¿Qué es Gaia?
por James Lovelock
La mayoría de nosotros siente que la Tierra es más que una esfera de roca con una delgada capa de aire, océano y vida cubriendo la superficie. Sentimos que pertenecemos aquí como si el planeta de hecho fuera indudablemente, nuestro hogar. Tiempo atrás los griegos, pensando de esta manera, dieron a la Tierra el nombre de Gaia o, más corto, Ge. En esos días, la ciencia y la teología eran una y, aunque la ciencia era menos precisa, tenía alma. Con el paso del tiempo esta cálida relación perdió fuerza y fue remplazada por la rigidez de los escolásticos. Las ciencias de la vida no tuvieron más relación con la vida, cayeron en la clasificación de cosas muertas y aún en la disección de animales vivos. Ge fue robada a la teología para convertirse tan sólo en la raíz de las palabras Geografía y Geología. Ahora por fin hay señales de cambio. La ciencia se vuelve de nuevo holística y redescubre el alma y la teología, movida por fuerzas ecuménicas, comienza a entender que Gaia no puede subdividirse para la conveniencia académica y que Ge es mucho más que un prefijo.
El nuevo entendimiento ha venido desde que tuvimos la posibilidad de ver la Tierra desde el espacio. La visión de esa espléndida esfera blanca salpicada de azul nos impactó a todos, sin importar que hoy en día es casi un cliché visual. Incluso abre el ojo de la mente, tal como un viaje lejos del hogar agranda la perspectiva de nuestro amor por aquellos que permanecen allá.
El primer impacto de esos viajes fue el sentido de maravillarse dado a los astronautas y a nosotros al compartir su experiencia indirectamente por la televisión, pero al mismo tiempo la Tierra estaba siendo vista desde afuera por la mirada fija y más objetiva de los instrumentos científicos. Estos dispositivos fueron bastante impermeables a la emoción humana aunque enviaron la información que nos permitió ver que la Tierra es como una extraña y bella anomalía. Estos instrumentos demostraron que la Tierra está hecha de los mismos elementos y aproximadamente en las mismas proporciones que hay en Marte y Venus, pero también revelaron que nuestros hermanos planetas eran desiertos y estériles, tan diferentes a la Tierra como un pájaro cantor de una roca.
Ahora vemos que el aire, el océano y el suelo son mucho más que un mero ambiente para la vida; son una parte de la vida misma. Así que el aire es a la vida como la piel es al gato o el nido al pájaro. No animada pero hecha de cosas vivas que proteger, por el contrario, de un mundo hostil. Para la vida en la Tierra el aire es nuestra protección contra las frías profundidades y las feroces radiaciones del espacio.
No hay nada inusual en la idea de la vida en la Tierra interactuando con el aire, océano y rocas, pero se necesitó la visión desde el exterior para ver la posibilidad de que esta combinación podría consistir de un gigante sistema individual viviente con la capacidad de mantener la Tierra siempre en el estado más favorable para la vida sobre ella.
Una entidad abarcando un planeta entero y con una poderosa capacidad de regular el clima necesita ser tener un nombre que la iguale. Fue el novelista William Holding quien propuso el nombre Gaia. Alegremente aceptamos su sugerencia y Gaia también es el nombre de la hipótesis de la ciencia que postula que el clima y la composición de la Tierra siempre están cercanos a lo óptimo cualquiera que sea la vida que la habite.
La evidencia reunida para respaldar a Gaia es considerable ahora pero como es frecuente en el camino de la ciencia, es menos importante que su uso como una especie de lupa para ver el mundo de una manera diferente, y la cual nos hace formularnos nuevos interrogantes acerca de la naturaleza de la Tierra.
Si nosotros somos "todos criaturas grandes y pequeñas", desde las bacterias hasta las ballenas, parte de Gaia, entonces todos somos potencialmente importantes para su bienestar. Sabíamos en nuestros corazones que la destrucción de gamas enteras de otras especies era un error pero ahora sabemos por qué. Ya no podemos seguir simplemente lamentando la muerte de una de las grandes ballenas, o de la mariposa azul, ni aún del virus de la viruela. Cuando eliminamos uno de ellos de la Tierra destruímos una parte de nosotros mismos puesto que nosotros también somos parte de Gaia.
Hay muchas posibilidades, desde la comodidad hasta la consternación, al contemplar las consecuencias de nuestra membresía en esta gran riqueza comunitaria de cosas vivas. Puede ser que uno de los roles que nosotros desempeñamos sea el de los sentidos y sistema nervioso de Gaia. A través de nuestros ojos ella ha visto por primera vez su linda cara y a través de nuestras mentes ha tomado conciencia de si misma. De hecho nosotros pertenecemos a ella. La Tierra es más que un simple hogar, es un sistema vivo y nosotros formamos parte de él.
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