sábado, 28 de enero de 2012

Nuestra piel



por Samir Naïr

Los Estados aplican recetas destructoras, bajo la batuta de una Alemania
conservadora

¿Quién tiene interés en utilizar la crisis social y económica actual? No cabe
duda ahora que nos estamos enfrentando a una ofensiva histórica, a escala
europea, de las capas más ricas y de los detentadores del capital financiero
para, aprovechando la crisis mundial, reorganizar los sistemas sociales
europeos para su propio beneficio. Esa ofensiva se apoya en las clases
conservadoras y, a menudo, cuenta con la complicidad consciente del social
liberalismo encarnado por algunos partidos socialistas europeos. Varios
apuntes testifican esa durísima batalla.

Primero, en la zona euro, la Comisión de Bruselas, el Consejo Europeo y el eje
franco-alemán, fieles servidores del Banco Central, están impulsando cada vez
más políticas drásticas de recortes, haciendo pagar a las clases medias y
populares el coste de la lucha contra los déficits presupuestarios.
Segundo, en vez de modernizar la maquinaria económica con una política
mundial y europea de flexibilización del déficit y de relanzamiento del
crecimiento, lo que significaría intervenciones públicas masivas y una reforma
del sistema monetario internacional (recuerdo aquí que, salvo el último punto,
es precisamente lo que en 2008 le propuso, en balde, Barack Obama a la
señora Merkel), los círculos financieros mundiales y europeos optaron por
incrementar la presión sobre los Estados europeos para que reduzcan la
financiación de las políticas públicas, acaben con los sectores de interés
general de sanidad, educación y con las Administraciones de servicios de uso
público, bien privatizándolos, bien aniquilándolos. La encarnación viva de esta
política la tenemos hoy en todos los Gobiernos europeos, sometidos al
liderazgo del eje Merkel-Sarkozy, que recuerda la pareja Ronald Reagan-Margaret Thatcher de los ochenta del siglo pasado.


Tercero, desde la quiebra griega, los mercados financieros se apoderaron de
la riqueza pública europea con tipos de interés cada vez más altos, y obligan a
algunos países a endeudarse como nunca ocurrió en su historia. De hecho,
estos países europeos están perdiendo su soberanía nacional. Más grave
aún, los detentadores de capital se benefician, desde 2008, de la falta de
resistencia de los Estados; pueden también apostar a que la depresión social
no provocará revoluciones sociales en los países desarrollados, siendo el
ahorro privado importante y que el envejecimiento de la población, vinculado
con la disgregación política de la izquierda europea, está facilitando una
estrategia ofensiva en contra del mundo asalariado.

Cuarto: casi cinco años después del estallido de la crisis, no hay ni un país de
la zona euro que haya podido reducir sus déficits estructurales; la deuda
pública aumenta por doquier, el paro se dispara (más de tres millones en
Francia, pronto seis millones en España) igual que la inflación, mientras que
reaparece la hidra del empobrecimiento. En su libro Contra la crisis, otra
economía y otro modo de vivir, el economista Juan Torres López apunta que
en Francia “cuatro millones de personas viven en situación de aislamiento, no
tienen ningún vínculo relacional y que hay 8,4 millones de pobres. En
Alemania se calcula que en 2011 hay 12,6 millones de pobres y según la
ONU, en este país, uno de cada cuatro niños va al colegio sin desayunar; en
Italia, en 2010 había 8,2 millones de pobres y en Estados Unidos 44 millones
de pobres”. Al revés, la especulación financiera sigue utilizando los circuitos
bancarios y tampoco sabemos hacia dónde ha ido a parar el dinero que se les
ha otorgado a estos bancos desde 2008.

Sin embargo, los Estados siguen aplicando las mismas recetas destructoras,
bajo la batuta de una Alemania conservadora, del seguidismo de Francia y de
un euro sobrevalorado (empezó en 2002 con la casi paridad con el dólar y
¡está ahora un 25% más caro!). No son hoy en día solo los sindicatos (último
bastión de resistencia social porque los partidos han capitulado frente a la
finanza internacional) los que tachan esta estrategia de dramática para el
mundo del trabajo: es el propio Fondo Monetario Internacional quien, en su
informe de principios de 2012, declara que la recesión se va a incrementar con
los actuales objetivos de déficit a nivel europeo.

La cruda realidad es que las medidas propuestas en Europa no están a la
altura; el proyecto europeo, para seguir existiendo, necesita un giro radical
hacia una Europa social y política. En ausencia de este proyecto solidario,
quedará por resolver si, después de habernos quitado a los ciudadanos la
ropa, los mercados nos van a pedir que les demos también trozos de nuestra
piel.

1 comentario:

Javier Martín Alvarado dijo...

Un texto genial... enhorabuena