábado, 17 de mayo de 2008

Mayo 1968, por Manuel Castells

Las efemérides suelen desprender un tufillo de tejido de vida apolillado. Aún más cuando se trata de la nostalgia de ese mayo francés que revolucionó el mundo hace exactamente cuatro décadas. Porque fue precisamente una revolución iconoclasta, opuesta a cualquier recuperación simbólica del deseo de libertad por las celebraciones oficiales. Recuperación es la palabra clave que caracteriza la cultura de mayo de 1968. Fue un movimiento social sumamente consciente de que los proyectos de reinvención de la vida suelen acabar en modas comerciales o votos para nuevas versiones de partidocracia. Por eso se negó a sí mismo como agente político, o sea afanado en la toma del poder. Y por eso hay incomprensión de su realidad y su significado. Incomprensión resumida en otra palabra clave: fracaso. Porque desde el punto de vista del orden social es esencial poder tildar de fracaso todo lo que no tiene traducción política directa. Porque en la medida en que se acepta la necesidad de pasar por formas de mediación política para cambiar la vida, se cierra la trampa gatopardiana, el que todo cambie para que todo siga igual. Poderosos son los intereses en el mantenimiento de esa percepción. Porque la estabilidad de las instituciones que rigen nuestros destinos no se basa en la adhesión de los ciudadanos al modelo de sociedad y de vida nuestra de cada día, sino a la resignación acerca de su inevitabilidad. Así, el 61% de los ciudadanos del mundo consideran deshonestos a los políticos, en Europa el 83% desconfía de los partidos y el 69% del Gobierno. Pero esta masiva deserción de la esperanza de lo político no suscita dramas, salvo situaciones excepcionales de crisis, porque se ha llegado a un acuerdo tácito. Los políticos se ocupan de lo suyo (el poder) y nosotros de lo nuestro (la vida en todas sus facetas). Y mientras no nos molesten demasiado, refrendamos a unos y castigamos a otros cada cuatro años según como nos haya ido o lo peligrosos que nos parezcan algunos.

Esa disociación entre el cambio social y el cambio político entró en la historia contemporánea con el movimiento de mayo de 1968. No porque los rebeldes de mayo no fueran políticos sino porque afirmaban otra política. No es un análisis libresco el que les cuento en estas líneas. Es mi testimonio directo, porque viví en primera persona el mayo francés, sin protagonismo, pero sí como participante de primera línea. Por los azares de la vida, mi primer trabajo académico, a los 24 años, fue de profesor ayudante de sociología de la Universidad de París en el campus de Nanterre. Y en ese departamento empezó todo un 22 de marzo de 1968, cuando los estudiantes echaron a porrazos del campus a la policía que venía a detener a algunos activistas, incluido Daniel Cohn-Bendit, anarquista que se convertiría en el símbolo del movimiento. Dany “el rojo” era estudiante mío y hacíamos sociología en serio, además de imaginar la revolución y pelearnos con la policía.

Y lo que teníamos claro, junto con miles de jóvenes, es que queríamos cambiar el mundo por nosotros mismos.

