martes, 28 de julio de 2009

ZYGMUNT BAUMAN: Un mundo nuevo y cruel


How to spend it.... Cómo gastarlo. Ese es el nombre de un suplemento del diario británico Financial Times. Ricos y poderosos lo leen para saber qué hacer con el dinero que les sobra. Constituyen una pequeña parte de un mundo distanciado por una frontera infranqueable. En ese suplemento alguien escribió que en un mundo en el que "cualquiera" se puede permitir un auto de lujo, aquellos que apuntan realmente alto "no tienen otra opción que ir a por uno mejor..." Esta cosmovisión le sirvió a Zygmunt Bauman para teorizar sobre cuestiones imprescindibles y así intentar comprender esta era. La idea de felicidad, el mundo que está resurgiendo después de la crisis, seguridad versus libertad, son algunas de sus preocupaciones actuales y que explica en sus recientes libros: Múltiples culturas, una sola humanidad (Katz editores) y El arte de la vida (Paidós). "No es posible ser realmente libre si no se tiene seguridad, y la verdadera seguridad implica a su vez la libertad", sostiene desde Inglaterra por escrito. Bauman nació en Polonia pero se fue expulsado por el antisemitismo en los 50 y recaló en los 60 en Gran Bretaña. Hoy es profesor emérito de la Universidad de Leeds. Estudió las estratificaciones sociales y las relacionó con el desarrollo del movimiento obrero. Después analizó y criticó la modernidad y dio un diagnóstico pesimista de la sociedad. Ya en los 90 teorizó acerca de un modo diferente de enfocar el debate cuestionador sobre la modernidad. Ya no se trata de modernidad versus posmodernidad sino del pasaje de una modernidad "sólida" hacia otra "líquida". Al mismo tiempo y hasta el presente se ocupó de la convivencia de los "diferentes", los "residuos humanos" de la globalización: emigrantes, refugiados, parias, pobres todos. Sobre este mundo cruel y desigual versó este diálogo con Bauman.

—Uno de sus nuevos libros se llama Múltiples culturas, una sola humanidad .
¿Hay en este concepto una visión "optimista" del mundo de hoy?
—Ni optimista ni pesimista... Es sólo una evaluación sobria del desafío que enfrentamos en el umbral del siglo XXI. Ahora todos estamos interconectados y somos interdependientes. Lo que pasa en un lugar del globo tiene impacto en todos los demás, pero esa condición que compartimos se traduce y se reprocesa en miles de lenguas, de estilos culturales, de depósitos de memoria. No es probable que nuestra interdependencia redunde en una uniformidad cultural. Es por eso que el desafío que enfrentamos es que estamos todos, por así decirlo, en el mismo barco; tenemos un destino común y nuestra supervivencia depende de si cooperamos o luchamos entre nosotros. De todos modos, a veces diferimos mucho en algunos aspectos vitales. Tenemos que desarrollar, aprender y practicar el arte de vivir con diferencias, el arte de cooperar sin que los cooperadores pierdan su identidad, a beneficiarnos unos de otros no a pesar de, sino gracias a nuestras diferencias.

—Es paradójico, pero mientras se exalta el libre tránsito de mercancías, se fortalecen y construyen fronteras y muros. ¿Cómo se sobrevive a esta tensión? —Eso sólo parece ser una paradoja. En realidad, esa contradicción era algo esperable en un planeta donde las potencias que determinan nuestra vida, condiciones y perspectivas son globales, pueden ignorar las fronteras y las leyes del estado, mientras que la mayor parte de los instrumentos políticos sigue siendo local y de una completa inadecuación para las enormes tareas a abordar. Fortificar las viejas fronteras y trazar otras nuevas, tratar de separarnos a "nosotros" de "ellos", son reacciones naturales, si bien desesperadas, a esa discrepancia. Si esas reacciones son tan eficaces como vehementes es otra cuestión. Las soberanías locales territoriales van a seguir desgastándose en este mundo en rápida globalización.

