Bióloga. Criminal profiler. Coordinadora del Área de Relaciones Internacionales de
Cada año se lanzan al mercado nuevas fórmulas de productos para el aseo personal, cosméticos y limpieza… pero antes de llegar a las estanterías de supermercados y perfumerías, donde los compramos, han atravesado una serie de pruebas innecesarias, dejando atrás millones de animales mutilados, quemados, gaseados y sacrificados. Resaltemos pues que estos tests son innecesarios y que existen numerosos laboratorios que utilizan métodos de investigación y pruebas de seguridad sin animales. Pero a pesar de ello, aún hay quien argumenta el uso de animales para garantizar la seguridad del consumidor, o para cubrirse las espaldas en caso de denuncia.
A menudo se cree que las Directivas Europeas y la Food, Drug and Cosmetic Act de EEUU exigen las pruebas con animales, pero no es así, por lo que millones de ellos siguen siendo víctimas inocentes de experimentos crueles y dolorosos.
La FDA insta a los laboratorios a llevar a cabo las pruebas necesarias para evaluar la toxicidad de sus productos, y los laboratorios experimentan sus productos con animales vivos por inercia y tradición, y porque es barato, pero no porque los resultados tengan mayor valor científico.
El Acta de Cosméticos de la FDA clasifica los cosméticos como “artículos, a parte del jabón, que se aplican en el cuerpo humano con la finalidad de limpiar, embellecer, mejorar el atractivo o alterar el aspecto físico” y los clasifica en 13 categorías:
- Cuidado de la piel (cremas, lociones, polvos y sprays)
- Fragancias
- Maquillaje de ojos
- Manicura
- Maquillaje no de ojos (lápiz de labios, base de maquillaje, colorete)
- Tinte para el cabello
- Champús, permanentes, cuidado capilar
- Desodorantes
- Productos de afeitado
- Productos para bebés
- Aceites y sales para el baño
- Elixires bucales
- Productos bronceadores
¿Cómo íbamos a imaginar que la compra de un lápiz de labios puede apoyar los experimentos con animales?
Se obliga a conejos, cobayas, ratas y ratones, a ingerir sustancias diversas, o se les aplican compuestos potencialmente irritantes o corrosivos en la piel y en los ojos para ver qué pasa. Tras el tormento, son sacrificados o reutilizados.
A pesar de que el número de animales usados para este tipo de pruebas ha disminuido respecto a años anteriores, se siguen repitiendo los mismos tests obsoletos, en el mismo tipo de animales, año tras año, a pesar de que los resultados que se derivan no se utilizan para salvaguardar la salud humana sino para determinar supuestos niveles de toxicidad de manera poco precisa y no extrapolable. Además, existen métodos alternativos al uso de animales, incluso más rentables económicamente.
Existen distintas pruebas, algunas de ellas particularmente crueles y dolorosas que, año tras año, se vienen repitiendo de forma innecesaria e inmisericorde. De entre ellas, podemos destacar, por su especial dureza y repetición,
El test se detiene cuando muere el 50% de la población de los animales (lo que suele suceder al cabo de unos días), y el 50% que sobrevive es sacrificado para determinar diferentes parámetros de órganos y tejidos. Para cada test son necesarios unos 200 animales.
En teoría, el test DL50 proporciona información sobre la cantidad de sustancia necesaria para tener efectos no deseados en los humanos. Sorprendentemente, incluso los mismos científicos que la diseñaron cuestionan su fiabilidad, y sin embargo se sigue realizando.
Los resultados obtenidos de este test varían significativamente debido a diferentes variables, tales como la especie animal, la cepa, la edad, el peso, el sexo, el estado de salud, la dieta, si el animal ha pasado una fase de ayuno antes del test, el método de administración, la temperatura del estabulario (lugar donde están alojados los animales de laboratorio), el tipo de jaula, etc.
Cabe destacar que el DL50 mide la dosis mortal, pero no otros efectos secundarios graves pero no letales, ni efectos indeseados que necesitan ser verbalizados (que el paciente lo diga) como cefalea (dolor de cabeza), parestesias (sensación de hormigueo), sensación de náuseas, episodios de vértigo, etc.
El Gobierno de Gran Bretaña ya no concede más licencias para la determinación de la dosis letal media aguda por el procedimiento clásico (Directriz OECD 401), ya que existen otras alternativas in vivo aceptadas, como el procedimiento de la dosis fija, el método de la clase de toxicidad aguda, y el arriba y abajo (OECD 420, 423 y 425 respectivamente). La OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) tampoco admitirá el empleo del procedimiento clásico, por lo que se supone que la eliminara como directriz.
