Las razones de la ecología política
Boro Miralles
Ahora se habla mucho de futuro sostenible, ¿pero por qué siempre tiene que ser la sostenibilidad un futuro? ¿Por qué ya somos de Economía, de Educación, de Trabajo, de Turismo, de Sanidad, etc. y nunca llegamos a ser sostenibles? ¿Qué NO es eso de la sostenibilidad?
La sostenibilidad no son estrategias de limpieza de imagen, ni desarrollismo sensible con el entorno, ni la presencia de ecologistas en órganos de la administración meramente consultivos, ni soluciones tecnológicas “verdes”, ni medidas de modernización ecológica del capitalismo, ni políticas ambientales de caricatura como la concepción de los espacios naturales como manchas aisladas del territorio, ni fabricar coches reciclables pero cada vez más y más motores en las carreteras, ni procurar una concienciación en educación ambiental como un manual de reglas de urbanidad... Caer en la autocomplacencia hipócrita y contradictoria que afirma "respetar el medio ambiente", no es caminar por un presente ni futuro sostenible.
Estamos inmersos en un estado de emergencia ecológica que reclama urgentemente políticas de poner límites en todos los ámbitos de la actividad humana que presionen más todavía la capacidad de carga del planeta. Sólo seremos sostenibles cuando seamos capaces de tomar decisiones políticas que limiten el crecimiento (como ya vaticinó el Club de Roma mediante el informe Meadows -1972-) y pongamos la calidad de vida y el bienestar social por delante de la explotación intensiva de los escasos y frágiles recursos naturales del planeta.
Hace apenas unos veinte años, únicamente el movimiento ecologista internacional y los científicos del IPCC (Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, creado en 1988 por la ONU), levantaron las voces de alarma por el calentamiento global de la Tierra como consecuencia de las actividades antrópicas. Era la culminación de un inmenso espectáculo post-industrial que devasta sin conmiseración la tierra donde vivimos, sin tener la más mínima visión de futuro a medio ni a largo plazo. Los cuatro científicos locos y los ecologistas de todo el mundo lo hicieron público con datos contrastados y rigurosos: era imprescindible hacer las paces con el clima reduciendo las emisiones de CO2 y los gases invernadero, así como políticas eficientes de ahorro energético. Los medios de comunicación, la opinión pública, los partidos políticos institucionales, incluso una parte de la comunidad científica los ridicularizaron, los vilipendiaron de catastrofistas, de querer el retorno a las cuevas, de sinvergüenzas anti-progreso, de hacer ciencia ficción... Los acusaron abiertamente de pirados e involucionistas.
Año 2007. Al Gore, premio Nóbel de la Paz, por su lucha contra la amenaza del cambio climático y la difusión mundial de su documental "Una verdad incómoda"; el gobierno laborista inglés, el gobierno socialista de nuestro estado, toman la iniciativa haciendo público el asesoramiento de Gore en materia de políticas gubernamentales contra el calentamiento global. Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, mes de noviembre en la ciudad de Valencia, nada sospechosa de ser la capital del ecologismo español, jornadas de trabajo del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático: "No hay marcha atrás", concluye. Catástrofes naturales regulares y persistentes ligadas a causas ambientales y que nadie se atreve ya a negarlo. Los mass media tratan a menudo y con normalidad los efectos del calentamiento del planeta.
¿Qué ha pasado? Ahora mismo, no hay ningún partido político con una mínima capacidad de análisis ambiental, que se atreva a poner en entredicho el cambio climático. Pero igual que dijimos nuestras ideas antes que nadie mencionara nada, en los inicios del s.XXI, los participantes del movimiento de la ecología política seguimos haciendo otras propuestas en muchos otros frentes, ideas de acción política hacia la sostenibilidad: establecimiento de limitadores socioambientales al crecimiento económico; desvinculación de la actividad turística del consumo de recursos naturales y de territorio; contención del crecimiento urbanístico y marcar techos máximos de edificación así como medidas eficaces de gestión de la vivienda para evitar la especulación inmobiliaria; movilidad, accesibilidad y transporte sostenible contra el infarto circulatorio y a favor de la pacificación del tráfico; cultura verde del agua, de los residuos, de la energía...; implantación progresiva de la fiscalidad ecológica; conservación de la
biodiversidad y gestión de los espacios naturales; agricultura ecológica y seguridad alimentaria; producción empresarial limpia y consumo responsable; educación ambiental y comunicación social como soportes del cambio de conciencia ciudadana hacia la sostenibilidad.
Todos los partidos han ido incorporando políticas ambientalistas –que no ecologistas- en sus programas. Las propuestas verdes siguen transversalizando y definiendo un espectro cada vez mayor del horizonte político, económico y social. Una farsa que cumple a la perfección su función mediática y de mercadotecnia. Pero las mentiras siempre salen a la luz. En política, también. Las razones a la que nos referimos en el título de este trabajo son los posicionamientos ideológicos y vivenciales ligados indisolublemente al ecologismo político que ya se confirman, o sin duda se confirmarán con el tiempo, como pragmáticas, válidas y necesarias, sin tener que quitarles por eso ni un ápice de su carácter alternativo, utópico, provocador y transgresor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario