por Robert Sae (*)
¿Por qué desde hace algunos meses, se inunda las noticias y las mentes con este tema de las "AAA"? ¿Por qué las agencias de calificación, cuya creación remonta a principios de 1900, se convierten, de repente, en el ombligo del mundo?
Una máscara para la avaricia mercantil
Las agencias, en el fondo, son laboratorios pagados por los tenedores del capital para asegurar la rentabilidad de los valores que ellos quieren adquirir.
En un artículo muy informativo, publicado en el sitio web "investig'action" Xavier Dupret nos recuerda que: "Hasta mediados de los 70, todo quien quisiese invertir una parte de su capital en acciones financieras tenía libertad de acudir a una agencia de calificación para evaluar los activos en los que había puesto su mira. A la postre, son los emisores de valores que vienen a pagar directamente a sus evaluadores, a costa de numerosos conflictos de interés. Con el riesgo de muchos abusos."
El autor también afirma que: "Con el tiempo, el campo de la investigación de las agencias de calificación, hasta entonces limitado sólo al sector privado, ha incorporado cada vez más la calificación de las deudas públicas."
Recientemente, se enfatiza en los medios de comunicación el hecho de que las autoridades locales y empresas públicas (como la SNCF) (1) están también sometidas a la evaluación de estas agencias. En última instancia, es a partir de estas calificaciones que los bancos deciden a quién prestar y a qué tasa.
Queda claro que las agencias de calificación están estrictamente al servicio de los especuladores. Hoy en día, se busca someter a todos los actores económicos y políticos a su calificación única.
Si tenemos en cuenta que las tres agencias que controlan la mayor parte del mercado de la calificación (Standard and Poors, Fitch y Moody's) tienen sede en Estados Unidos y están sometidos al control de la SEC (Securities and Exchange Commission- autoridad que supervigila los mercados financieros en ese país), se pone en evidencia que quienes hacen depender las políticas gubernamentales de la calificación de estas agencias (y eso en todas las áreas) no son sino agentes al servicio de la especulación internacional.
Una vasta empresa de alienación
Bien se sabe que en este mundo llamado moderno, la "comunicación" sustituye a la información. La "comunicación" de la cual se trata aquí no se refiere al intercambio de mensajes entre interlocutores. ¡No! Es más bien una mezcolanza de acoso publicitario, propaganda, intoxicación y condicionamiento, transmitida por quienes quieren captar a una clientela (comercial o política) o mantener el dominio de un sistema sobre un público o más ampliamente sobre la sociedad. Lo peor es que las víctimas inconscientemente retransmiten la ofensiva y que la alienación se auto-reproduce en la opinión.
Para tal periodista, hablando de un cineasta que recibió un premio en Estados Unidos: "al menos allí, Francia tiene su AAA!" Para aquel dirigente de un club de fútbol: "si ganamos este partido vamos a tener nuestra AAA! " Tout moun adan! (expresión creole - todo el mundo está en eso!)
Allí está el negocio de la alienación que "priva al hombre de sí mismo en provecho de fines que él no ha elegido libremente."
Es así que cuando los líderes y economistas autorizados afirman que "¡los mercados financieros han reaccionado bien!" a sus medidas, muchos de quienes se han dejado condicionar se conforman, voluntaria o involuntariamente. Denunciamos, al paso, la confusión que se mantiene abusivamente entre "el mercado" y los especuladores.
Los bancos centrales, instituciones financieras internacionales, el FMI y otros emisores de bonos institucionales, ¿no son actores de los mercados financieros? ¿Sus políticas no son más que reacciones a las calificaciones y a las fluctuaciones en el mercado de valores?
Lo que esconde el atraco
Aquí es donde hay que exponer lo que hay detrás de la estafa.
- El primer objetivo de la campaña en torno a la calificación es eludir cualquier reflexión sobre el fracaso del propio sistema.
Si algún país merece que se le rebaje su nota, es porque "no ha hecho lo suficiente!" Los gobiernos, brazo político del liberalismo, ¡ahora pueden usar tanto sus buenas calificaciones como las malas para justificar su política!
Alimentan la esperanza de que, al conservar o recuperar una "triple A" -que requiere, según dicen, "el rigor y el sacrificio"- garantizarán poner fin al desempleo, a los despidos, a las quiebras, o sea, a todas las dificultades.
No, ¡mil veces no! La AAA sólo sirve para señalar a los especuladores que pueden esperar la máxima rentabilidad de su capital al invertir en un país dado, haciendo caso omiso del hecho que su gobierno pueda provocar el empobrecimiento de una franja cada vez mayor de la población.
- El segundo objetivo de la campaña es aún más pernicioso.
Después de haber institucionalizado el poder de las multinacionales sobre el comercio mundial a través de la OMC, después de haber usurpado la soberanía de las naciones en el Consejo de Seguridad de la ONU, se trata ahora para los dueños del sistema de instaurar formalmente el poder de los especuladores sobre las finanzas mundiales, a través de sus agencias de calificación.
Por lo tanto, con o sin "AAA", el sistema debe desaparecer. Lo único que debe justificar la asignación de buenas calificaciones a los distintos gobiernos y países, es la distribución equitativa de la riqueza, el desarrollo masivo de los servicios públicos, la prioridad dada a optimizar la protección social y la posibilidad de una realización plena para todos.
(*) Robert Sae es periodista martiniqués.
(1) SNCF: empresa francesa de ferrocarriles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario