domingo, 13 de abril de 2008

La conspiración neoconservadora


por Paul Krugman

El prestigioso analista político norteamericano Paul Krugman ilustra en 'Después de Bush' (editorial Crítica) la "conspiración derechista" que domina el Partido Republicano y cuya ideología se alimenta con la labor de numerosos 'think tanks'. Sin embargo, cree que tras las próximas elecciones habrá un demócrata en la Casa Blanca y que éste debería abrazar un programa liberal para reducir la desigualdad

La naturaleza del dominio que ejerce el movimiento conservador sobre el Partido Republicano puede resumirse sencillamente en los siguientes términos: sí, amigos, hay en marcha una vasta conspiración derechista, esto es, se halla en acción un entramado de instituciones que, en última instancia, responden a los intereses de un reducido grupo de personas encargadas colectivamente de recompensar a los leales y de penalizar a los desafectos. Esas instituciones ponen a disposición de políticos obedientes los recursos necesarios para ganar elecciones, refugios seguros en caso de derrota y oportunidades de llevar a cabo una lucrativa carrera profesional una vez su mandato toque a su fin. Además, no dejan de garantizar una cobertura mediática favorable a los políticos adeptos a la línea oficial del partido, al tiempo que acosan y minan a los que se muestran contrarios a ella, sin dejar tampoco de prestar apoyo a una legión de intelectuales y activistas del partido.

Aunque los think tanks derechistas distan de resultar el elemento más destacado de esa "vasta conspiración", resulta útil tenerlos presentes a fin de apreciar cómo funciona esa conspiración, tal como ilustran los siguientes ejemplos referidos a las actividades de tales think tanks.

Asunto: Bruce Bartlett, un economista conservador y antiguo miembro de la Administración de Reagan que trabaja en el National Center for Planning Analysis (NCPA), un think tank especializado en promover la política de privatizaciones. El NCPA se nutre, entre otros, de los fondos aportados por doce fundaciones conservadoras, entre las que se cuentan Castle Rock, Earhart, J. M. Koch, Bradley, Scaife y Olin. Desengañado por las acciones políticas emprendidas por George W. Bush, Bartlett escribe Impostor, un libro en el que reprocha a Bush no ser un auténtico conservador. No tarda en ser expulsado del puesto que ocupa en el think tank ya mencionado.

Asunto: senador Rick Santorum, un conservador de línea dura que representa al Estado relativamente moderado de Pensilvania, pierde su escaño en las elecciones al Congreso de 2006. Al instante pasa a convertirse en el director del programa Los enemigos de Estados Unidos, desarrollado en el Ethics and Public Policy Center (EPPC), una organización cuya misión declarada consiste en "clarificar y estrechar el vínculo existente entre la tradición moral judeo-cristiana y el debate público en temas de política interior y exterior". El EPPC está financiado mediante donaciones procedentes de ocho fundaciones conservadoras, a saber: Castle Rock, Earhart, Koch, Bradley, Smith Richardson, Olin y dos de las fundaciones Scaife.

Asunto: el National Center for Public Policy Research (NCPPR) es un think tank dedicado a "aportar soluciones de libre mercado a los problemas actuales en materia de política pública", una actividad que en años recientes ha pasado por sembrar dudas respecto al calentamiento global. En 2004 fue objeto de grandes titulares la noticia de que el NCPPR había ayudado a Jack Abramoff, notorio lobbysta republicano, a blanquear dinero, desviando un millón de dólares hacia una empresa falsa de correo directo cuya sede social coincidía con el domicilio de Abramoff. ¿Por qué el NCPPR? Desde su fundación en 1982, este think tank ha sido presidido por Amy Moritz Ridenour, quien fuera miembro del equipo de Abramoff cuando éste obtuvo la presidencia de la asociación estudiantil del Partido Republicano en 1981. El marido de Ridenour también se halla en la nómina del NCPPR, de la que percibe, al igual que su esposa, ingresos millonarios que, lo mismo que el resto de los recursos puestos a disposición de ese think tank, provienen de las fundaciones conservadoras Castle Rock, Earhart, Scaife, Bradley y Olin.

La izquierda no cuenta con nada comparable a esa miríada de think tanks de la derecha. Así, la sección de The Washington Post titulada Think Tank Town "publica artículos procedentes de once destacados think tanks". De las once instituciones objeto de tal honor, cinco forman parte del movimiento conservador, a saber: el American Enterprise Institute, el Cato Institute, la Heritage Foundation, el Manhattan Institute y el Hudson Institute. Sólo uno, el Center for American Progress (CAP), que no fue fundado hasta el año 2003, puede considerarse órgano de expresión del movimiento progresista, mientras que otros think tanks, como la Brookings Institution, aunque a menudo catalogadas como "liberales", no dejan de constituir organizaciones vagamente centristas sin una línea política definida. Además del CAP, son pocos los think tanks progresistas, como el Center on Budget and Policy Priorities y el Economic Policy Institute, que desempeñan un papel significativo en el debate político. Por lo que se refiere a su dotación económica y de personal, tales organizaciones no dejan de resultar comparables a meros pececillos frente a los cachalotes del movimiento conservador.

La proliferación de think tanks conservadores que se registra desde la década de 1970 comporta la posibilidad de que un intelectual perteneciente a dicho movimiento llegue a disfrutar de un buen nivel de vida secundando ciertas posturas políticas. Se ha de pagar un precio, como descubriría Bruce Bartlett: el de actuar como un apparatchik, esto es, como un miembro del aparato sin opinión propia, un precio que muchos, no obstante, consideran que sí vale la pena pagar.

En gran medida, esos think tanks cobraron vida gracias a un puñado de fundaciones creadas por familias adineradas, sin perjuicio de que think tanks de mayor entidad, y en particular el Heritage y el American Enterprise Institute, perciban cuantiosos recursos procedentes de grandes corporaciones.

La red de think tanks conservadores se ve reproducida asimismo en el ámbito de la prensa, donde publicaciones tales como el National Journal, el Public Interest y el American Spectator surgieron, al igual que dichos think tanks, al abrigo de fundaciones derechistas que vienen a coincidir aproximadamente con las que los crearon. Asimismo existe un buen número de diarios encuadrados en el movimiento conservador: destaca el editorial de The Wall Street Journal, al que durante mucho tiempo ha correspondido un papel protagonista, y The Washington Times. Controlado por la Iglesia de la Unificación, fundada por el ingeniero norcoreano Sun Myung Moon en 1982, The Washington Times se ha convertido, de hecho, en el portavoz oficioso de la Administración de Bush, sin que tampoco quepa olvidar, por supuesto, la cadena de noticias Fox News, cuyo lema Fair and Balanced (Imparcial y Equilibrada) no puede por menos que evocar las técnicas de manipulación de la realidad expuestas por George Orwell en su novela 1984.

Finalmente, aunque no menos importante, hay que hablar del vínculo existente entre los políticos y los miembros de los lobbies corporativos, cuya aparente diversidad, tal como sucede con la de los think tanks conservadores, no hace sino soslayar el verdadero carácter centralizado del movimiento conservador.

En ese sentido, hasta que su derrota en las elecciones al Congreso de 2006 lo obligó a asumir un nuevo cometido enfrentándose con los enemigos de Estados Unidos, el senador Rick Santorum se encontraba todos los martes con una docena aproximada de destacados lobbystas en el marco de reuniones que, en el año 2003, el periodista de The New York Times Nicholas Confessore describía en los siguientes términos:

"Cada semana, los lobbystas presentes en la reunión pasan una lista con los puestos disponibles y debaten a quién han de ser adjudicados. La misión de Santorum consiste en garantizar que cada puesto se vea ocupado por un político republicano de probada lealtad, ya se trate, por ejemplo, del jefe de la oficina de un senador, de un alto asistente de la Casa Blanca o de otro lobbysta de plena confianza. Una vez Santorum se ha decidido por un candidato, los lobbystas presentes se aseguran de que quede bien claro a quién favorecerá la dirección del Partido Republicano".

Las reuniones semanales de Santorum y otros encuentros similares presididos por Roy Blunt, el encargado de velar por que sus compañeros del Partido Republicano asistan a las votaciones de la Cámara de Representantes y se pronuncien siguiendo la línea de dicho partido, suponían la culminación de la denominada "estrategia de la avenida K", nombre dado por el político republicano Grover Norquist y el también portavoz en la Cámara de Representantes de dicho partido, Tom DeLay, al plan de apartar a los demócratas de las organizaciones de lobbystas, asignando los puestos correspondientes a republicanos leales. En parte, el objeto de dicho plan era garantizar que el Partido Republicano recibiera la parte del león de las aportaciones realizadas habitualmente a ambos partidos por parte de las empresas, estrangulando así las finanzas demócratas, propósito este último al que también contribuía la presión directa. Así, en 1995 el citado DeLay compiló una lista con los cuatrocientos comités de acción política más importantes y consignando, en cada caso, las sumas y los porcentajes de dinero aportados a cada partido, antes de llamar a capítulo a los cabilderos desafectos convocándolos a su despacho para leerles la cartilla. "Si se quiere participar en nuestra revolución, se han de seguir nuestras reglas", declararía DeLay a The Washington Post. De igual importancia resultaba, en cualquier caso, la circunstancia de que, ganando el control sobre los lobbies, los republicanos no hacían sino imponer lealtades dentro de su propio partido, al poner a disposición de éste un buen número de puestos patrocinados -y excelentemente bien pagados- con los que recompensar a quienes siguieran fielmente la línea marcada por el partido.

En esas circunstancias, las diferentes instituciones del movimiento conservador no dejan de suponer poderosos incentivos para que los políticos republicanos se sitúen ideológicamente bien a la derecha del centro político. Y es que no se trata meramente de obtener contribuciones para la campaña electoral, sino de asegurarse el futuro.

