"Desde entonces, a una hora incierta, /esa pena retorna",
dice Primo Levi en su poema El superviviente. Y, anteayer, a esa hora gris en que la tarde se desploma irremediablemente hacia la noche, Jorge Semprún, antiguo deportado en Buchenwald, desgranó en Barcelona sus recuerdos sobre la experiencia de los campos nazis.
Lo hizo en un diálogo con el crítico de arte francés Jean Clair y moderados por el poeta Àlex Susana a propósito de la pintura de otro deportado -en Dachau- amigo de ambos, Zoran Music (Görtz, 1909-Venecia, 2005). Fue una conversación iluminadora, pese a lo tenebroso de lo evocado, plena de emotividad y de reflexiones, como no podía ser de otra manera, sobre el horror y el arte. Semprún comenzó por valorar la pintura de Music -de la que la fundación Caixa Catalunya ofrece en La Pedrera una extraordinaria exposición comisariada por Clair- como parte de la experiencia de los Lager. "Cuando veo por primera vez sus dibujos en los años setenta, esos dibujos que hizo in situ, a escondidas, en Dachau en 1944, jugándose la vida, estoy viendo lo que he visto yo mismo, retorna la memoria postergada".
Semprún, un Semprún que no dudó en reconocer que a los viejos deportados como él les queda "poco tiempo", y en advertir que cuando el último de ellos desaparezca se perderá una parte de la memoria de los campos, "como el olor de los hornos crematorios, algo que nadie puede transmitir", evocó a través de la pintura de Music los "carretones de muertos" de la Leichenkolonnen, la brigada de los cadáveres que retiraba cada día a los que habían perecido en los bloques, las literas abarrotadas, los ahorcados itifálicos...
Music plasmó, en Dachau mismo, y luego, años después, en la serie Nous ne sommes pas les derniers (1970) sólo a los hundidos del campo, los acabados, los muertos vivientes, los vivos cadaverizados, "los denominados en argot del Lager muselmanner, musulmanes", por su actitud física que recordaba el recogimiento para la oración. Otro elemento de los campos que identifica Semprún en la pintura de Music es la promiscuidad. "El peor recuerdo no es el hambre, el sueño ni el miedo, sino el infierno de vivir sin estar un segundo solo". Music quedó muy marcado personalmente por eso: "Era muy difícil conversar con él, era muy silencioso. Y esa tentativa de acabar con la promiscuidad de la memoria a través de la soledad, la física y la de sus autorretratos es también una marca, el rescoldo de los campos".
Señaló Semprún que en Music, sin embargo, pese al objeto de su mirada, "sorprende la belleza, la belleza del desastre, con que representa el horror". Lo que se explica, continuó, porque en realidad, en sus dibujos, "no estamos en el registro del horror, sino del dolor; el horror repele, el dolor no, el dolor emociona, hace abrir los ojos, y ofrece una esperanza". Clair opinó que la belleza en Music, en sus "catastros de cadáveres de Dachau" nace de la compasión. Music, dijo, devuelve a los musulmanes su dignidad en la muerte al pintar la "trágica elegancia y la fragilidad de sus cuerpos"."Sorprende en Music la belleza con que pinta la tragedia".
En el infierno
Para Semprún, la representación plástica del mundo de los campos -Fritta en Terezin, Violette LeCoq y Aat Breur en Ravensbrück- es más difícil que la literaria. "Hay más margen para el escritor, para ir sugiriendo con las palabras". Clair recordó que Music comparte la tradición plástica de la Mitteleuropa y generacionalmente está junto a Kokoschka y Egon Schiele, y que visitó el Prado y la Quinta del Sordo. Para el estudioso, dibujar en el infierno es intentar comprenderlo. Pero hay en los campos otros también artistas que no logran lo que Music. Semprún se refirió a Boris Taslizky, que dibujó sus famosos 111 retratos -publicados luego por Louis Aragon- en el mismo Buchenwald, en papel robado a los SS. "Fue amigo mío en el campo. Su trabajo fue muy difícil, ser sorprendido por los SS dibujando clandestinamente significaba una ejecución inmediata. Sin embargo, a diferencia de Music, Taslizky fracasó completamente: trató de hacer grandes lienzos pictóricos y no transmite horror ni dolor, porque es archirrealista". Sorprende en Music que 25 años después de Dachau los musulmanes y los cadáveres volvieron a emerger en su obra. Semprún señaló que el periodo de silencio en los deportados, "lo que hemos tardado en escribir o pintar sobre aquello, coincide con el tiempo del rechazo social a la memoria".
Reportaje: "Catastro fúnebre de Zoran Music en los campos del horror" de Jacinto Antón, Barcelona - 28/02/2008. El PaísSobre Zoran Music
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