—Hay escenas comunes en Ciudad de México, San Pablo, Buenos Aires: de un lado villas miseria; del otro, barrios cerrados. Pobres de un lado, ricos del otro. ¿Quiénes quedan en el medio?
—¿Por qué se limita a las ciudades latinoamericanas? La misma tendencia prevalece en todos los continentes. Se trata de otro intento desesperado de separarse de la vida incierta, desigual, difícil y caótica de "afuera". Pero las vallas tienen dos lados. Dividen el espacio en un "adentro" y un "afuera", pero el "adentro" para la gente que vive de un lado del cerco es el "afuera" para los que están del otro lado. Cercarse en una "comunidad cerrada" no puede sino significar también excluir a todos los demás de los lugares dignos, agradables y seguros, y encerrarlos en sus barrios pobres. En las grandes ciudades, el espacio se divide en "comunidades cerradas" (guetos voluntarios) y "barrios miserables" (guetos involuntarios). El resto de la población lleva una incómoda existencia entre esos dos extremos, soñando con acceder a los guetos voluntarios y temiendo caer en los involuntarios.

—¿Por qué se cree que el mundo de hoy padece una inseguridad sin precedentes? ¿En otras eras se vivía con mayor seguridad?
—Cada época y cada tipo de sociedad tiene sus propios problemas específicos y sus pesadillas, y crea sus propias estratagemas para manejar sus propios miedos y angustias. En nuestra época, la angustia aterradora y paralizante tiene sus raíces en la fluidez, la fragilidad y la inevitable incertidumbre de la posición y las perspectivas sociales. Por un lado, se proclama el libre acceso a todas las opciones imaginables (de ahí las depresiones y la autocondena: debo tener algún problema si no consigo lo que otros lograron ); por otro lado, todo lo que ya se ganó y se obtuvo es nuestro "hasta nuevo aviso" y podría retirársenos y negársenos en cualquier momento. La angustia resultante permanecería con nosotros mientras la "liquidez" siga siendo la característica de la sociedad. Nuestros abuelos lucharon con valentía por la libertad. Nosotros parecemos cada vez más preocupados por nuestra seguridad personal... Todo indica que estamos dispuestos a entregar parte de la libertad que tanto costó a cambio de mayor seguridad.

—Esto nos llevaría a otra paradoja. ¿Cómo maneja la sociedad moderna la falta de seguridad que ella misma produce?
—Por medio de todo tipo de estratagemas, en su mayor parte a través de sustitutos. Uno de los más habituales es el desplazamiento/trasplante del terror a la globalización inaccesible, caótica, descontrolada e impredecible a sus productos: inmigrantes, refugiados, personas que piden asilo. Otro instrumento es el que proporcionan las llamadas "comunidades cerradas" fortificadas contra extraños, merodeadores y mendigos, si bien son incapaces de detener o desviar las fuerzas que son responsables del debilitamiento de nuestra autoestima y actitud social, que amenazan con destruir. En líneas más generales: las estratagemas más extendidas se reducen a la sustitución de preocupaciones sobre la seguridad del cuerpo y la propiedad por preocupaciones sobre la seguridad individual y colectiva sustentada o negada en términos sociales.

—¿Hay futuro? ¿Se puede pensarlo? ¿Existe en el imaginario de los jóvenes?
—El filósofo británico John Gray destacó que "los gobiernos de los estados soberanos no saben de antemano cómo van a reaccionar los mercados (...) Los gobiernos nacionales en la década de 1990 vuelan a ciegas." Gray no estima que el futuro suponga una situación muy diferente. Al igual que en el pasado, podemos esperar "una sucesión de contingencias, catástrofes y pasos ocasionales por la paz y la civilización", todos ellos, permítame agregar, inesperados, imprevisibles y por lo general con víctimas y beneficiarios sin conciencia ni preparación. Hay muchos indicios de que, a diferencia de sus padres y abuelos, los jóvenes tienden a abandonar la concepción "cíclica" y "lineal" del tiempo y a volver a un modelo "puntillista": el tiempo se pulveriza en una serie desordenada de "momentos", cada uno de los cuales se vive solo, tiene un valor que puede desvanecerse con la llegada del momento siguiente y tiene poca relación con el pasado y con el futuro. Como la fluidez endémica de las condiciones tiene la mala costumbre de cambiar sin previo aviso, la atención tiende a concentrarse en aprovechar al máximo el momento actual en lugar de preocuparse por sus posibles consecuencias a largo plazo. Cada punto del tiempo, por más efímero que sea, puede resultar otro "big bang", pero no hay forma de saber qué punto con anticipación, de modo que, por las dudas, hay que explorar cada uno a fondo.

