domingo, 19 de octubre de 2008

Peligro de hambrunas por exceso de oferta

La agricultura mundial puede satisfacer las necesidades alimentarias de la humanidad, pero el fantasma del hambre acecha al mundo. Tal paradoja se explica pues el hambre en la era de la "globalización" no se debe a la escasez de alimentos sino a una estructura de exceso de oferta que atenta contra la seguridad alimentaria y la agricultura nacionales.

por Michel Chossudovsky
(*)



Hoy, a fines del siglo XX, el hambre no es consecuencia de la escasez de alimentos. Por el contrario, la propicia un exceso de la oferta mundial de alimentos cerealeros de primera necesidad. El hambre se ha convertido en un fenómeno de alcance mundial. La muerte y la inanición golpean simultáneamente en grandes regiones del mundo: el África subsahariana, el nordeste brasileño, el sur de Asia, el altiplano de los Andes en América del Sur, la ex Unión Soviética.

Desde la seca sabana del cinturón del Sahel, el hambre ha extendido sus garras e ingresado en el corazón de la región tropical húmeda, afectando a gran parte de la población del continente africano. Hay varios millones de personas en las zonas de hambre de la India y Bangladesh. Además, en las economías con mano de obra excedentaria del sur de Asia y el Lejano Oriente (India, China, Indonesia, etcétera), un sector importante de las poblaciones rural y urbana -que han caído muy por debajo de la línea de pobreza debido a la ausencia de oportunidades laborales- corren serio riesgo.

El hambre y las privaciones, no obstante, ya no se limitan exclusivamente al Tercer Mundo: la crisis económica conduce a un proceso de empobrecimiento mundial que desemboca en el desempleo, la desintegración familiar y los bajos salarios en los guetos y barrios marginales urbanos, y en la destrucción de los agricultores independientes en Europa y América del Norte. Los bajos niveles de consumo de alimentos y la desnutrición están golpeando cada vez más las zonas urbanas de los países ricos. Según un estudio realizado recientemente, en Estados Unidos se ha identificado en 30 millones el número de personas que pasan hambre.


De eso no se habla

¿Cuáles son las causas subyacentes? Imágenes de todo el mundo reflejadas en las pantallas de televisión enfocan a las víctimas de la guerra civil, la sequía y las inundaciones. El hambre presente en Somalia o Mozambique es atribuida mecánicamente a factores políticos y climáticos externos: la ausencia de nubes cargadas de lluvia y anomalías en la presión del aire... Se tergiversa la historia, sólo se enseña lo superficial y el color de los eventos mundiales. Somalia fue autosuficiente en alimentos hasta los años 70. ¿Qué precipitó el colapso de la sociedad civil? ¿Por qué se destruyó la agricultura de producción de alimentos y el pastoreo nómada?

Desde principios de la década del 80 han ocurrido cambios complejos y de largo alcance en la economía mundial, que redefinen la estructura de la industria y la agricultura. La explotación rural familiar es llevada a la bancarrota, el productor agrícola pierde el control de la tierra que trabaja. Y en los países en desarrollo, el campesinado se convierte cada vez más en un ejército de trabajadores zafrales sin tierra.

Los ingresos de los agricultores -y esto tanto en los países ricos como pobres- quedan reducidos a una mínima expresión bajo el asedio de un poderoso grupo de empresas mundiales agroindustriales que simultáneamente controlan los mercados de cereales, de insumos agrícolas, de semillas y de alimentos procesados. La gigante Cargill Inc., con más de 140 filiales y subsidiarias en todo el mundo, controla una gran cuota del comercio internacional de cereales. Desde la década del 50, Cargill se ha convertido en el principal contratista de los programas de ayuda alimentaria de Estados Unidos, financiados por la Ley Pública 480 del año 1954.

Con la firma del acta final de la Ronda Uruguay, los artículos del acuerdo de la nueva Organización Mundial de Comercio (OMC) darán libertad irrestricta a las trasnacionales de la alimentación para ingresar en los mercados de semillas de los países en desarrollo y establecer los derechos de los seleccionadores de plantas en detrimento de millones de pequeños agricultores. La adquisición de derechos de propiedad intelectual exclusivos sobre variedades vegetales por parte de grupos internacionales de la agroindustria también contribuye a la destrucción de la biodiversidad.


La gran paradoja
Por primera vez en la historia, la agricultura mundial tiene la capacidad de satisfacer las necesidades alimentarias de todo el planeta, y sin embargo la naturaleza misma del sistema de mercado mundial lo impide. La capacidad de producir alimentos es inmensa, y aun así los niveles de consumo alimenticio permanecen muy bajos debido a que una gran parte de la población mundial vive en condiciones de pobreza extrema y privación.

Además, el proceso de modernización de la agricultura (incluida la Revolución Verde) condujo al desposeimiento del campesinado, a un aumento de los "sin tierra" y a la degradación ambiental.

En otras palabras, las mismas fuerzas que alientan la expansión de la producción mundial de alimentos conducen también a la contracción del nivel de vida y a una disminución de la demanda de alimentos.


Reestructura mundial de la agricultura

Las medidas en materia de política económica adoptadas por los gobiernos del Grupo de los 7 y las instituciones financieras internacionales con sede en Washington tienden a apoyar esta reestructura mundial de la agricultura. La agricultura nacional y el campesinado independiente están menoscabados, las relaciones de oferta y demanda se están reformulando. El empobrecimiento mundial desde la crisis de la deuda tiende a favorecer el estancamiento de la producción de alimentos básicos y a la vez hace virar el rumbo de la agricultura hacia alimentos no básicos y procesados, de alto valor agregado.

En todo el mundo en desarrollo la seguridad alimentaria está destruida, el mercado nacional de cereales ha sido desplazado, los precios de los granos se alinean con los del mercado internacional y el campesinado está subordinado a los requisitos de los monopolios mundiales del alimento. A su vez, los intermediarios y prestamistas locales, así como los burócratas, se vinculan cada vez más con los intereses de las trasnacionales del alimento.
Estas gigantes no sólo se benefician con la ayuda alimentaria de Estados Unidos, sino que también se han convertido en los agentes bursátiles del desarrollo en una gran gama de proyectos agroindustriales financiados al amparo de la Ley Pública 480. Su posibilidad de acceder directamente al Banco Mundial, al Departamento de Agricultura de Estados Unidos y a los gobiernos nacionales les confiere un poder predominante en la reformulación de la política agrícola de los países endeudados.

Ucrania, ex granero del mundo

Desde principios de la década del 90, un modelo de reforma similar ha sido aplicado a los países del ex bloque oriental, con consecuencias económicas y sociales devastadoras. En setiembre de 1994, los ucranianos firmaron un acuerdo sobre reforma macroeconómica con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que sentó las bases para la reestructura de su sector agrícola. El tratamiento de shock del FMI aplicado en octubre de 1994 causó estragos: el precio del pan aumentó de la noche a la mañana en un 300%, los precios de los servicios de electricidad en un 600%, el transporte público en un 900%. Todo esto, combinado con las subas abruptas de los precios del combustible y la energía, el aumento de los subsidios y la congelación del crédito, contribuirá a destruir la economía proveedora de alimentos básicos de los ucranianos.

En noviembre de 1994, los negociadores del Banco Mundial estuvieron examinando las mejoras de la agricultura ucraniana. Con la liberalización comercial -que es parte del paquete propuesto-, queda abierta la puerta para el dumping de los excedentes cerealeros y la ayuda alimentaria de Estados Unidos en el mercado interno. Esto contribuiría a la desestabilización de una de las mayores y más productivas economías del trigo.


BM, FMI y la destrucción de la agricultura tradicional

El programa de ajuste estructural del Banco Mundial y del FMI está directamente relacionado con el proceso que conduce a la creación de situaciones de hambre, porque atenta de manera sistemática contra todas las actividades económicas que no sirven a los intereses del sistema de mercado mundial.

Desde principios de la década del 80, cuando los mercados cerealeros comenzaron a desreglamentarse bajo la supervisión del Banco Mundial, los excedentes cerealeros de Estados Unidos fueron utilizados (de manera mucho más sistemática que en el pasado) a destruir al campesinado y desestabilizar la producción agrícola nacional de alimentos. Esta última, en esas circunstancias, se hizo mucho más vulnerable a los vaivenes de la sequía y la degradación ambiental.

De igual forma, la carne vacuna subsidiada y los productos lácteos importados (exentos de impuestos) de la Comunidad Europea provocaron la muerte de la economía pastoril nómade de África.

Las importaciones de carne vacuna europea al África Occidental aumentaron siete veces desde 1984, lo que tuvo como consecuencia el desplazamiento de los productores locales de ganado. En el Sahel, la desreglamentación del mercado cerealero bajo la supervisión del Banco Mundial se inició en los momentos más álgidos de la sequía de 1983-84, y tuvo consecuencias sociales devastadoras.

No obstante, el deterioro y debilitamiento de la producción agrícola de alimentos del África subsahariana es anterior al tratamiento de shock del FMI. Fue en gran medida un legado de la época colonial: en el Sahel, los cultivos de exportación ocuparon las mejores tierras. Mientras la infraestructura agrícola, el riego, los servicios de extensión y el crédito se destinaban a apoyar las exportaciones, los cultivos de alimentos tradicionales (mijo y sorgo) fueron empujados a las tierras marginales, la llamada zona gris del cinturón árido del Sahel.

La crisis de la deuda de principios de los 80 marcó un punto culminante. La economía de cultivo comercial propia de la época colonial se precipitó a un estado de depresión. El magro ingreso monetario que los campesinos obtenían de los cultivos de exportación (por ejemplo el café o el cacao), se comprimió aún más como resultado de la caída de los precios de los productos básicos. Pero ya no había nada con qué compensar esto, porque el sistema de sustentación de la vida propio de la agricultura de subsistencia tradicional había sido desmantelado.
Además, la economía de cultivos comerciales combinada con la explotación indiscriminada de las reservas forestales provocó graves daños ambientales y degradación del suelo. Los ingresos en efectivo devengados de los cultivos de exportación eran insuficientes para comprar los alimentos necesarios. Las hambrunas de las décadas de los años 80 y 90 fueron, por lo tanto, más graves y devastadoras que las de los 70.


Claves: barreras comerciales y régimen de propiedad de la tierra

A principios de la década del 80 comenzó a aplicarse una modernización del sector agrícola de los países en desarrollo. Si bien las experiencias difieren ampliamente de una región a otra del mundo, el mismo paquete de reformas económicas (bajo la dirección de las instituciones de Bretton Woods) se impuso al unísono a un gran número de países endeudados.

Bajo la supervisión del Banco Mundial, se eliminaron las barreras comerciales a los cereales, los productos lácteos y la carne provenientes de los países ricos, junto con la eliminación de los subsidios y los créditos bancarios preferenciales para los agricultores.

El Banco Mundial también alentó la aplicación de reformas en la estructura de tenencia y propiedad de la tierra que propiciaron la formación de predios más grandes, la pérdida de la tierra para el pequeño propietario, la transformación de los derechos de los indígenas a la tierra y la privatización de las tierras comunales.

Si bien se promovieron otros cultivos de exportación alternativos, las reformas también tenían la intención de impedir que los agricultores del Tercer Mundo volvieran a la producción de alimentos para consumo familiar o para la venta en el mercado interno. Asimismo se alentó la comercialización de la producción de alimentos y la sustitución de la economía campesina por agroindustrias de base urbana.

Los países en desarrollo fueron aconsejados por el Banco Mundial a crear nuevas zonas de exportación especializadas. En Senegal y Malí, por ejemplo, se desarrolló en plantaciones comerciales una redituable explotación de frutas y vegetales para la exportación, en detrimento de la economía campesina. En Bangladesh, el cultivo de camarones a escala de la aldea, apoyado por el Banco Mundial, irrumpió en el desarrollo de la producción de paddy (arroz con cáscara), con nefastas consecuencias ambientales. Pero este auge de las exportaciones no tradicionales no duró, porque las llamadas exportaciones de alto valor agregado se incrementaron simultáneamente (bajo la conducción del Banco Mundial) en una gran cantidad de países, produciendo un consiguiente derrumbe de los precios.

La trampa de la ayuda alimentaria
En todo el mundo en desarrollo, el modelo de ajuste sectorial en la agricultura bajo la custodia de las instituciones de Bretton Woods se encaminó inevitablemente a la destrucción de la seguridad alimentaria. La dependencia con el mercado mundial se reforzó con miras a ofrecer mercados de venta para los excedentes agrícolas de Europa y Estados Unidos. La ayuda alimentaria al África subsahariana aumentó más de siete veces desde 1974, las importaciones de cereales comerciales aumentaron más del doble. La ayuda alimentaria, no obstante, ya no se destinaba a los países del cinturón del Sahel azotados por la sequía, sino a los países que hasta hacía poco eran relativamente autosuficientes en materia de alimentos. La ayuda alimentaria nunca es gratuita: los gobiernos siempre la venden, invariablemente por debajo de los precios del mercado local.