Y cambiarlo en todas las dimensiones, empezando por las más personales, por la libertad sexual (motor del movimiento), por la igualdad entre mujeres y hombres (la reivindicación que empezó la revuelta en Nanterre), por la autogestión de la producción, por la liquidación de las burocracias políticas de izquierda y derecha, por la solidaridad con los inmigrantes y con el tercer mundo, por la crítica del consumismo y por la fusión con la naturaleza. Claro está que en la brecha abierta por nuestra utopía se precipitaron todas las reivindicaciones y esperanzas de la gente; huelgas obreras por mejores salarios y condiciones de trabajo, proyectos de nueva pedagogía, libertad de información, afirmación de la creatividad cultural. Y Francia dejó de trabajar durante semanas. No porque se hubiera declarado la huelga general por algún comité central sino porque millones de personas estaban demasiado ocupadas discutiendo en sus lugares de trabajo cómo cambiar su trabajo y su vida, desde los ministerios del gobierno a las fábricas Renault, y desde las facultades a los teatros. El sistema dejó de funcionar pero la gente empezó a funcionar. Las iniciativas más ocurrentes, los proyectos más creativos alimentaron debates inacabables y por tanto poco productivos en el viejo sentido de la productividad. Nunca se llegaba a decidir nada. Y claro, así De Gaulle amenazó con sus tanques y sus elecciones y ganó arrolladoramente en las urnas. Aunque menos de un año después los votantes lo jubilaron: efectos retardados del cambio de mentalidad. Porque lo que realmente cambió fue la forma de pensar y de ser. En Francia y en el mundo a través de múltiples movimientos similares, algunos inspirados en mayo, otros precursores, como el de Berkeley en 1964. El feminismo, el ecologismo, la defensa mundial de los derechos humanos, la crítica de la política partidista, la participación ciudadana, la libertad de crear, el ser uno mismo sin pedir permiso a nadie son valores normales para los jóvenes de hoy que el movimiento de mayo afirmó en la escena mundial y grabó en las mentes de todos. Son valores de los que hoy vivimos, valores de libertad y de creatividad.Recuerdo una madrugada en un París vacío por la huelga del transporte. Nos habíamos manifestado toda la noche, enfrentándonos a una policía cada vez más desmoralizada. Estábamos cansados. Colette y yo caminábamos kilómetros escuchando el ruido de nuestros pasos en una ciudad por fin tranquila. Colette era, como yo entonces, una soñadora del 22 de marzo. Tenía cara de ángel rubio y siempre sonreía en los momentos más duros. No éramos pareja, no había parejas en ese momento, sólo grupos de gente que nos queríamos de distintas formas. Pero esa noche estábamos demasiado cansados para todo lo que no fuera sentir el momento. Y entonces le dije, todavía con mis reflejos políticos: “quedará algo de todo esto cuando seamos viejos?”. Colette sonrió de nuevo y dijo dulcemente: “quedaremos nosotros”.

Fuente: Periódico La Vanguardia

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Otros artículos de Manuel Castells en este blog

Ministerios de Paz, por Federico Mayor Zaragoza

Federico Mayor Zaragoza es presidente de la Fundación Cultura de Paz

Desde el origen de los tiempos, en sociedades en las que el poder se hallaba normalmente en manos de los hombres, la razón de la fuerza ha prevalecido sobre la fuerza de la razón. Se ha aplicado siempre, como supuesto indiscutible, el más perverso de los proverbios: “Si quieres la paz, prepara la guerra”. Llega ahora el momento de sustituirlo, a escala mundial, por “Si quieres la paz, ayuda a construirla con tu comportamiento cotidiano”. Que nadie deje de hacer algo, por poco que sea, porque el gran paso que hay que dar es la suma de muchísimos pequeños pasos.

La crisis financiera, medioambiental, alimentaria y espiritual de estos albores de siglo y de milenio no puede ser, no debe ser, una crisis de ánimo sino espuela para la acción, para la aplicación del conocimiento en favor de la humanidad, para demostrar que, como dijo el presidente John F. Kennedy en junio de 1963, “ningún desafío se halla fuera del alcance de la capacidad creadora de la condición humana”.

En 1945, la clarividencia y la lucidez de momentos de gran zozobra, de confusión, de remordimiento posbélico, condujeron a la creación de las Naciones Unidas para que “los pueblos” evitaran a las generaciones venideras el horror de la guerra (Carta de las Naciones Unidas, 1945), “elevando los baluartes de la paz en la mente de los hombres” guiados por unos principios universales “democráticos” de justicia, libertad, igualdad y solidaridad, que enuncia el mismo año la Constitución de la Unesco y que desarrolla en 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Según el artículo primero: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y, dotados de razón, deben comportarse entre sí fraternalmente”.