—Es una época en la que los miedos tienen un papel destacado. ¿Cuáles son los principales temores que trae este presente?
—Creo que las características más destacadas de los miedos contemporáneos son su naturaleza diseminada, la subdefinición y la subdeterminación, características que tienden a aparecer en los períodos de lo que puede llamarse un "interregno". Antonio Gramsci escribió en Cuadernos de la cárcel lo siguiente: "La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer: en este interregno aparece una gran variedad de síntomas mórbidos". Gramsci dio al término "interregno" un significado que abarcó un espectro más amplio del orden social, político y legal, al tiempo que profundizaba en la situación sociocultural; o más bien, tomando la memorable definición de Lenin de la "situación revolucionaria" como la situación en la que los gobernantes ya no pueden gobernar mientras que los gobernados ya no quieren ser gobernados, separó la idea de "interregno" de su habitual asociación con el interludio de la trasmisión (acostumbrada) del poder hereditario o elegido, y lo asoció a las situaciones extraordinarias en las que el marco legal existente del orden social pierde fuerza y ya no puede mantenerse, mientras que un marco nuevo, a la medida de las nuevas condiciones que hicieron inútil el marco anterior, está aún en una etapa de creación, no se lo terminó de estructurar o no tiene la fuerza suficiente para que se lo instale. Propongo reconocer la situación planetaria actual como un caso de interregno. De hecho, tal como postuló Gramsci, "lo viejo está muriendo". El viejo orden que hasta hace poco se basaba en un principio igualmente "trinitario" de territorio, estado y nación como clave de la distribución planetaria de soberanía, y en un poder que parecía vinculado para siempre a la política del estado-nación territorial como su único agente operativo, ahora está muriendo. La soberanía ya no está ligada a los elementos de las entidades y el principio trinitario; como máximo está vinculada a los mismos pero de forma laxa y en proporciones mucho más reducidas en dimensiones y contenidos. La presunta unión indisoluble de poder y política, por otro lado, está terminando con perspectivas de divorcio. La soberanía está sin ancla y en flotación libre. Los estados-nación se encuentran en situación de compartir la compañía conflictiva de aspirantes a, o presuntos sujetos soberanos siempre en pugna y competencia, con entidades que evaden con éxito la aplicación del hasta entonces principio trinitario obligatorio de asignación, y con demasiada frecuencia ignorando de manera explícita o socavando de forma furtiva sus objetos designados. Un número cada vez mayor de competidores por la soberanía ya excede, si no de forma individual sin duda de forma colectiva, el poder de un estado-nación medio (las compañías comerciales, industriales y financieras multinacionales ya constituyen, según Gray, "alrededor de la tercera parte de la producción mundial y los dos tercios del comercio mundial").

—La "modernidad líquida", como un tiempo donde las relaciones sociales, económicas, discurren como un fluido que no puede conservar la forma adquirida en cada momento, ¿tiene fin?
—Es difícil contestar esa pregunta, no sólo porque el futuro es impredecible, sino debido al "interregno" que mencioné antes, un lapso en el que virtualmente todo puede pasar pero nada puede hacerse con plena seguridad y certeza de éxito. En nuestros tiempos, la gran pregunta no es "¿qué hace falta hacer?", sino "¿quién puede hacerlo?" En la actualidad hay una creciente separación, que se acerca de forma alarmante al divorcio, entre poder y política, los dos socios aparentemente inseparables que durante los dos últimos siglos residieron –o creyeron y exigieron residir– en el estado nación territorial. Esa separación ya derivó en el desajuste entre las instituciones del poder y las de la política. El poder desapareció del nivel del estado nación y se instaló en el "espacio de flujos" libre de política, dejando a la política oculta como antes en la morada que se compartía y que ahora descendió al "espacio de lugares". El creciente volumen de poder que importa ya se hizo global. La política, sin embargo, siguió siendo tan local como antes. Por lo tanto, los poderes más relevantes permanecen fuera del alcance de las instituciones políticas existentes, mientras que el marco de maniobra de la política interna sigue reduciéndose. La situación planetaria enfrenta ahora el desafío de asambleas ad hoc de poderes discordantes que el control político no limita debido a que las instituciones políticas existentes tienen cada vez menos poder. Estas se ven, por lo tanto, obligadas a limitar de forma drástica sus ambiciones y a "transferir" o "tercerizar" la creciente cantidad de funciones que tradicionalmente se confiaba a los gobiernos nacionales a organizaciones no políticas. La reducción de la esfera política se autoalimenta, así como la pérdida de relevancia de los sucesivos segmentos de la política nacional redunda en el desgaste del interés de los ciudadanos por la política institucionalizada y en la extendida tendencia a reemplazarla con una política de "flotación libre", notable por su carácter expeditivo, pero también por su cortoplacismo, reducción a un único tema, fragilidad y resistencia a la institucionalización.

