La perca del Nilo, a veces vendida como mero, llega desde el lago Victoria, en el centro de África. Brasil ya es el máximo exportador de pollos; al igual que Chile lo es en el negocio de criar, engordar y repartir salmones por el mundo. Los pepinos de España viajan a Holanda en invierno; en verano hacen la ruta en sentido contrario. Los espárragos de Navarra, sólo se envasan en Navarra una vez aterrizan del Perú o la China. El panga que dan de comer en las escuelas viajó desde Vietnam y el atún enlatado proviene de El Salvador o se le roba a los mares de Somalia.
Los pollos para que engorden rápido no pueden ver el Sol, no salen de sus jaulas. Las gallinas ponedoras para que pongan más huevos padecen de exceso lumínico, y apenas pueden dormir. Los cerdos están tan asardinados que cuando uno estornuda todos se contagian de gripe. A las vacas vegetarianas –durante una temporada loca- se les alimentó con restos de vaca. Ahora se investiga como engordar peces carnívoros con una dieta rica en soja. La soja también alimenta a los coches (agrocombustibles) y con sus desperdicios aún se consiguen raciones de pienso para los cerdos.
Si fuera mentira nos parecería exagerado. Pero así es la alimentación del siglo XXI. Un rarísimo sistema contranatura en manos de muy pocas transnacionales, que ganan dinero a base de arruinar la pequeña agricultura tradicional, de ensuciar y contaminar el planeta, y como vemos –susto tras susto- poniendo en jaque la salud de la población consumidora. Vacas locas, dioxinas, gripes, ecolis… Todas estas enfermedades guardan el mismo patrón: patologías graves de origen bien conocido: la codicia.
Esperemos que el brote de E.Coli frene en breve, y que sirva para una reflexión: el combate a estas enfermedades no pasa por mejorar los sistemas de control. Como dice mi amiga Marta Rivera, «la mejor garantía de seguridad alimentaria son políticas a favor de la soberanía alimentaria». -¿Y qué es la soberanía alimentaria? -se preguntarán. Pues lo explica un dicho africano que me he permitido modificar ligeramente: «Mucha gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivaran pequeños huertos,… que alimentarán al mundo»
(*) Gustavo Duch Guillot es autor de Lo que hay que tragar y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.
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