La responsabilidad individual frente a la Religión del Mercado
Desde el punto de vista del Zen, nuestra responsabilidad individual es la de despertarnos y tomar conciencia del mundo real. Somos co-responsables de lo que estamos experimentando ahora. El victimismo es una delegación de responsabilidad. La Religión del Mercado funciona sólo porque los individuos hemos sucumbido a su canto de sirena. Ahora debemos tomar conciencia del poder de nuestro deseo y aprender a usarlo sanamente para nuestro bien y para el bien colectivo. Necesitamos una nueva cultura del deseo.
La sabiduría popular nos enseña que: “No es más feliz quien más tiene (quien más consume) sino quien menos desea”. Esta es también la enseñanza central del Budismo Zen.
Si queremos detener y liberarnos de este engranaje infernal debemos asumir la responsabilidad individual de reducir conscientemente nuestros deseos: reduciendo nuestros deseos, la cantidad de poder adquisitivo que necesitaremos para satisfacerlos también se reduce. Al reducir la necesidad de poder adquisitivo, reducimos la necesidad de vender nuestro tiempo de vida (nuestro trabajo) a cambio de un salario, recolocando de esta forma la función del trabajo en nuestras vidas y redescubriendo una verdad de Perogrullo: no vivimos para trabajar sino que trabajamos para vivir. Al reducir nuestro tiempo de trabajo, reduciremos inevitablemente la productividad. Al reducir la productividad (que no es otra cosa que la transformación de recursos naturales en productos manufacturados) reduciremos el uso de recursos naturales. Al reducir el uso de recursos naturales, reducimos la degradación ecológica.
De esta forma podremos ralentizar primero y estabilizar después el crecimiento económico hasta convertirlo en un crecimiento sostenible y solidario con los demás seres humanos y con la naturaleza.
Hoy día, todas las políticas económicas de casi todos los países están basadas en el crecimiento continuo e ilimitado: vamos corriendo hacia el abismo sin darnos cuenta, engolfados en una orgía de consumo y en una alegre despreocupación parecida a la de la belle epoque, de la cual Europa se despertó con la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial.
Más allá del brillo y de los oropeles, vivimos unos tiempos dramáticos que nos obligan a asumir individualmente el imperativo moral e histórico de militar activamente para detener e impedir los efectos devastadores que la Religión del Mercado está provocando en todo el planeta y en todas las sociedades humanas.
Individualmente tenemos que vacunarnos y liberarnos interiormente del virus destructor que los propagandistas de la Religión del Mercado nos han inoculado. Tenemos que reducir nuestros deseos y negarnos tanto a una productividad como a un consumo inmorales, insanos e insensatos.
Colectivamente tenemos que movilizarnos y actuar pacíficamente como ciudadanos constituidos en grupos de opinión y de presión. El Foro Mundial, las iniciativas de las diversas ONG o de las instituciones religiosas, las asociaciones de consumidores, el movimiento alter mundista en general, u otros nuevos movimientos por crear, constituyen cauces apropiados a través de los cuales dinamizar nuestra energía.
Pero también, para liberarnos del virus que los propagandistas de la Religión del Mercado ya han inoculado en nuestras mentes, necesitamos reflexionar, despertarnos, identificar, desmontar y desestructurar la ideología y las creencias que vertebran a la Religión del Mercado y que actúan en nuestro interior, sin que muchas veces seamos conscientes de ello.
Desde el punto de vista del Zen, nuestra responsabilidad individual es la de despertarnos y tomar conciencia del mundo real. Somos co-responsables de lo que estamos experimentando ahora. El victimismo es una delegación de responsabilidad. La Religión del Mercado funciona sólo porque los individuos hemos sucumbido a su canto de sirena. Ahora debemos tomar conciencia del poder de nuestro deseo y aprender a usarlo sanamente para nuestro bien y para el bien colectivo. Necesitamos una nueva cultura del deseo.
La sabiduría popular nos enseña que: “No es más feliz quien más tiene (quien más consume) sino quien menos desea”. Esta es también la enseñanza central del Budismo Zen.
Si queremos detener y liberarnos de este engranaje infernal debemos asumir la responsabilidad individual de reducir conscientemente nuestros deseos: reduciendo nuestros deseos, la cantidad de poder adquisitivo que necesitaremos para satisfacerlos también se reduce. Al reducir la necesidad de poder adquisitivo, reducimos la necesidad de vender nuestro tiempo de vida (nuestro trabajo) a cambio de un salario, recolocando de esta forma la función del trabajo en nuestras vidas y redescubriendo una verdad de Perogrullo: no vivimos para trabajar sino que trabajamos para vivir. Al reducir nuestro tiempo de trabajo, reduciremos inevitablemente la productividad. Al reducir la productividad (que no es otra cosa que la transformación de recursos naturales en productos manufacturados) reduciremos el uso de recursos naturales. Al reducir el uso de recursos naturales, reducimos la degradación ecológica.
De esta forma podremos ralentizar primero y estabilizar después el crecimiento económico hasta convertirlo en un crecimiento sostenible y solidario con los demás seres humanos y con la naturaleza.
Hoy día, todas las políticas económicas de casi todos los países están basadas en el crecimiento continuo e ilimitado: vamos corriendo hacia el abismo sin darnos cuenta, engolfados en una orgía de consumo y en una alegre despreocupación parecida a la de la belle epoque, de la cual Europa se despertó con la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial.
Más allá del brillo y de los oropeles, vivimos unos tiempos dramáticos que nos obligan a asumir individualmente el imperativo moral e histórico de militar activamente para detener e impedir los efectos devastadores que la Religión del Mercado está provocando en todo el planeta y en todas las sociedades humanas.
Individualmente tenemos que vacunarnos y liberarnos interiormente del virus destructor que los propagandistas de la Religión del Mercado nos han inoculado. Tenemos que reducir nuestros deseos y negarnos tanto a una productividad como a un consumo inmorales, insanos e insensatos.
Colectivamente tenemos que movilizarnos y actuar pacíficamente como ciudadanos constituidos en grupos de opinión y de presión. El Foro Mundial, las iniciativas de las diversas ONG o de las instituciones religiosas, las asociaciones de consumidores, el movimiento alter mundista en general, u otros nuevos movimientos por crear, constituyen cauces apropiados a través de los cuales dinamizar nuestra energía.
Pero también, para liberarnos del virus que los propagandistas de la Religión del Mercado ya han inoculado en nuestras mentes, necesitamos reflexionar, despertarnos, identificar, desmontar y desestructurar la ideología y las creencias que vertebran a la Religión del Mercado y que actúan en nuestro interior, sin que muchas veces seamos conscientes de ello.
del libro ZEN EN LA PLAZA DEL MERCADO
Dokushô Villalba
Aguilar, 2008
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo.
Si dejo esta pagina aca es porque necesito gente como ustedes, porfavor entren e informense:
http://proyectosideral.blogspot.com/
ES EL INICIO DE UN NUEVO PROYECTO
Publicar un comentario