Todo estaba, pues, bien preparado para la transición desde una cultura de guerra a una cultura de paz. Pero al poco tiempo - la historia se repite- los países más poderosos de la Tierra volvieron a alzar la mano en lugar de tenderla. Y en lugar de compartir bienes materiales y conocimientos con los países menos avanzados, estos países fueron explotados. En lugar de derribar vallas, se elevaron muros - como, desgraciadamente, está sucediendo actualmente- y, desobedeciendo las recomendaciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se tomaron la justicia por su cuenta (como en la invasión de Kosovo) o, basados en supuestos falaces, se llevaron a cabo guerras “preventivas” (ejemplo reciente de Iraq) y, en una situación de guerra todo vale, alevosas incursiones militares han producido, en los denominados ahora “efectos colaterales”, numerosas víctimas, niños incluidos, entre la población civil.

Un poder inmenso concentrado en contadas manos (los “cosmócratas”) que incluye la gran industria bélica, las fuentes energéticas, medios de comunicación…, intenta afianzarse fuera del marco del sistema de las Naciones Unidas (como es el caso de la Organización Mundial del Comercio), a la que utiliza esporádicamente, cuando le conviene.

Pero con el nuevo milenio, va extendiéndose de forma que resultará imparable en los próximos años, la fuerza de la razón, la conciencia del poder ciudadano que, pacíficamente, con firmeza, ya no se resigna a vivir sometido a los más arbitrarios designios del poder. La fuerza de la razón frente a la razón de la fuerza, guiada por los grandes valores universales y no por las leyes del mercado, para devolver a la humanidad las riendas de su destino.

Es esta nueva ciudadanía la que será capaz de movilizarse, con firmeza pero sin violencia, en favor de la igual dignidad humana y reducir primero y luego eliminar las asimetrías sociales, las flagrantes injusticias de un sistema de gobernación mundial que permite que mueran cada día más de 60.000 personas de hambre, de desamor y de olvido, al tiempo que se invierten más de 3.000 millones de dólares en armas. La razón de la fuerza, alentada por la colosal maquinaria bélico-industrial que, desde las lanzas hasta las ojivas nucleares, obtiene pingües beneficios de la dinámica que resulta de preparar la guerra para asegurar la paz. La paz se convierte así en pausa, en intervalo, de la guerra.

Ahora, por primera vez seguramente en la historia, la visión global del mundo nos mueve a la acción, a la participación, a no guardar silencio. Simultáneamente, el progreso de la tecnología de los medios de comunicación permite la participación no presencial, que constituye un avance que tendrá una extraordinaria repercusión, en muy pocos años, en el ejercicio de la ciudadanía plena y, por tanto, en la construcción de auténticas democracias. Pero, además, la transición desde una cultura de guerra a una cultura de paz será posible porque, en una decena de años, serán muchas las mujeres que aumentarán, por el ejercicio de sus altas funciones, el magro porcentaje de influencia femenina actual (5%, aproximadamente) en la toma de decisiones.

La ministra de Defensa, Carme Chacón, ha declarado que “está empeñada en que la sociedad comprenda que el ejército español es una fuerza de paz”. Y ha añadido: “Quien conoce el horror de la guerra, conoce el valor de la paz”. Hace años, propuse que los ministerios que antes se llamaban “de la Guerra” y luego pasaron a denominarse “de la Defensa”, deberían llamarse en realidad ministerios de la Paz. Sí, ha llegado el momento de proclamar que las fuerzas armadas, además de ser garantes, cuando así se decide en un contexto democrático, de la justicia y del estado de derecho, además de participar en todas aquellas misiones o conflictos que, bajo la autoridad de las Naciones Unidas, fuera procedente, su misión esencial es la de velar por la paz, por la convivencia pacífica, lo que les confiere una función permanente y no eventual, formando parte de una gran red de hombres y mujeres que, en todos los países del mundo, representando a sus respectivos pueblos, permitan la transición desde una economía de guerra a una economía de desarrollo social a escala planetaria, eviten la vergüenza colectiva de los niños soldados y explotados, contribuyan a disminuir, con recursos humanos y tecnológicos apropiados, el impacto de las catástrofes naturales y de toda índole, de reducir las brechas y desgarros sociales que, en todo el mundo, constituyen el caldo de cultivo de la violencia y la desesperación.

