viernes, 3 de diciembre de 2010

Xenofobia cool


por Miguel Ángel Sánchez López (*)

La xenofobia reaparece en Francia con el nacimiento de un nuevo movimiento social. En octubre miles de ciudadanos tomaron las calles de París con la bandera del movimiento anti-gentuza (anti-racaille, en francés). 

Los manifestantes, en su mayoría jóvenes de extrema derecha descontentos con el actual sistema político, portaban pancartas y rezaban consignas contra “inmigrantes pobres, negros y musulmanes”. Según los asistentes, la gentuza es la que reside en los suburbios de las principales urbes del país.

La creación de este movimiento y su posterior crecimiento ensombrecen la posibilidad de una convivencia pacífica en la sociedad francesa con las minorías culturales. La extrema derecha gala, representada en los anteriores comicios presidenciales por el Frente Nacional (FN) de Le Pen, parecía herida de gravedad. Jean-Marie Le Pen, quién llegó a enfrentarse al ex presidente Chirac en segunda vuelta de las presidenciales de 2002, fue castigado en las urnas en 2007 por el electorado. La extrema derecha, por lo menos la oficial, se convirtió en la cuarta fuerza de la República. El programa del FN, basado en la gran limitación de la inmigración, proteccionismo, paro de la construcción de mezquitas y el restablecimiento de la pena de muerte, no cuajó en los ciudadanos.

Tres años después, y con un Frente Nacional liderado por Marine Le Pen, hija de Jean-Marie, y preocupado por adoptar un lenguaje menos racista, la extrema derecha se viste de movimiento ciudadano. Tras el batacazo político, el sector más racista de la sociedad francesa se manifiesta en las calles.

El movimiento toma como enemigos a tres minorías características de las zonas más pobres de las ciudades. En primer lugar los inmigrantes con menos recursos, a los que se responsabiliza de los males de la sociedad francesa, sin analizar por qué la mayoría acaban malviviendo en los extrarradios de las ciudades. En segundo lugar, y desde los disturbios violentos en los suburbios parisinos de 2005, la población negra, en su mayoría francesa y cansada de vivir en guetos y bajo un férreo control policial. Por último, la población musulmana, procedente en su mayoría de antiguas colonias francesas en África, que ve su reputación por los suelos por el miedo social a un ataque terrorista. La falacia empleada por los grupos de presión xenófobos de que los musulmanes quieren imponer su fe en Europa mediante la ‘yihad’ fomenta la islamofobia en Francia y en el resto de Occidente.

Pero no siempre ser inmigrante, negro y musulmán ha estado mal visto en Francia. En 1998, hace poco más de una década, millones de franceses acudieron en masa a los Campos Elíseos tras la consecución del Mundial de Fútbol por parte de su selección nacional. Zinedine Zidane, hijo de inmigrantes argelinos, Lilian Thuram, negro y emigrante de la isla de Guadalupe, y Youri Djorkaeff, de procedencia Armenia, entre otros futbolistas de diferentes orígenes, vistieron la camiseta de Francia en ese campeonato y crearon la imagen de una Francia intercultural. En estos casos la hipocresía sale a relucir: ni Zidane, ni Thuram, ni Djorkaeff son pobres ni viven en los suburbios de París o Lyon.

El incremento de voces contrarias a las minorías residentes en los distritos de bajos ingresos podría ser una consecuencia directa de la crisis económica actual. Como ya ocurrió después del Crack del ‘29, las sociedades europeas caen en la trampa del proteccionismo y del miedo a lo “extranjero”. La sociedad, en vez de buscar culpables en la cúpula del sistema financiero mundial, señala a los suburbios habitados por inmigrantes. Falacias como “vienen aquí por nuestros puestos de trabajo” abundan cuando la economía está desplomada. En este caso, parte de la ciudadanía francesa ha calificado a los inmigrantes pobres, a los negros y a los musulmanes como gentuza. El deber de una sociedad justa y democrática es revertir la situación y señalar como gentuza a quienes son incapaces de respetar las diferencias, acoger y convivir en paz.

(*) Miguel Ángel Sánchez López es Periodista

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay quien dice, que es peor el remedio que la enfermedad. El hecho de permitir, y hacer la vista gorda, en "las vacas gordas", cuando la mano de obra extranjera se permitía, era porque competían en salarios bajos, que el resto de los franceses no aceptaban. Ahora que la crisis se ha adueñado de todas las economias europeas, son los "sin papeles", los que sobran. En españa sucede lo mismo. Se firmaban salarios según convenio de la construccion, pero eran las subcontratas, las que se llevaban el trabajo. Realmente nunca se pagaron, los salarios reales. La diferencia se los llevaba el promotor de la obra. Lejos de reconocer la situación, se escudan en la xenofobia, para no declararse culpables. Es una forma de enmascarar la situación, hasta que pase "la tormenta". Los ejecutan las clases oligarcas, que son las mismas que han provocado la actual crisis.

Anónimo dijo...

Esto ya se viene denunciando muchos desde hace muuuuuuuuuuucho tiempo. Yo lo vengo haciendo desde hace lo menos 10 años, y soy inmigrante. Pero el inmigrante, cuando habla, es ignorado o pasado por alto o se le hace callar. Hasta hace unos cuatro años mis amigos llegaban a negarme que aquí hubiera xenofobia. Ahora resulta que se empiezan a quejar los nacionales. Si nos hubieran escuchado a tiempo esto se hubiera frenado, pero no: no se hizo. Si hubiera más inmigrantes con el coraje de denunciarlo -no he visto que en Europa se haga, es increíble el nivel de miedo que hay, el nivel de control que hay, el nivel de infantilismo político que hay-, es decir si los nacionales hubieran reconocido en su momento la realidad de que la xenofobia está a flor de piel; si el inmigrante tuviera derechos REALES (y no monárquicos, claro :D) sobre este territorio, se escucharían todas las voces como en su momento se hizo en latinoamérica. Ahora el avance de la derecha es obvio, porque se permitió en su momento. ¿Y quiénes pagan? Los inmigrantes, claro.

Pero llegará el día en que serán tantos los cadáveres (reales y no) que se mire hacia donde se mire, y por mucho que se intente no mirar, habrá que hincarse a recoger lo que haya, guste o no guste. Será ahí cuando se demuestre quién es quién, sin caretas, y nos dejaremos de tanta teoría para pasar a una acción verdadera. Es una pena que haya que llegar a ese extremo para demostrar hasta qué punto merecemos el título de humanos o el de animales.

Siento ser tan dura, pero mi experiencia merece ser recogida en un tratado. Y la de tantos que no se atreven a alzar la voz.

Obviamente, firmo como anónimo. Si los demás no dan la cara yo tampoco, y viendo cómo está el patio... y viendo que nadie me respalda -porque aquí si no te respalda un grupo económico vas muerto- pues va como anónimo (aunque se me vea la pluma :D).

En fin. Cantado estaba que los árabes iban a pagarla. Ya desde el día en que Europa se creyó que USA era una víctima, le entró la culpa por todas las meteduras de pata cometidas en el pasado, así que a reprimir.

Un saludo y perdón por la extensión y la rabia.