martes, 20 de mayo de 2008

Albert Hofman ‘in memoriam’


Por Luis Racionero






“La síntesis del LSD llevada a cabo por Hofman de Basilea es, a mi juicio, el suceso más importante del siglo XX”, escribe F. Sánchez-Dragó, juicio que suscribo plenamente.
¿Por qué?
El siglo XX, como sostuve en mi ensayo El Progreso Decadente, progresó enormemente en lo tecnológico y muy poco o nada en lo moral, algunos creen que en lo moral se regresó. El progreso moral pasa por el cambio de las conciencias e incluso consciencias, el LSD altera el estado de consciencia normal, ergo el LSD es tan importante o más que las innovaciones tecnológicas tan abundantes en el siglo XX.
¿Qué es un cambio en la consciencia?, pues alterar los circuitos cerebrales. En vez de procesar las sensaciones como siempre, si se añaden neurotransmisores, tal es el efecto del LSD, el ordenador cerebral se vuelve más complejo, pasa de diez mil megabytes a tres millones, por decir, o sea, que se convierte en otro ordenador más potente.
Leer un libro es meter información nueva en el cerebro habitual, eso es añadir conocimientos, pero tomar LSD es meter más radicales indol en los neurotransmisores cerebrales, o sea, cambiar la estructura y complejidad del propio cerebro. Es pasar a otro nivel, a una nueva generación de computadoras, a un cerebro nuevo, o sea, unos hombre o mujer nuevos, en el siguiente estadio de evolución de la conciencia.

Sé que suena grandilocuente, pero es la pura verdad. Quien lo ha probado lo sabe, y a quien no, no se le puede explicar con palabras porque las palabras están en el cerebro normal, no en el siguiente. El LSD, como las experiencias místicas, llevan la consciencia más allá de las palabras. O sea, donde quería llegar Wittgestein cuando dijo que “sobre lo que no se puede decir nada, vale más callarse”, o el Zen que exploró Heideger los últimos años de su vida.

Y conste, como se debe matizar siempre que se habla de esto, que no se trata de una apología de la droga, sinó de restaurar los Misterios de Eleusis. Si el LSD es ilegal, peor para todos, pero el día que se acepte, como han pedido muchas personas lúcidas, y se administre como Dios manda, en Eleusis y no en la discoteca, se dará un paso de gigante en el progreso moral del ser humano. Esperen y verán. Yo ya no lo veré, pero ya lo he visto.
Visité con Escohotado a Hofman en su casa de Basilea, donde fuimos sus huéspedes, y le traté allí, en un curso en El Escorial y en un programa de TV: era un anciano robusto cual campesino suizo, vigoroso, lúcido y generoso. Sintetizó lo que puede ser el sacramento de la religión de la ciencia. Ha vivido ciento dos años, como su amigo Ernst Junger. ¿Qué tomarían?

Fuente: http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=15/05/2008&name=racionero

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