Juntos, podemos. “Debemos unirnos para crear una sociedad global sostenible fundada en el respecto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz”, proclama este precioso documento que es la Carta de la Tierra (2000).

Si quieres la paz, prepara la paz. “Los ejércitos, fuerzas de paz”. ¿Ministerios de Defensa? ¡Ministerios de Paz!

Fuente: Periódico La Vanguardia

Birmania: Intervención Humanitaria o Intervención Divina


Nueva y actualizada crónica de Concha Pinós, Directora de Birmania por la Paz, que está ahora en la frontera de Birmania. Nos plantea la cuestión de la intervención humanitaria.




INTERVENCIÓN HUMANITARIA O INTERVENCIÓN DIVINA


Este año es el 60 Aniversario de los DDHH, también es el 60 Aniversario de la independencia de Birmania. El General Than Shwe les pidió a los birmanos al empezar el año que "hicieran la firme resolución de construir un país moderno, en paz. Un país donde floreciese la disciplina nacional".

Parece todo una ironía de la vida, que desde septiembre del año pasado hasta el ciclón Nargis, el dictador no haya manifestado ni el menor signo de humanidad, permitiendo el paso de la ayuda humanitaria a la región del Irrawaddy, acción que hubiera podido salvar miles de vidas.

De todas las crisis humanitarias que yo he vivido a los largo de mi experiencia en Afganistán, Irak, Tsunami, Balcanes o Rwanda, Birmania era sin ninguna duda el mejor modelo para ejemplificar que significaba hacer una intervención humanitaria. Pero una vez más las Naciones Unidas, no han podido servir de ejemplo, dejando su labor en manos de un dictador. Parece una ironía que una organización que defiende, protege y promueve valores universales pueda ser acallada por una dictadura.

Ahora ya estamos viendo venir el segundo ciclón, cómo está fallando la distribución de la ayuda, cómo se está revendiendo en el mercado negro, o cómo está pasando a cuatro generales que las distribuirán entre aquellos que deseen. No hay compromiso por parte de la Junta de negociar nada, ni le vale el llamamiento de la comunidad internacional ni los miles de muertos birmanos.

Pero si la ONU quisiera actuar en la zona, y digo si quisiera, no si pudiera, debería de tener en cuenta que para triunfar habría que contar no solo con las víctimas del ciclón Nargis, sino con los millones de birmanos que se mueren de hambre y malnutrición dentro y fuera de Birmania. Estoy hablando de casi 5 millones de birmanos viviendo en Birmania, y de 1 millón de desplazados internos.

Después de cualquier misión de emergencia a gran escala o intervención humanitaria, se recibe normalmente un agradecimiento por parte del país que recibe, no es el caso de los generales. No es el caso, pero tampoco han pensado en devolver los regalos de boda. Avión que entra, avión que se quedan.

El sentido de una Intervención Humanitaria es el apelamiento a la Responsabilidad de Proteger, una teoría que gana peso por el terrible momentum que vivimos. La Responsabilidad de Proteger que tiene todo Estado con su pueblo y también las Naciones Unidas con todos los países: protegerles del genocidio, de los crímenes de guerra, de la limpieza étnica, de los crímenes contra la humanidad, del hambre, la pobreza o la muerte.

El caso de los generales birmanos es un clarísimo caso de "crímenes contra la humanidad" y debería aplicarse la legislación correspondiente.

La doctrina de la Responsabilidad de Proteger ha visto grandes ejemplos en Bosnia, Rwanda, y más recientemente en Darfur. La propuesta la firmaron 191 países. Esta propuesta permitiría que países como Francia, Inglaterra o USA pudieran ayudar humanitariamente, pero China y Rusia se oponen a ese movimiento.

El secretario de asuntos exteriores británico David Miliband, hablando en una magnifica entrevista a la BBC el 11 de Mayo, dijo que el régimen birmano "está perpetrando una política de maldad y negligencia" y que la posibilidad de intervención está sobre la mesa.

