Un libro de Lenni Brenner
«¿Cómo es posible que las víctimas del Holocausto se comporten con los palestinos de esta forma?» Esta pregunta, que mete el dedo en una llaga que genera perplejidad e indignación crecientes a escala global, descansa en una falacia ampliamente difundida y aceptada, que consiste en agrupar en una misma categoría («los judíos») a las víctimas de los nazis (los judíos) y a los verdugos de los palestinos (los sionistas). El presente trabajo de Lenni Brenner tiene la virtud, entre otras muchas, de disolver esa dramática y extendida confusión de identidades, de la que tanto partido han sacado –y continúan sacando– las sucesivas administraciones israelíes.
En la Europa de entreguerras y pese al acecho del antisemitismo, el sionismo era un movimiento político con poco peso entre los judíos, la mayoría de los cuales se consideraban –y eran– ciudadanos de sus respectivos países y no albergaban deseos de emigrar a Palestina. Fueron precisamente estos judíos ajenos al sionismo los que resultaron masacrados por millones en los campos nazis de exterminio; y fue la minoría sionista la que, guiada por sus convicciones etnonacionales, importó su visión racialista a Palestina para construir la comunidad chovinista y beligerante que sentó las bases pre-estatales de Israel y con la que se iban a encontrar, tiempo después, los primeros supervivientes de la Shoá que arribaron a las costas del inminente Estado israelí, esa entidad transfronteriza (para los judíos) y omnifronteriza (para los palestinos) en la que el sionismo es el propio Estado y su negación, por tanto, anatema nacional.
Apoyado en una abrumadora exposición documental, Brenner analiza las principales líneas de pensamiento y actuación sionistas en la Europa de las primeras décadas del pasado siglo. Una montaña de evidencias textuales nos descubre las profundas afinidades ideológicas entre el movimiento nazi y el movimiento sionista de entreguerras, que no sólo renunció a combatir al nazismo en auge, sino que pactó con él para vaciar Europa de judíos, objetivo abiertamente compartido por ambos movimientos antes de que los nazis se decantaran por la «solución final». Obviamente, los sionistas no deseaban el exterminio de los judíos, «tan sólo» su éxodo a Palestina, donde esperaban construir un Estado étnicamente «puro» para su comunidad. Cuando vieron que su pacto con el diablo conducía a los hornos crematorios ya era demasiado tarde.
En su afán por proclamar el reino del «superhombre» hebreo en Palestina, numerosos judíos sionistas participaban de una visión aterradora de los judíos de la diáspora, a los que no consideraban dignos de las sociedades en las que vivían. Este «cereal para los molinos de la propaganda nazi» se resume bien en las siguientes palabras de Chaim Weizmann, uno de los tres grandes del panteón sionista, junto a Ben Gurion y Herzl: «Cada país puede absorber solamente un número limitado de judíos, si no quiere desórdenes en su estómago. Alemania tiene ahora demasiados judíos».
Tras la lectura de este libro, conviene subrayar que los fundamentos del Estado hebreo, que hoy perviven llevados al paroxismo de la indecencia, no se deben a los refugiados del Holocausto, sino a los ideólogos sionistas que los precedieron y que impusieron en Palestina un proyecto político deudor, en gran medida, de la misma filosofía xenófoba y antisemita en la que se incubó el huevo de la serpiente nazi. Antes de rendirnos a una visión superficial y preguntarnos, entonces, por qué las víctimas se convirtieron en verdugos, echemos un vistazo al tablero devastado de la historia, que determina con precisión sobre qué ruinas yacen las unas y se levantan los otros.
sionismo-fascismo-capitulo2.pdf
A modo de introducción: Contradicción, colusión y controversia
(texto de Luis César Bou, traductor del libro y titular de la cátedra de Historia de Asia y África en la Universidad Nacional de Rosario, Argentina)
Lenni Brenner es una figura emblemática de la izquierda norteamericana, y de los avatares de la misma. Fue uno de los iniciadores del Movimiento de Libre Palabra (Free Speech Movement, FSM) de la Universidad de California, en Berkeley. Sin duda, ese fue el mejor momento del movimiento estudiantil estadounidense, efímero por cierto. Desde inicios de la década de los sesenta, cuando la sombra del macartismo aún no se había disipado, en el campus de la universidad se comenzó a discutir y actuar. Había muchos motivos, era el momento más álgido de la Guerra Fría, con la “Crisis de los Misiles” y la amenaza sobre Cuba, y la escalada intervencionista en Vietnam. Lenni Brenner, que entonces usaba el apellido de su padrastro, Glaser, fue uno de los oradores y agitadores más destacados. De esa época data su adhesión al trotskismo, su prédica contestataria, su burla hacia quienes decían que la gente se volvía loca si fumaba marihuana.
En 1964 el FSM se hizo sentir en todo el país. En California comenzó la agitación continua contra la guerra en Vietnam. Diariamente había demostraciones que trascendían la universidad, discursos, sentadas, formas de lucha no-violenta. Los administradores de la universidad, la policía, la derecha de California, no podían tolerar esto: reaccionaron contra el FSM actuando contra su figura más radicalizada. Lenni Brenner fue detenido y condenado, en un proceso vil, a 39 meses de prisión, porque la policía encontró en su bolsillo una colilla de marihuana de no más de media pulgada de largo. La pena podía ser cumplida mediante el sistema de “probation”, realizando tareas comunitarias. Pero los administradores de la universidad enviaron a dos agentes a testificar en la corte, para demostrar que Lenni Brenner era un sujeto peligroso. El cumplimiento de la pena fue efectivo, y Brenner pasó 39 meses en la prisión. Todavía hoy hay quienes lamentan haberlo dejado solo en ese momento, no haberlo defendido luchando, como correspondía. (1)
Quisieron sacarlo de en medio, en realidad ampliaron sus horizontes: en la propia antesala de la prisión Lenni Brenner conoció a Huey Newton, que después sería el legendario fundador de los “Panteras Negras”. Según él mismo recuerda, la Prisión Estatal de California le sirvió para meditar lo que haría en los diez años siguientes (2). Al salir en libertad Brenner siguió su camino en el movimiento contra la guerra y en lucha por los derechos civiles. Desde antes de eso había trabajado junto a Bayar Rustin, el organizador de la legendaria marcha de Martin Luther King sobre Washington, donde este pronunció su discurso “Tengo un Sueño”. De esta época data también su compromiso contra el sionismo y la opresión del pueblo palestino.
Fuente: http://www.bosforolibros.com/sionismo-y-fascismo
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