En el test Draize de irritación cutánea, se inmoviliza al animal y se aplica la sustancia en la piel afeitada y raída (para lo que se aplica cinta adhesiva sobre el cuerpo del animal y se retira rápidamente varias veces hasta que se desprenden varias capas de piel).
Las sustancias se mezclan con un compuesto para exagerar la reacción y se aplican sobre la piel o bien se inyectan por vía subcutánea, generalmente en conejos o cobayas. El test muestra si la sustancia penetra la piel y causa una reacción alérgica. Es frecuente que se utilicen dosis demasiado elevadas de la sustancia, con lo que se sobreestima la sensibilización.
Estos test a veces no son capaces de detectar las sustancias potencialmente tóxicas ya que puede haber hasta cinco veces de diferencia en la capacidad de absorción de la piel de otros animales y la de los humanos. ojos grandes con lo que facilita la aplicación y observación de los efectos de la sustancia.
Entre los métodos que no utilizan animales y que se consideran como alternativos a éste, destacamos: cultivos de células (obtenidas de cadáveres, biopsias y cirugía plástica), Corrositex, Episkin, SKIN2, MATREX, The Fluorescein Leakage Test.
El test Draize ha sido muy criticado no sólo por las asociaciones de protección animal, sino por miembros de la comunidad científica. A parte de la crueldad implícita de la prueba, los resultados resultan muy poco relevantes para predecir los efectos en la salud y la seguridad humanas. Las diferencias anatómicas establecen ya un importante escollo en la extrapolación, a lo que se une las diferencias en la fisiología de ambas especies:
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Existen más de 60 alternativas efectivas, pero el proceso de validación es extremadamente lento. Cabe destacar el test HET-CAM (aprobado en Alemania), el EYETEX (solución de proteína de judía) y el BCOP (aprobado en Bélgica).
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¿Qué se pretende estudiar con los tests con animales?
- Irritación ocular y cutánea
- Sensibilidad cutánea, alergia
- Toxicidad
- Mutagenicidad (alteraciones genéticas)
- Teratogenicidad (alteraciones en el desarrollo)
- Carcinogenicidad (potencialidad de causar cáncer)
- Alteraciones genéticas embrionarias o fetales
- Farmacocinética (absorción, metabolización, distribución y excreción de una sustancia)
Cada año, sólo en el Reino Unido, se prueban hasta 2.000 productos químicos para el hogar en ratones, ratas, cobayas, conejos, cerdos, peces y aves.
En años anteriores también se utilizaban perros. En el año 2000, los tests de toxicidad para productos del hogar en el Reino Unido se incrementaron en un 264%. Existen muy pocas estadísticas de la mayoría de países de la UE, aunque se sabe que en 1990, Francia realizó 21.230 tests de este tipo y España llevó a cabo 15.641 en 1991.
El rango de “productos para el hogar” es muy extenso: lejía, lavavajillas, papel higiénico, detergente para lavadoras, suavizante, limpiahornos, limpiacristales, limpiasuelos, quitamanchas, cera para muebles, ambientadores, etc.
Los fabricantes más importantes son Unilever, Procter & Gamble, Colgate-Palmolive, Reckitt & Coleman y S.C Johnson, todos ellos realizan o encargan test en animales en algún punto de
A pesar de que existen obligaciones legales de realizar estadísticas oficiales del número de animales utilizados, según los artículos 13 y 26 de la Directiva 86/609/EEC, la recogida de datos
En lo que se refiere al consumidor, una encuesta de la BUAV y la RSPCA en toda Europa, un 90.5% de los encuestados pedían que los cosméticos fueran etiquetados indicando si habían sido testados en animales o no, para optar o no a su adquisición teniendo en cuenta esa información como imprescindible, y son muchas las marcas que no testan que lo hacen constar en sus etiquetados.
Podemos ejercer presión como consumidores. Quizá algunos laboratorios prefieran los intereses económicos a las implicaciones éticas, pero se pueden modificar sus políticas mediante boicots y campañas de protesta. Cada estación dispara la venta de productos (en verano: protectores, bronceadores y after-sun. . . ), y algunos de ellos han causado sufrimiento y muerte innecesarios en animales (por ejemplo, los cosméticos de conocidas marcas que contienen Mexoryl SX).
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