—¿Cree que esta crisis global que estamos padeciendo puede generar un nuevo mundo, o al menos un poco diferente?
—Hasta ahora, la reacción a la "crisis del crédito", si bien impresionante y hasta revolucionaria, es "más de lo mismo", con la vana esperanza de que las posibilidades vigorizadoras de ganancia y consumo de esa etapa no estén aún del todo agotadas: un esfuerzo por recapitalizar a quienes prestan dinero y por hacer que sus deudores vuelvan a ser confiables para el crédito, de modo tal que el negocio de prestar y de tomar crédito, de seguir endeudándose, puedan volver a lo "habitual". El estado benefactor para los ricos volvió a los salones de exposición, para lo cual se lo sacó de las dependencias de servicio a las que se había relegado temporalmente sus oficinas para evitar comparaciones envidiosas. —Pero hay individuos que padecen las consecuencias de esta crisis de los que poco se habla. Los protagonistas visibles son los bancos, las empresas... —Lo que se olvida alegremente (y de forma estúpida) en esa ocasión es que la naturaleza del sufrimiento humano está determinada por la forma en que las personas viven. El dolor que en la actualidad se lamenta, al igual que todo mal social, tiene profundas raíces en la forma de vida que aprendimos, en nuestro hábito de buscar crédito para el consumo. Vivir del crédito es algo adictivo, más que casi o todas las drogas, y sin duda más adictivo que otros tranquilizantes que se ofrecen, y décadas de generoso suministro de una droga no pueden sino derivar en shock y conmoción cuando la provisión se detiene o disminuye. Ahora nos proponen la salida aparentemente fácil del shock que padecen tanto los drogadictos como los vendedores de drogas: la reanudación del suministro de drogas. Hasta ahora no hay muchos indicios de que nos estemos acercando a las raíces del problema. En el momento en que se lo detuvo ya al borde del precipicio mediante la inyección de "dinero de los contribuyentes", el banco TSB Lloyds empezó a presionar al Tesoro para que destinara parte del paquete de ahorro a los dividendos de los accionistas. A pesar de la indignación oficial, el banco procedió impasible a pagar bonificaciones cuyo monto obsceno llevó al desastre a los bancos y sus clientes. Por más impresionantes que sean las medidas que los gobiernos ya tomaron, planificaron o anunciaron, todas apuntan a "recapitalizar" los bancos y permitirles volver a la "actividad normal": en otras palabras, a la actividad que fue la principal responsable de la crisis actual. Si los deudores no pudieron pagar los intereses de la orgía de consumo que el banco inspiró y alentó, tal vez se los pueda inducir/obligar a hacerlo por medio de impuestos pagados al estado. Todavía no empezamos a pensar con seriedad en la sustentabilidad de nuestra sociedad de consumo y crédito. La "vuelta a la normalidad" anuncia una vuelta a las vías malas y siempre peligrosas. De todo modos todavía no llegamos al punto en que no hay vuelta atrás; aún hay tiempo (poco) de reflexionar y cambiar de camino; todavía podemos convertir el shock y la conmoción en algo beneficioso para nosotros y para nuestros hijos.
[Traduccion: Joaquin Ibarburu]
| © CLARIN

Bauman Básico | Poznan (Polonia), 1925. Sociólogo. Los análisis y conclusiones de Bauman sobre la globalización y sus consecuencias son referencias ineludibles para las ciencias sociales en muchos rincones del planeta como ocurre también en nuestro país. Recibió el Premio italiano Amalfi de sociología y ciencias sociales y el Theodor W. Adorno de la ciudad de Frankfurt. Es el creador del concepto de modernidad líquida en contraposición a la modernidad sólida. En esta última se mantenía la ilusión de que se iban a solucionar los problemas y que los iban a mantener inmutables. Al desaparecer la solidez, se impone la liquidez como metáfora de lo inasible y de lo que debe ser rectificado periódicamente. Escribió: Legisladores e intérpretes; La sociedad sitiada; Modernidad líquida; Vidas desperdiciadas; Vida líquida; Etica posmoderna.

