Saturno devorando a su hijo, de Goya |
por Salvador González Briceño
El mundo es más frágil de lo que presume la inmortal soberbia humana de la cultura occidental. Y si no, véase. Basta un imprevisto natural convertido en catástrofe —sea por causa de terremoto, tsunami, tornado, huracán, volcán en activo, etcétera—, para descubrir la fragilidad del arrogante y procaz dominio del hombre sobre la vida en el planeta tierra. ¡Como si todo en la naturaleza pudiera quedar subsumido a tan caprichosa voluntad! Dicho sea, cuando el hombre no es más que juguete frente a la naturaleza; y no pasa de títere controlado por su propia avaricia y el arrebato, eso sí, de sus muy desarrollados instintos [¡y no de sobrevivencia!, entre otras grandiosas cualidades]. Pese a la presumible hazaña de susadelantos científicos.
Será que, en tanto la sociedad de consumo [el soporte de la idiosincrasia de occidente; desde los países más desarrollados, los llamados ricos, hasta los más pobres que, como aquellos, siguen los preceptos del dinero a pie juntillas] no se ocupe del hombre mismo y en lugar de los cambios internos siga enfocándose en la exterioridad vía la adquisición y acumulación de sobresatisfactores para el ocio, en riqueza, o el sentido de la apropiación de todo [incluido lo ajeno], etcétera, continuará viviendo en plena etapa de salvajismo [“el hombre seguirá siendo un primate”: Desmond Morris]. Por tamaña debilidad y falta de principios que le orienten en la vida es que el hombre occidental queda sujeto a sus propios defectos; se convierte en reproductor constante de sus propios vicios —o la siempre presente maldición de los pecados capitales bíblicos.
Pero la cosa no queda en eso. Al contrario. El hombre de occidente piensa, y así lo cree, que es el dominante. Y que todo lo puede conseguir con el empeño, incluso hasta sin el mayor esfuerzo; que para eso se inventó el libre albedrío, mejor entendido como libre competencia. Por eso el aliento de que no le den sino que lo pongan donde hay. Por eso la ambición que surge del poder, porque el poder sirve para el control de los demás. Y eso se ajusta, precisamente, a la consecución del bienestar individual. O de la apropiación de lo que tienen los demás, vía cualquier mecanismo legal o ilegal, lícito o ilícito, ¡que para eso se inventó también el respeto, y el derecho, de la propiedad! Y el Estado como una muy buena herramienta.
De ahí viene el hacer creer que el reconocimiento de la personalidad es lo que vale. De que con el empeño de cada quien se alcanzan desde la felicidad, el éxito y la realización con las riquezas. ¡Tamaña ilusión perversa alimentada por la ambición! Porque ninguna de esas metas cumplen tal banalidad. Ninguna pasa de la codicia para el corto plazo individual; porque es el alimento de fines meramente mercantiles, que para nada dignifican al hombre sino lo pervierten. Y lo mismo da que el tema sea visto así o a la inversa. Ya lo dijo Lao Tse: “Opulencia y poder conducen a la soberbia / Y de esto nace la ruina”. Pero el asunto no termina ahí. Ni la disertación tampoco.
¿Por qué el hombre se llena de miedo ante lo desconocido? ¿Por qué el temor a la catástrofe si lo domina todo? Recordemos que siempre en épocas de cambio hay incertidumbre. Pero igualmente en tiempos de accidentes asoman las perturbaciones. La ruina japonesa ha puesto sobre la balanza la importancia de la vida misma. Cierto que apenas comienza, pero los países no lo harían si no midieran el tamaño del accidente que significa la exposición de aquél país a la radiación atómica, tras los accidentes generados por el terremoto y el tsunami del viernes pasado que impactó los reactores del área en Fukushima . Por eso no faltan las voces que hablen del Apocalipsis hecho realidad.
Pero, ¿por qué tanta desconfianza, cuando se sabe que el hombre occidental coloca toda su fe en los descubrimientos científicos que tiene y en la utilización llanamente pacífica de los mismos, como en este caso de la energía nuclear? ¿Acaso el hombre occidental no entiende que su ciencia no lo salva de perderse inclusive en este mundo? ¿Por qué los miedos, cuando se siente una suerte de Dios que lo controla todo? ¿A qué temer si nunca mide el tamaño de la destrucción que generan, además de los desastres naturales —ya no tan naturales porque la actividad industrial ha modificado el funcionamiento de muchos fenómenos con el conocido efecto del cambio climático—, sus procedimientos sucios de generación de la riqueza? ¿O será que sólo en estos tiempos de amenaza real, es que el hombre occidental se ocupa tanto de lo que ha hecho como de lo que no con su mundo, gracias a esa desmedida ambición?
Porque ahora, al menos a todos los líderes mundiales ya les entró el temor de revisar corriendo sus propias instalaciones nucleares. Porque tienen el espejo, lamentablemente por cierto, de Japón enfrente —están poniendo las barbas a remojar—. Pero en el fondo, la verdad es que el hombre está destruyendo su propio hábitat y todo lo que le rodea; si es que no se quiere referir a la Madre Tierra, como sí lo hacen los pueblos originarios en todo el mundo. Entiéndase los desplazados y relegados, desdeñados y maltratados por la llamadacivilización occidental.