Las instituciones de Bretton Woods aplicaron rígidas medidas de austeridad a los gobiernos africanos; se redujeron drásticamente los gastos destinados al desarrollo del sector rural, lo que provocó el colapso de la infraestructura agrícola.
Según el programa del Banco Mundial, el agua se convertía en un artículo que debía ser vendido a los empobrecidos campesinos a un precio que contemplara la recuperación de los costos. Debido a la falta de fondos, el Estado se vio obligado a retirarse de la administración y conservación de los recursos de agua. Los ojos y pozos de agua se secaron debido a la falta de mantenimiento, o fueron privatizados por los comerciantes y agricultores ricos. En las regiones semiáridas, esta comercialización del agua y el riego conduce al quiebre de la seguridad alimentaria y al hambre.


Ayuda al ajuste
Desde la crisis de la deuda, las instituciones financieras internacionales dejaron de brindar apoyo crediticio a los proyectos de desarrollo real. Surgió una nueva generación de préstamos asentados en plataformas políticas. El dinero comenzó a destinarse a ayudar a los países a ajustarse. Estos acuerdos crediticios del Banco Mundial incluían severos condicionamientos: el dinero se entregaba sólo si el gobierno aceptaba las reformas de ajuste estructural y al mismo tiempo respetaba plazos muy precisos para su implementación. En caso de incumplimiento por parte del gobierno podían interrumpirse los desembolsos crediticios. Se había puesto en marcha una práctica de préstamo peculiar y en cierta medida extraña: el dinero concedido en apoyo del ajuste de la agricultura no estaba destinado a la inversión en proyectos agrícolas. Los préstamos podrían gastarse libremente en la importación de productos.

De más está decir que la naturaleza misma de estos convenios crediticios provocó el quiebre de la agricultura, ya que nada de ese dinero se destinó a la inversión.

No obstante, se cumplió otro objetivo importante: los préstamos de ajuste desviaron los recursos de la economía doméstica y alentaron a los países a seguir importando grandes cantidades de bienes de consumo, incluidos productos básicos alimenticios de los países ricos. El resultado de este proceso fue el estancamiento de la economía doméstica, el agravamiento de la crisis de la balanza de pagos y el crecimiento de la carga de la deuda.

Oferta mundial excedentaria y desintegración nacional

Si bien las variables climáticas externas juegan cierto papel en cuanto a desencadenar una situación de hambruna y aumentar la repercusión social de la sequía, el hambre, en la era de la integración a escala mundial, es un producto del ser humano. No es la consecuencia de la escasez de alimentos sino de una estructura de oferta mundial excedentaria que socava la seguridad alimentaria y destruye la producción agrícola nacional de alimentos. Estrictamente regulado y controlado por las agroindustrias internacionales, este exceso de demanda provoca, en última instancia, el estancamiento tanto de la producción como del consumo de productos alimenticios esenciales, y el empobrecimiento de los agricultores en todo el mundo.

Además, en la época de la integración a escala mundial, el programa de ajuste estructural del FMI y el Banco Mundial está directamente relacionado con el proceso de creación de situaciones de hambre porque sistemáticamente socava todas las categorías de la actividad económica, sea urbana o rural, que no sirven directamente a los intereses del sistema de mercado mundial.

Las industrias de sustitución de las importaciones para el mercado interno son desmanteladas como consecuencia de la eliminación de las barreras arancelarias y la pérdida del poder adquisitivo nacional, los pequeños artesanos se empobrecen, se socava la producción agrícola de alimentos para abrir paso a los cultivos de exportación. A su vez, el aparato estatal impone medidas de austeridad fiscal, la sociedad civil entra en crisis y el estado nacional se fragmenta políticamente.


(*) Michel Chossudovsky es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Ottawa, Canadá.


Fuente: El Tercer Mundo Económico,
http://www.tercermundoeconomico.org.uy/TME-80/analisis02.html

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