El hecho de medir el nivel de bienestar de una sociedad utilizando parámetros exclusivamente económicos (PIB, tasa de crecimiento anual, etc.) es una de las mayores falacias de las sociedades modernas. El mito del Progreso, entendido como crecimiento económico continuo e ilimitado, sigue aún alimentando la maquinaria infernal de la producción y del consumo. A pesar de que ya por los años setentas el Club de Roma lanzó una lúcida advertencia sobre la inviabilidad de un crecimiento económico ilimitado y sobre el suicidio colectivo al que tal concepción nos aboca, los responsables de la gran economía y los líderes políticos continúan persiguiendo un aumento anual del crecimiento económico.
Pero ¿qué significa, en pocas palabras, “crecimiento económico”? Significa mayor productividad y mayor consumo. Productividad quiere decir transformación de recursos naturales en objetos de consumo. Consumo quiere decir adquisición, acumulación, de dichos objetos. Las sociedades desarrolladas modernas necesitan mantener engrasado el engranaje estimulando la acumulación de bienes, de riquezas, de objetos, es decir, estimulando
Si los recursos naturales del Planeta Tierra fueran ilimitados tal vez no tendríamos por qué preocuparnos. Pero el hecho contundente es que no lo son. No hay suficientes recursos en el planeta para alimentar el sistema económico actual.
La organización ecologista WWF ha dado a conocer el parámetro de la “huella ecológica”. Se trata de un indicador de la presión que ejerce el ser humano sobre
A escala global, la huella ecológica de la humanidad es una estimación de la superficie terrestre o marina, biológicamente productiva, necesaria para responder al conjunto de nuestras necesidades.
Según el informe “Planeta Vivo
Está claro que nuestro sistema de vida actual supera la capacidad del planeta. Si no hacemos nada, en el 2007 la huella ecológica de la humanidad podría superar el 100 % de la capacidad biológica del planeta.
Estos datos nos llevan a reflexiones clarificadoras. Si la media de sostenibilidad del planeta es de 1,8 Ha/habitante ¿cómo es posible que sociedades como la norteamericana o la europea estemos consumiendo el equivalente a 9,70 Ha/habitante? ¿De dónde salen los recursos naturales que consumimos los norteamericanos y los europeos? No de Estados Unidos ni de Europa, sino de aquellas regiones y países cuya utilización de recursos no llega ni siquiera a satisfacer sus propias necesidades. En otras palabras, la riqueza de unos necesita y genera la pobreza de otros. Nuestros bienestar y nuestro crecimiento económico se asientan sobre la pobreza y la carencia de gran parte de la población mundial. La avaricia es un cáncer depredador que está corroyendo las bases mismas de la civilización humana.
¿Cómo es posible que la avaricia de los países más desarrollados siga depredando las riquezas y los recursos naturales de los países menos desarrollados? Con el apoyo de un sistema económico internacional injusto basado en la política del más fuerte, es decir, basado –en última instancia- en el poder militar.
La guerra es consustancial a
Cuando la invasión de Irak, la ciudadanía europea se manifestó masivamente a favor de
Es por lo tanto evidente que mientras que haya avaricia o consumo irresponsable habrá guerras y conflictos. La paz sólo puede ser construida sobre las bases de la justicia social, del reparto equitativo de los recursos, del intercambio comercial justo de los bienes de consumo.
Necesariamente, Occidente y los países que más recursos consumen debemos ralentizar nuestro crecimiento y disminuir nuestro nivel de consumo. Bien es cierto que este discurso es políticamente muy incorrecto y ningún político en campaña electoral tendrá la valentía de presentarlo. Pero alguien tendrá que ponerle tarde o temprano –más vale temprano que tarde- este cascabel al gato. Mientras tanto, los ciudadanos de a pie deberíamos hacer todo lo posible para disminuir nuestro consumo asumiendo una actitud de simplicidad y sobriedad voluntarias. En nuestras manos está frenar la maquinaria infernal que está destruyendo el lecho ecológico necesario para la vida, al mismo tiempo que está creando un abismo cada vez más grande entre el Norte atrincherado en sus riquezas y el Sur desangrándose en hambrunas, guerras y conflictos que se cobran millones de vidas humanas cada año.
La mejor manera de trabajar por la paz que todos anhelamos es aceptar un estilo de vida simple y sobrio en el que el nivel de bienestar no sea ya medido por PIB ni por tasas de crecimiento económicos sino por la satisfacción interior, por la solidaridad entre seres y pueblos, por el respeto a la naturaleza.
Todos tenemos una parte de responsabilidad y creo que, particularmente, los líderes religiosos y los creadores de opinión, debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para que esta conciencia crezca cada vez más, antes de que sea demasiado tarde.
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