Por lo pronto, ciertamente que el reto que tienen enfrente los japoneses es monumental. Alguien dijo ya que se trata de un Chernóbil pero en cámara lenta. El mismo primer ministro Naoto Kan ha exigido a la empresa Tepco una explicación de lo que está sucediendo: “Qué demonios pasa”, expresó ayer. Pero a estas alturas todavía, quizá la verdad ni la propia empresa la conozca o no la quiera dar a saber. Pero el riesgo es grande, y más que eso. Los niveles de radioactividad están elevados, más allá de la tolerancia humana. Las mismas autoridades no saben si la situación crecerá y hasta dónde.
Por eso los ciudadanos japoneses, con razón, están asustados y no saben qué hacer. Muchos quieren salir de su país pero no pueden. En gran medida el pánico está presente. Con la experiencia a cuestas de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, seguro le temen a la radiación más que a los terremotos. En circunstancias similares están muchos ciudadanos en otras partes del mundo. Los gobiernos presumen modificar algunas políticas al respecto del manejo de los reactores pero nada asegura que lo hagan. Porque tampoco falta quien sostiene que son mayores los beneficios que los peligros del uso de la energía nuclear. La minimización de costos por delante de la riqueza que se puede crear en las bolsas de los hombres ricos que están metidos en el negocio. Al mundo civilizado la vida no interesa. Apocalíptica o no, el caso es que todos en estamos en peligro.
2 comentarios:
Mirando la actualidad mundial y sus acontecimientos..Yo me pregunto..que estaba pensando El creador cuando diseñó al ser humano?., que necesidad tenía de crear una especie tan destructiva?...si el universo ES una sinfonía acorde, para qué generar una especie que amenace con alterar ese equilibrio?.acaso él que todo lo vé y todo lo sabe no conocía el desenlace?..lVivimos guerreando desde que el mundo es mundo..por las tierras, por los reyes, por la religión, por la comida, por el oro, por el petróleo, ahora por el agua,etc, motivos nunca faltan, y si no hay guerras creamos una, sólo para vender armas..las cuales varían de acuerdo al adelanto de la ciencia., armas mas sofisticadas para tener poder..el tema es siempre dominar.
Pero.. de dónde legamos semejantes cualidades?..por que..si todo es a imagen y semejanza, en algún lugar del universo encontraremos los famosos Egos, los 7 pecados capitales y sus variantes..
Será que somos el intento número X para mejorar lo que ya existe desde siempre?..
Está escrito que no es la primera vez que el comportamiento del humano provocó la ira de Dios..hubo otros diluvios..ensayo y error, entonces?? ¿Dónde está el error?, por qué siempre caemos en lo mismo?..porqué arriesgar el equilibrio del universo contemplando una raza que no cambia..que habita un mundo en donde siembran contenedores con residuos tóxicos, nucleares, y vaya a saber con que otras sustancias, en la tierra, en el mar y que está llenando de chatarra el cosmos?? habitamos sobre una bomba de tiempo, que amenaza con estallar el día menos pensado..estas preguntas se agolpan en mi mente tratando de entender..pero bueno..quien soy yo para cuestionar el axionar de Dios,de la inteligencia suprema del universo...lo que sí me queda claro es que si hay alguna finalidad para todo esto no la entiendo...sólo me resta trabajar para aportar mi grano de arena y tal vez ayude a alguien mi accionar, tal vez esto tenga que ser así, tal vez no llegue a comprender lo incomprendible por que soy solo un ser humano.
Hola Roxana:
Me gustaría comentar, al hilo de tus reflexiones, que el cuadro que encabeza el artículo de Salvador González Briceño, que es de Goya, "Saturno devorando a su hijo"
fechado en 1799, podríamos relacionarlo con otro óleo del mismo autor " El sueño de la razón produce monstruos" de 1819.
La cuestión que trataré de sugerirte es una creencia acerca del peligro en el abuso de la racionalidad explicativa, que al no ponerse límites acaba por inventar o crear razonamientos falsos y, a la postre, dolorosos.
Para mí, la salida a tal error parte de la dicotomía razón/corazón
Ambos son necesarios, pero ¿quién debe mandar?.
A lo largo de la vida he asistido al fracaso de los que han antepuesto la razón al corazón.., y todavía no conozco ningún caso contrario.
Sufrir, sufrimos todos. Tarde o temprano la vida nos muestra sus múltiples caras; pero, cuando alguien tiene presente esas personas que aportan "granitos de arena" sabe que no está sola, que otros corazones laten con el suyo...
Si, además, tenemos buenas razones para construir(y no destruir), para amar(y no odiar), y para tantas cosas que nos acercarían a una vida pacífica y respetuosa, entonces, mejor que mejor.
Pero, no entender por qué Saturno se come a sus hijos.., o cuáles son los motivos en el devenir de los acontecimientos cosmológicos, no me parece necesario si me obliga a "olvidar mi corazón" Aunque , por supuesto, me encantaría poder tener un libro, o super enciclopedia, donde pudiese encontrar cualquier respuesta para cualquier pregunta que me pareciese adecuado saber.
Y de la misma manera que esa sabiduría no es humana, pretender alcanzar las respuestas con la razón, probablemente , solo produce "locos" y no "sabios".
Y, por consiguiente, ya que no podemos ser sabios.., nada nos impide ser humanos-positivos mediante la fórmula que defendías, y que comparto: aportar nuestros granitos de arena.
Saludos.
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