Fuente: Héctor Pavón. Informativo 510 El Grano de Arena. ATTAC

lunes, 27 de julio de 2009

Ahora sí, otro mundo es posible


La crisis y el liderazgo de Obama son una oportunidad para cambiar el rumbo, para conseguir que primen los valores de la libertad, la igualdad y la solidaridad, pisoteados en la anterior etapa por el culto al mercado


"Tenemos la capacidad de lograr el mundo
que deseamos si tenemos el valor
de emprender un nuevo comienzo".
Barack H. Obama El Cairo, 4 de junio de 2009

Para pasar de una época de cambios a un cambio de época es imprescindible que se produzca la reacción de la sociedad, que ya no puede permanecer impasible, espectadora, testigo de lo que sucede, sino que tiene que participar, activamente, para que los gobiernos sean auténticamente democráticos, es decir, actúen en virtud de la voluntad mayoritaria de los ciudadanos y escuchen y respeten todas las opiniones. No me canso de repetir la importancia que tuvo, al término de la Segunda Guerra Mundial, que la Carta de las Naciones Unidas iniciara su preámbulo de este modo: "Nosotros, los pueblos, hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra". Estaba claro que eran los pueblos los que debían construir la paz a través de sus representantes genuinos. Y hacerlo en virtud del supremo compromiso contraído con las generaciones venideras.
Sin embargo, no fueron "los pueblos" sino los Estados, muchos de ellos autoritarios, los que interpretaron la Carta a su modo: la cooperación pronto se mudó en explotación, las ayudas en préstamos, los valores universales en leyes de mercado. Prevaleció el preparar la guerra para asegurar la paz, en lugar de construir la paz. Abandonadas progresivamente por las grandes potencias, las Naciones Unidas vieron cómo su sueño de democracia planetaria se convertía en agrupaciones plutocráticas (G-7, G-8, G-20...) que enarbolaban, en vez de "Nosotros, los pueblos", la enseña de "Nosotros, los poderosos".
Una economía de guerra, azuzada por los grandes productores de material bélico, se fue consolidando hasta alcanzar en el año 2000 inversiones diarias de casi 3.000 millones de dólares cuando la pobreza extrema y las muertes por hambre y enfermedades ya evitables se calculaban entre 60.000 y 70.000 personas cada día. No existió la voluntad política entre las grandes potencias de favorecer el desarrollo endógeno, de garantizar la igual dignidad de todos los seres humanos.
El panorama actual constituye una vergüenza colectiva, que exige un cambio tan radical como apremiante. Ahora sí es posible este cambio porque en los últimos años se ha producido una rápida "maduración" de las capacidades necesarias para que los súbditos se conviertan en ciudadanos del mundo y adquieran una conciencia global y, por tanto, la posibilidad de comparación, base ética fundamental; el incremento de mujeres en el escenario público y en los procesos de toma de decisión, y, por fin, la posibilidad de participación no presencial, a través de las modernas tecnologías de comunicación (Internet, SMS...).
Participación personal e institucional, anticipándonos para prevenir aquello que aparezca como más nocivo para la calidad de vida. La complejidad de los desafíos reclama una interacción permanente de los gobiernos, Parlamentos y concejos con la comunidad científica y académica con el fin de no aplazar decisiones, especialmente en procesos potencialmente irreversibles (biológicos, sociales, medioambientales...).
Ahora sí es posible: la "tensión humana" que produce la presente crisis -económica, medioambiental, alimenticia, energética, democrática, ética...- representa una extraordinaria oportunidad para convertir en acción la sorpresa e indignación sentida por quienes reclamaban inútilmente unos fondos razonables para erradicar el hambre o el sida, y han visto cómo se abrían los aliviaderos de inmensos depósitos para el "rescate" de las mismas instituciones que, con codicia e irresponsabilidad, nos llevaron a la presente situación.
Ahora sí es posible, por el "despertar" democrático de tantos países sometidos en el este de Europa, América Latina, África, Asia. Y tendrá que hacerlo la Unión Europea, que sigue siendo una Comunidad Económica, con mucha inercia de los instalados y la inexplicable tendencia a favorecer fuera de su ámbito políticas que no estima procedentes en casa. Pero, estoy convencido, si de verdad los países que la integran comparten valores esenciales, de que es cosa de poco tiempo.
