Una de las características de este neocapitalismo financiero que estamos sufriendo es la puesta en el mercado de todo tipo de valores. Es decir, todo está en venta. Todo es susceptible de ser vendido y comprado. Todo está etiquetado. Todo tiene un precio. En la dictadura de la economía de mercado todo se compra y se vende, hasta el cariño verdadero. El criterio economicista rige la vida humana. Los valores humanos que han guiado la historia están igualmente en venta al mejor postor. Las agencias de publicidad y la industria del marketing tienen en sus nóminas de asalariados a los mejores cerebros especializados en psicología y en comportamiento humano. Su misión no es la de mejorar la raza humana sino la de escudriñar en nuestra alma con el fin de poner a puntos estrategias comerciales capaces de vendernos cualquier cosa. El amor, la fidelidad, la amistad, el respeto y la gratitud hacia los ancianos, la protección de los niños han sido valores éticos que han guiado la historia de la Humanidad desde las cavernas. Hoy día, un valor sólo merece ese nombre si es capaz de cotizar en Bolsa y convertirse en montañas de dólares o de euros.
El agua clara, el aire puro, los alimentos simples y sanos, los campos de cultivo, las huertas fértiles, el fuego del hogar están en la base de nuestra vida y de nuestra felicidad, pero hoy día los ejecutivos del marketing son capaces de vendernos todo tipo de mierdas contaminadas a precio de oro haciéndonos creer además que si no consumimos el producto que ellos imponen no tenemos derecho a la felicidad ni a la ciudadanía. ¿Qué es lo realmente valioso? ¿Qué es lo que tiene un valor real? Los especuladores gastan enormes fortunas y medios con el fin de vendernos “valores” cuyo único valor consiste en que unos pocos se enriquecen a costa del engaño de la mayoría.
Tomemos el ejemplo de las semillas. Las semillas de cereales, legumbres, frutales y verduras tienen un importantísimo valor para la alimentación humana. Desde la invención de la agricultura, las semillas fuertes y fértiles, conseguidas mediante una selección natural que ha durado siglos, han constituido una riqueza real de las sociedades agrícolas. Tradicionalmente, los agricultores seleccionaban las mejores semillas de sus propias cosechas y las volvían a utilizar para la cosecha del año siguiente. Cada zona geográfica contaba con su propia selección de las semilla y de las especies mejor adaptadas al medio natural.
Hoy en día, las multinacionales agroalimentarias están acabando con esta situación. Estas multinacionales cotizan en Bolsa, gastan enormes sumas en marketing y se están apropiando del mercado mundial de semillas, así como de la opinión pública desinformada. Están obligando a los campesinos de todo el mundo a adoptar un “valor” falso, apoderándose de la riqueza genética acumulada por las sociedades agrícolas tradicionales. Venden semillas cuyas plantas son infértiles. Con lo cual, para la siguiente cosecha los agricultores deben volver a comprarles de nuevo semillas. Venden semillas manipuladas genéticamente cuyas plantas sólo responden satisfactoriamente a los plagicidas químicos producidos por las mismas multinacionales. Dicen vender “valores” tales como “libertad”, “prosperidad”, “seguridad”, cuando en realidad lo que están haciendo es subyugar a los agricultores.
Las principales multinacionales que venden semillas y plaguicidas a gran escala son estadounidenses. Pocos son los agricultores que saben que el control mundial de las semillas es una estrategia del Pentágono: es muy fácil controlar a los pueblos si controlas la base de su alimentación.
Necesitamos volver a las cosas realmente auténticas. Tenemos que tener mucho cuidado con no dejarnos engañar ni por el mercado de valores ni por los valores del mercado. El valor de un tomate no está en la campaña de imagen que lo promociona sino en su sabor y en sus nutrientes.
miércoles, 27 de febrero de 2008
Mercado de valores
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