El día 13 oímos como Miliband, volvía sobre el asunto y sus comentarios iban más lejos "una acción militar en el ámbito humanitario es una opción", de hecho el naviero HMS Westminster ha sido enviado cerca de las aguas birmanas, así como barcos Franceses y Norteamericanos.

Mientras tanto los supervivientes birmanos, siguen mirando al cielo, esperando que un avión de ayuda humanitaria haga llover paquetes con todo lo necesario.

¿Por qué los políticos europeos no se han movilizado más para buscar soluciones que no pasen siempre por la ONU? Los esfuerzos del régimen por cuidar de su gente son miserables. Ya hay documentados casos de saqueos de los aviones, de contenedores expoliados y que ni siquiera llegan los tanques de agua salinizada al delta.

La ONU finalmente ha admitido que no pueden hacer más de lo que hacen, y que saben que un porcentaje bajísimo de las victimas está recibiendo lo necesario. Periodistas locales, extranjeros- disfrazados- han intentado reportar que pasa en el delta, filmando y fotografiando, pero los chekpoints son continuos.

Las únicas imágenes que los media birmanos pueden emitir continuamente son las que controlan los militares, donde se ve como dan paquetes de ayuda.

Ahora todos los que nos llamamos "ciudadanos libres del mundo" deberíamos estar avergonzados de nuestros gobiernos, deberíamos estar pensando que vamos a hacer con esos miles de personas. En qué tejado esta ahora la pelota. Vamos a hacer algo para salvar vidas birmanas, o vamos a limitarnos a contar cuantos murieron. El segundo ciclón ya está en marcha, es el ciclón de las epidemias, del agua contaminada por los cuerpos podridos.

No se crean los europeos o norteamericanos que si deciden hacer una intervención aérea aunque sea por razones humanitarias, no se van a encontrar un sistema de defensa aéreo. Habrá una recepción hostil.

A Naypyidaw han llegado 29 MiG de Rusia y misiles del Norte de Korea, que apuntarán a donde sea necesario. Aunque algunos observadores políticos apuntan que una intervención rápida, podría acabar con el régimen birmano en pocas horas.

En cualquier caso, una intervención humanitaria es una obligación moral para salvar vidas y proveer ayuda. Quizás tengamos que esperar, de nuevo, a la "coalición de la gracia": China, Rusia y Asean, para que coordine los esfuerzos... o quizás tengamos que esperar sólo una intervención divina, ya que no hay humana ni humanitaria.


Otras crónicas desde Birmania de Concha Pinós:


Crónica desde la frontera de Birmania de 6 días de desesperación del pueblo birmano Sábado, 10 de mayo
No nos olvidemos de Birmania Jueves, 8 de mayo
Llamamiento urgente desde Birmania
, Miércoles, 7 de mayo

Vídeo: Un punto azul pálido. La Tierra en el Cosmos, por Carl Sagan

La imagen está tomada el 14 de febrero de 1990 a 6.000 millones de kilómetros de la Tierra, metro arriba metro abajo. La reflexión es de Carl Sagan:

Cuatro «erres» contra el consumismo, por Leonardo Boff

El hambre es una constante en todas las sociedades históricas. Hoy, sin embargo, alcanza dimensiones vergonzosas y simplemente crueles. Revela una humanidad que ha perdido la compasión y la piedad. Erradicar el hambre es un imperativo humanístico, ético, social y ambiental. La condición previa más inmediata y posible, que debe ser puesta inmediatamente en práctica es un nuevo patrón de consumo.

La sociedad dominante es evidentemente consumista. Da centralidad al consumo privado, sin auto-límite, como objetivo de la propia sociedad y de la vida de las personas. Consume no sólo lo necesario, lo que es justificable, sino lo superfluo, lo que es cuestionable. Este consumismo sólo es posible porque las políticas económicas que producen los bienes superfluos son continuamente alimentadas, apoyadas y justificadas Gran parte de la producción se destina a generar aquello que en la realidad no precisamos para vivir decentemente.

Como se trata de lo superfluo, se recurre a mecanismos de propaganda, de marketing y de persuasión para inducir a las personas a consumir y a hacerlas creer que lo superfluo es necesario y que es una fuente secreta de felicidad.

Lo fundamental para este tipo de marketing es crear hábitos en los consumidores hasta que se cree en ellos una cultura consumista y una necesidad imperiosa de consumir. Se suscitan más y más necesidades artificiales y en función de ellas se monta el engranaje de la producción y de la distribución. Las necesidades son ilimitadas, por estar ancladas en el deseo que, por naturaleza, es ilimitado. Por esta razón, la producción tiende a ser también ilimitada. Surge entonces una sociedad, ya denunciada por Marx, marcada por fetiches, abarrotada de bienes superfluos, punteada de centros comerciales, verdaderos santuarios del consumo, con altares llenos de ídolos milagreros, pero ídolos al fin y al cabo; una sociedad insatisfecha y vacía porque nada la sacia. Por eso, el consumo es creciente y nervioso, sin que sepamos hasta cuándo la Tierra finita aguantará esta explotación infinita de sus recursos.

No causa sorpresa el hecho de que el presidente Bush convoque a la población a consumir más y más y así salvar la economía en crisis, lógico, a costa de la sostenibilidad del planeta y de sus ecosistemas. Contra eso, cabe recordar las palabras de Robert Kennedy el 18 de marzo de 1968: «No encontraremos un ideal para la nación ni una satisfacción personal en la mera acumulación ni en el mero consumo de bienes materiales. El PIB no contempla la belleza de nuestra poesía, ni la solidez de los valores familiares, no mide nuestro ingenio, ni nuestro valor, ni nuestra compasión, ni nuestro amor a la patria. Mide todo menos aquello que hace la vida verdaderamente digna de ser vivida». Tres meses después fue asesinado.

Para hacer frente al consumismo urge que seamos de modo consciente anticultura, en ejecicio. Hay que incorporar a la vida cotidiana las cuatro «erres» principales: reducir los objetos de consumo, reutilizar los que ya hemos usado, reciclar los productos dándoles otra finalidad, y finalmente, rechazar lo que el marketing, descarada o sutilmente, nos empuja a consumir.

Sin este espíritu de rebeldía consecuente contra todo tipo de manipulación del deseo y con la voluntad de seguir otros caminos dictados por la moderación, por la justa medida y por el consumo responsable y solidario, corremos el peligro de caer en las insidias del consumismo, aumentando el número de hambrientos y empobreciendo el planeta ya actualmente más y más devastado.


Fuente: Koinonia

¿Quién gana con la crisis alimentaria mundial?, por Esther Vivas

El precio de los alimentos y, en especial, de los cereales básicos ha aumentado espectacularmente en estos últimos meses. Los medios de comunicación nos han mostrado nuevas revueltas del hambre en los países del Sur que nos recuerdan aquellas que se llevaron a cabo a mediados y finales de los ochenta contra los planes de ajuste estructural impuestos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. En países como Haití, Pakistán, Guinea, Marruecos, México, Senegal, Uzbekistán, Bangladesh… la gente ha salido a la calle para decir: “Ya basta”. Pero, ¿qué se esconde detrás de la crisis alimentaria mundial? ¿Todo el mundo pierde? ¿Hay quien sale ganando?

El precio de sesenta productos agrícolas ha aumentado un 37% en el último año en el mercado internacional. Un aumento que ha afectado sobre todo a los cereales con una subida del 70%. Entre éstos, el trigo, la soja, los aceites vegetales y el arroz han alcanzado cifras récord. El precio del trigo, por ejemplo, suma hoy un 130% más que hace un año y el arroz un 100%. Viendo estos datos no es de extrañar las explosiones de violencia en el Sur para conseguir alimentos porque son los cereales básicos, aquellos que alimentan a los más pobres, los que han experimentado una
subida sin parangón.

Pero el problema hoy no es la falta de alimentos en el mundo, sino la imposibilidad para acceder a ellos. De hecho, la producción de cereales a nivel mundial se ha triplicado desde los años sesenta, mientras que la población a escala global tan sólo se ha duplicado.

