La religión del mercado se basa en leyes, explícitas o tácitas, cuya obediencia es impuesta a todos:
Primera Ley: El máximo beneficio económico (capital, objetos materiales, servicios, riqueza material) es el paraiso en la Tierra.
Segunda Ley: La economía de mercado es el orden natural del mundo, la verdad objetiva, la palabra de dios.
La economía de mercado es presentada como la única realidad posible, la expresión de una voluntad sobrehumana emanada de una autoridad incuestionable. Es decir, la economía de mercado es una nueva forma de monoteismo. Toda intervención humana es considerada contraproducente, inútil, una amenaza para el orden natural de las cosas y por lo tanto para el bienestar de la humanidad, ya que el dios mercado nunca se equivoca. Es omnisciente.
Por lo tanto, la economía de mercado es siempre justa y correcta y sus dictados son mandamientos que están por encima de cualquier otra moral o valor.
Tercera Ley: La vida humana es tiempo de trabajo, capacidad productiva.
Eres según lo que produces y según la cantidad de lo que produces. El trabajo es valorado según la oferta y la demanda y es considerado como un coste en los intercambios económicos. No trabajas para vivir, vives para trabajar.
Cuarta Ley: La naturaleza no es más que una reserva de recursos necesarios para el proceso de producción o una masa de tierra con la que especular.
La naturaleza no es más que un conjunto de objetos inertes cuya unica utilidad es ser explotados hasta la extinción.
Quinta Ley: El patrimonio social, cultural y espiritual es capital fungible que puede ser comprado o vendido.
Sexta Ley: El valor de las cosas sólo está representado por el precio.
Séptima Ley: El individuo, considerado sobre todo como productor-consumidor, es el objeto principal de la economía de mercado.
El individuo tiene la libertad y el deber de consumir todo lo que produzca la Economía de Mercado.
Octava Ley: Debes tener fe en el Progreso, entendido como crecimiento económico (material) ilimitado.
En el futuro se producirán más y mejores bienes materiales y podrás consumir más y acumular más beneficios.
Novena Ley: El deseo de consumir más y de acumular cada vez más bienes te permitirá alcanzar el paraiso terrenal (la máxima felicidad).
Décima Ley: Sólo vence el más fuerte.
Décima Ley: Sólo vence el más fuerte.
Para consumir hay que acumular. La competitividad es la regla de oro. Principios éticos tales como compasión, altruismo, solidaridad, generosidad deben ser considerados supersticiones del pasado.
ZEN EN LA PLAZA DEL MERCADO
Dokushô Villalba
Aguilar, Madrid, 2008
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