Las raíces de esta crisis múltiple deben situarse, precisamente, en la inmensa equivocación de sustituir los "principios democráticos universales" de la justicia social, la solidaridad, la igualdad, por el mercado. El resultado ha sido la ampliación de las asimetrías económicas propiciando grandes desgarros sociales y poniendo en evidencia la insoportable levedad de la democracia, parafraseando a Kundera. Democracias sometidas, con ciudadanos perplejos pero obedientes y resignados, tanto por la fuerza del poder económico y militar como mediático. Es preocupante ver cómo, en una parte de la sociedad saciada, la pertenencia partidista es fanática, irreflexiva, indiscutible.
Ahora sí es posible el fortalecimiento democrático para el cambio radical que representa el presidente Obama en el liderazgo mundial: diálogo, colaboración, búsqueda de la paz a través de la justicia y de la igual dignidad de todos los seres humanos. "Juntos", ha proclamado, "podemos". Ahora sí es posible porque ha quedado claro que es indispensable el multilateralismo. Que no se trata de reforzar algunas de las instituciones del Sistema, sino de cambiarlas profundamente.
Ahora sí, en 10 ó 12 años es posible que tenga lugar el cambio de época tan anhelado, desde una cultura de fuerza e imposición a una cultura de diálogo, conciliación, alianza y paz. Ha llegado el momento de la gran transición desde la fuerza a la palabra.
Hasta hace bien poco se han seguido invirtiendo inmensas cantidades en armamento propio de confrontaciones convencionales. La Administración de Bush ha llevado el gasto militar hasta límites inverosímiles. Pero ahora, por fortuna, el presidente Obama ha decidido liderar el desarme ofreciendo un plan concreto para reducir arsenales, cambiar de enfoque y frenar la proliferación de ojivas nucleares. "Hemos de optar", ha dicho Obama, "entre inversiones destinadas a mantener la seguridad del pueblo americano y otras elegidas para enriquecer a una compañía fabricante o a un gran contratista".
Ahora sí es posible que, junto al fortalecimiento del sistema multilateral y la eliminación inmediata de los paraísos fiscales, puedan sustituirse parcialmente las inversiones en armamentos por inversiones en desarrollo global sostenible: energías renovables, producción de alimentos (agricultura, acuicultura y biotecnología), obtención y conducción de agua, salud, transportes, vivienda... Sólo así aumentará el número de "clientes" en todo el mundo, y se evitarán los caldos de cultivo que crean flujos migratorios de personas desesperadas y violencia.
Ahora sí es posible. Por el sentimiento íntimo de que, de una vez, debe cambiar la mano alzada por la mano tendida. Las palabras clave son involucrarse y compartir. Tengo la seguridad de que, en los momentos actuales, una gran mayoría de ciudadanos con empleo contribuirían a un Fondo Voluntario de Solidaridad Social. Lo que no podemos hacer es pensar siempre que los problemas -que hemos consentido en buena parte con nuestro silencio y abstención- sean solucionados por quienes no supieron atajar oportunamente sistemas basados en la desregulación y la especulación.
"Todos los seres humanos iguales en dignidad": ésta es la clave -tan lúcidamente establecida en la Constitución de la UNESCO y la Declaración Universal de los Derechos Humanos- para entrar en la nueva era. Todos los seres humanos capaces de crear, de imaginar, de inventar, de emprender este nuevo comienzo siendo conscientes de que disponemos de las capacidades y voluntad requeridas. Y entonces, frente a los que sigan anclados en el pasado y en sus privilegios, frente a los escépticos y pusilánimes, se iniciará el cambio que anhelamos, este otro mundo de nuestros sueños. Con serenidad, porque sabemos que podemos. Como tan bellamente lo expresó Álvaro Cunqueiro: "El ave canta aunque la rama cruja porque conoce la fuerza de sus alas".

Federico Mayor Zaragoza es presidente de la Fundación Cultura de Paz.


Fuente:Opinión - El País 27-08-09


miércoles, 15 de julio de 2009

ENTREVISTA CON JORDI BORRÀS, PSICÓLOGO


Jordi Borràs: «Soñar nos ayuda a resolver conflictos»

Afirma que los sueños son un laboratorio de ensayo que se instala en el cerebro para poder solucionar temas que no hemos podido resolver durante el día.

