Según explicó a la agencia EFE Steve Rowe de la empresa Wawali que distribuye una docena de marcas exclusivas de agua en España: "No es que la gente sea más rica, sino que está más dispuesta a gastar en productos de calidad, saludables y de diseño". Explicó que las aguas "más caras y exóticas" son las que tienen mayor aceptación en España, donde esta empresa organiza catas en ciudades como Madrid, Barcelona, Bilbao o Valencia, para enseñar a distinguir entre marcas y a combinarlas adecuadamente con los alimentos.
Saciar la sed se ha convertido en negocio en una parte del planeta en la que se recoge el agua de lluvia o se extrae de remotos glaciares o manantiales naturales, mientras que en otra unos 1.100 millones de personas, es decir, más de una sexta parte de la población mundial, carece de acceso a este recurso de primera necesidad.
Hemos llegado a una instancia en la historia de la humanidad en que debemos buscar, como sociedad global, la forma de “maximizar las satisfacciones humanas por medio de un modelo óptimo de consumo y no maximizar el consumo por medio de un modelo óptimo de producción”. Así decía Ernst Friedrich "Fritz" Schumacher (1911-1977) en su famoso libro "Lo pequeño es hermoso: La Economía como si la gente importara".
El esfuerzo que se necesita para este cambio nos impele a la acción individual responsable; a sustituir nuestros hábitos de consumo, a desconectarnos de la Red de marcas mundiales que nos mantiene atrapados en la hiposis consumista, a cambiar nuestra ciega búsqueda de confort por una exploración interna en busca de verdaderos y profundos significados. Cuánto más feliz se es luego de consumir este agua? ¿Cuánto más felices podemos ser si destinamos más recursos y atención a ayudar a quienes más lo necesitan?
Fuente: Escrito por Andrés Schuschny en el blog: Humanismo y Conectividad
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