Hay razones varias que explican este aumento espectacular de los precios: desde las sequías y otros fenómenos meteorológicos en países productores como China, Bangladesh y Australia que habrían afectado a las cosechas; el aumento del consumo de carne por parte de pujantes clases medias en América Latina y en Asia, especialmente en China; las importaciones de cereales realizadas por países hasta el momento autosuficientes como India, Vietnam o China, debido a la pérdida de tierras de cultivo; el aumento del precio del petróleo que habría repercutido directa o indirectamente, y hasta las crecientes inversiones especulativas en materias primas.

Es aquí donde creo importante centrarnos en estas dos últimas causas. El aumento del precio del petróleo ha generado el uso de combustibles alternativos como aquellos de origen vegetal. Gobiernos como el de Estados Unidos, la Unión Europea, Brasil y otros han hecho especial énfasis en la producción de agrocombustibles como una alternativa a la escasez de petróleo y al calentamiento global. Pero esta producción de combustible verde entra en competencia directa con la producción de alimentos. Por poner sólo un ejemplo, el año pasado en Estados Unidos el 20% del total de la cosecha de cereales fue utilizada para producir etanol y se calcula que en la próxima década esta cifra llegará al 33%. Imaginémonos esta situación en los países del Sur. La FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ya ha reconocido que “a corto plazo, es muy probable que la expansión rápida de combustibles verdes, a nivel mundial, tenga efectos importantes en la agricultura de América Latina”.

Otra causa a resaltar es la creciente inversión por parte del capital especulador en materias primas. En la medida en que la burbuja inmobiliaria estalló en los Estados Unidos y se profundizó en la crisis financiera, los especuladores empezaron a invertir en alimentos, empujando al alza sus precios.

Pero esta crisis alimentaria mundial no es coyuntural, sino que responde al impacto de las políticas neoliberales que se vienen aplicando desde hace treinta años a escala global. Liberalización comercial a ultranza a través de las negociaciones en la Organización Mundial del Comercio y en los acuerdo de libre comercio y las políticas de ajuste estructural, el pago de la deuda externa, la privatización de los servicios y bienes públicos son sólo algunas de las medidas que se han venido imponiendo por parte del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en las últimas décadas en los países del Sur.

Unas políticas que han permitido la invasión de estos mercados por productos del agribusiness del Norte altamente subvencionados y que han acabado con la agricultura y la ganadería autóctona; reconvirtiendo y privatizando tierras destinadas hasta el momento al abastecimiento local en tierras de producción de mercancías para la exportación. Unos territorios en manos de la agroindustria, quien ha sacado provecho de una mano de obra barata y de una laxa legislación medioambiental.

Este modelo de agricultura y alimentación no sólo tiene consecuencias en el Sur global, sino también en las comunidades del Norte: acabando, en ambos lados del planeta, con una agricultura familiar y un comercio de proximidad vital para las economías locales; promoviendo una creciente inseguridad alimentaria con una dieta que se abastece de alimentos que recorren miles de kilómetros antes de llegar a nuestra mesa, y fomentando una agricultura y ganadería intensiva, desnaturalizada, drogodependiente (por el alto uso de pesticidas) y donde el beneficio económico se antepone a los derechos sociales y medioambientales.

La crisis alimentaria global beneficia a las multinacionales que monopolizan cada uno de los eslabones de la cadena de producción, transformación y distribución de los alimentos. No en vano los beneficios económicos de las principales multinacionales de las semillas, de los fertilizantes, de la comercialización y transformación de comida y de las cadenas de la distribución al detalle no han parado de aumentar.

Los alimentos se han convertido en una mercancía en manos del mejor postor. Las tierras, las semillas, el agua… son propiedad de multinacionales que ponen un precio exorbitante a unos bienes que hasta hace muy poco eran públicos. Frente a la mercantilización de la vida, debemos de reivindicar el derecho de los pueblos a la soberanía alimentaria, a controlar su agricultura y su alimentación. No se puede especular con aquello que nos alimenta.

Esther Vivas es co-coordinadora de los libros Supermercados, no gracias y ¿Adónde va el comercio justo?.


Fuente: Público