Foto: SERGIO LAINZ
Entrevista de GASPAR HERNÀNDEZ


–¿Para qué sirven los sueños?
–Es como si me preguntara para qué sirve pensar.

–¿Por qué?
–Porque cuando soñamos estamos pensando, aunque el cerebro funciona con una bioquímica distinta.

–¿En qué sentido?
–Es más visual, menos verbal, pero está igual de activo. En lugar de procesar el exterior, durante los sueños el cerebro procesa lo que está ocurriendo dentro de nosotros.

–¿Y qué ocurre?
–Es como un laboratorio de ensayo. Intentamos resolver conflictos y cosas que nos han pasado a lo largo del día y que aún no tenemos solucionadas. Las contemplamos desde una perspectiva emocional. También nos ocupamos de los miedos.

–...
–El cerebro, en el momento en que estamos soñando, está en una buena situación para enfrentarse a los miedos, porque funciona de una manera más poética y es más capaz de procesar metáforas. A nuestro cerebro le es muy fácil hacer asociaciones entre recuerdos y deseos, y nuestros recursos y potencialidades para encontrar soluciones.

–O sea que nuestro cerebro está preparado para resolver cuestiones con más facilidad.
–Si hay un para qué de los sueños, desde un punto de vista psicológico, es para hacer conexiones que faciliten la resolución de conflictos. Lo interesante es favorecer la toma de conciencia dentro del sueño, lo que llamamos los sueños lúcidos.

–¿Cómo podemos tener un sueño lúcido?
–En primer lugar, cuestionándonos la naturaleza de la realidad. Como dice el budismo, la realidad que nos rodea no tiene más consistencia que un sueño.

–¿Qué es más real, un sueño o la vigilia?
–Depende de lo que entendamos por real. Cuando estamos despiertos, nuestros sentidos nos dicen que esto es real; cuando estamos soñando, nos dicen lo mismo. No nos podemos fiar de nuestros sentidos.

–¿Podemos modificar un sueño mientras lo tenemos?
–Sí. Es muy interesante como vía terapéutica. No solo se trata de modificar el sueño, sino de observar y contemplar el sueño para percibir los elementos que están funcionando en él.

–Pónganos un ejemplo.
–A una clienta, jubilada, su marido la dejó por una chica más joven. Se quedó sola con su hija y con la sensación de que su vida no tenía sentido. En psicoterapia, nos encontramos con que esta mujer tenía pánico al agua. Le daban terror la piscina, el mar. Después de un entrenamiento, soñó con agua.

–¿Y qué pasó?
–Se metió en el agua del sueño. Tenía mucho miedo, pero era consciente de que no podía pasarle nada y de que, en cuanto quisiera, podía despertar. Así ha acabado solucionando su conflicto con el agua y todo lo que metafóricamente representaba.

–¿Y qué tenía que ver el agua con su marido?
–El agua suponía una barrera para hacer su propia vida. Ella de pequeña vivía en un pueblecito con un río y un puente. Le daba pánico cruzar el río, porque era salir del pueblo, explorar. Años después, en una nueva etapa en que tenía que avanzar hacia territorio desconocido, había regresado el miedo al agua. Después de una serie de sueños lúcidos fue capaz incluso de viajar en crucero, sola, sin ningún problema.

–Supongo que se encuentra con algunos escépticos.
–Tenemos muchos prejuicios respecto de las posibilidades de nuestra mente. Solo nos falta convencernos de que el sueño lúcido es posible. Cuando nos decimos a nosotros mismos que tenemos que levantarnos a tal hora, nos despertamos a esa hora. Lo mismo podemos hacer con los sueños para soñar lo que deseamos.

–¿Usted cree que los sueños premonitorios existen?
–Cuando soñamos, desaparece la temporalidad. Podemos conectar con pasado, presente y futuro. Pero muchos sueños que nos parecen premonitorios no lo son. Soñamos que muere nuestra abuela, pero inconscientemente ya sabíamos que eso era posible; quizá lo habíamos intuido.

–¿Cómo se pueden recordar los sueños?
–Teniendo el propósito de recordarlos antes de acostarnos. Cuando nos despertamos, tenemos que acostumbrarnos a apuntar en una libreta cómo nos sentimos y los detalles que recordemos, por muy mínimos que sean. El acto de escribir sobre los sueños refuerza nuestro mundo onírico. Es una manera de decirle a nuestro inconsciente: «Te estoy escuchando». Y el inconsciente acabará respondiendo.