De ese modo, y pese a que la opinión pública está firmemente convencida de que Medicare debería utilizar su capacidad negociadora para lograr una rebaja en los precios de las medicinas, el republicano, previa militancia en el Partido Demócrata, Billy Tauzin, en calidad de presidente del Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes entre 2001 y 2004, logró la aprobación de un proyecto de ley que prohibía explícitamente tal negociación sobre el precio de los medicamentos, sólo para acabar encabezando el principal grupo lobbysta de la industria farmacéutica y percibiendo por ello, tal como se ha informado, ingresos millonarios. Así las cosas, mientras que Rick Santorum, resultando obviamente derechista para un Estado como Pensilvania, no tuvo ninguna dificultad para obtener un buen puesto en un think tank tras su derrota, no ocurrió lo mismo con el moderado senador republicano por Rhode Island Lincoln Chafee, quien habiendo perdido aquel mismo año su escaño como senador, hubo de darse por satisfecho con ocupar, por un año, un puesto como profesor en una universidad de dicho Estado.

La derrota electoral de este último da cuenta de otro aspecto relativo a cómo las instituciones del movimiento conservador controlan el Partido Republicano, no limitándose a apoyar a quienes siguen fielmente la línea oficial del partido, sino castigando a quienes no lo hacen. Así, Chafee hubo de arrostrar unas terribles elecciones primarias por parte del ala derechista de su propio partido, quien designó como candidato, y oponente de Chafee, a Steve Laffey, el cual recibió más de un millón de dólares en señal de apoyo por parte del Club for Growth, organización especializada en "llamar al orden" a políticos republicanos que no se muestran suficientemente favorables a una rebaja de impuestos. "Queremos que se nos contemple como los garantes de la reducción de impuestos", declaró el a la sazón presidente de dicho club, Stephen Moore, en el año 2001. El club albergaba esperanzas de desembarazarse de Chafee después de que dos años antes un candidato patrocinado por dicho club hubiera estado a punto de derrotar al senador Arlen Specter, otro republicano relativamente moderado, en las primarias de Pensilvania. Y tales envites surten efecto, ya que, como un congresista republicano manifestó en el año 2001, "cuando ves al cien por cien de los republicanos votando a favor de la rebaja de impuestos propuesta por Bush, sabes que cada uno de ellos está mirando y no quieres que Steve Moore se ponga a reclutar candidatos en tu propia circunscripción electoral".

En cuanto a Specter, fue elegido como senador por vez primera en 1980, lo que le convierte en exponente de unos tiempos en los que en el partido conservador todavía había sitio para los moderados.

Por su parte, los políticos republicanos más jóvenes se han formado, en gran medida, dentro de un partido bajo la égida del movimiento conservador. Así, la derecha dura se había hecho ya con el control de la organización estudiantil del Partido Republicano hacia 1972, cuando nada menos que Karl Rove -quien, como se ha dicho, acabaría siendo principal consejero político y artífice de la victoria de George W. Bush en el año 2004- resultó elegido presidente de dicha organización. Otros destacados miembros de la misma fueron los ya citados Grover Norquist, Rick Santorum y Jack Abramoff, así como el también conservador Ralph Reed. Los integrantes del movimiento conservador también se hallan al frente del Comité Nacional Republicano, siendo así responsables de reclutar a los candidatos de dicho partido al Congreso, puestos para los que no dejan de escoger a personas afines a sus propios planteamientos. De ese modo, los pocos republicanos moderados que quedaban en el Congreso eran, salvo raras excepciones, políticos elegidos antes de que Reagan fuera elegido presidente o, como fecha más tardía, con anterioridad a las elecciones de 1994, que consolidaron el dominio del partido por parte del ala conservadora encabezada por Gingrich.

Aún se hace necesario abordar una última cuestión: el movimiento conservador vela por una continuidad de objetivos que no se da entre sus rivales políticos. Así lo ilustra el hecho de que, una vez Jimmy Carter hubiera intentado, sin éxito, establecer una política energética que redujera la dependencia estadounidense de las importaciones petroleras, la cosa quedara allí y nadie esperase que Bill Clinton retomara esa cuestión donde Carter la había dejado. Por el contrario, cuando Ronald Reagan trató en vano de reducir las prestaciones ofrecidas por la Seguridad Social, los miembros del movimiento conservador encajaron aquel chasco como un mero revés táctico. En un ya famoso artículo publicado en 1983, analistas del Cato Institute y de la Heritage Foundation invocaban la necesidad de una "estrategia leninista" destinada a minar el apoyo de que gozaba la Seguridad Social, a fin de "preparar el terreno político de modo que no se repita el fiasco del último año y medio". Esa misma estrategia subyacía al intento de George W. Bush por privatizarla, de modo que hasta que el movimiento conservador no se vea derrotado -o a menos que ello suceda- con la misma rotundidad que el conservadurismo que imperaba antes del new deal, no dejarán de repetirse sucesivos intentos en el futuro. -

Fuente: EL PAIS -DOMINGO - 13-04-2008

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