Fuente: http://www.elperiodico.com/

lunes, 13 de julio de 2009

La crisis económica de los ricos

Para los más ricos la crisis es sólo un insignificante traspié

por Sam Pizzigati

El colapso económico mundial no afecta a las principales fortunas del mundo que siguen tan intensamente concentradas como siempre; así lo revela el primer estudio en profundidad realizado sobre grandes patrimonios desde el pasado septiembre.

Hace trece años, dos de las empresas encargadas de administrar las fortunas de los más ricos del mundo, la sede de Merryl Lynch en Nueva York y la filial parisina de Capgemini, empezaron a publicar un informe anual que enumera a los más ricos de nuestro planeta y las fortunas de que disponen al servicio de futuras inversiones.

Año tras año, nos han informado de cómo los ricos acumulaban más y más billones. En el Informe sobre la Riqueza Mundial publicado el año pasado, los "individuos con alto patrimonio neto" disponían en el 2007 de una combinación de 40,7 billones de dólares; un total que no incluye el valor de sus hogares, ni el arte que cuelgan en sus paredes o las joyas que esconden en sus cajas fuertes.

La semana pasada, las buenas noticias se acabaron. El pasado miércoles, Merrill Lynch y Capgemini, informaron al mundo que durante el 2008 la población mundial con altos patrimonios netos, personas con un mínimo de 1 millón de dólares en activos de inversión, se ha contraído en un 14,9 por ciento. La combinación de la riqueza de estos individuos se ha reducido de forma aún más acusada, cayendo un 19,5 por ciento.

A los súper ricos les fue todavía peor. El número de individuos con "súper" alto patrimonio neto, personas con un mínimo de 30 millones de dólares, se ha contraído en aproximadamente un 25 por ciento. En conjunto, los “súper ricos” han perdido casi un 24 por ciento de su riqueza financiera.

El nuevo Informe sobre la Riqueza Mundial de Merrill Lynch y Capgemini presenta estas pérdidas como una reducción “sin precedentes" y los medios de comunicación se han hecho eco de este mensaje por todo el mundo. "La crisis del crédito pasa peaje a los súper-ricos", titulaba la pasada semana un diario internacional de negocios. "La lista de ricos se encoge", rezaba otro.

Pero el nuevo Informe y los titulares no mencionan la parte más fascinante de la historia de los grandes patrimonios mundiales. Ciertamente, el colapso del sistema financiero global del año pasado afectó a las grandes fortunas. Sin embargo, a pesar de que estamos viviendo el mayor colapso económico desde 1930, los propietarios de las grandes fortunas del mundo siguen siendo increíblemente afortunados.

La caída de la riqueza de las personas con altos patrimonios netos les ha dejado con un patrimonio combinado a finales del 2008 de 32,8 billones de dólares, no muchos menos de los 33,4 billones de que disponían a finales del 2005. En otras palabras, la mayor crisis de la historia reciente les ha costado a los ricos el perder sus ganancias acumuladas a lo largo del 2006 y 2007; y nada más.

Estos ricos, especialmente los que componen la categoría de "súper" altos patrimonios netos, siguen disponiendo de un porcentaje extremadamente elevado de las riquezas del mundo.

En el mundo viven un total de 80.000 personas que el informe califica de “súper ricas”. Estos individuos, que representan aproximadamente un 0,001 por ciento de la población mundial, poseen, tras el colapso económico del 2008, el 10 por ciento del total de riqueza de nuestro planeta.

Estos ricos han optado por "reducir" algunos de sus gastos personales a lo largo del 2008. El Informe sobre la Riqueza Mundial, nos advierte que en los Estados Unidos, donde viven el 28,7 por ciento de las personas con alto patrimonio neto, las ventas en subastas de obras de arte movieron en el 2008 un total de 2.900 millones de dólares, "1.000 millones menos que en el 2007" y las ventas de Lamborghini de lujo se redujo en un 21 por ciento el año pasado.

Pero a pesar de la crisis, la cantidad de dinero en los bolsillos de los ricos sigue siendo enorme. El Informe menciona que en diciembre de 2008 un diamante histórico se vendió en Londres por 24,3 millones de dólares, "el precio más alto jamás pagado por una joya o diamante en una subasta."

Los analistas y gestores de fortunas de Merrill Lynch y Capgemini a pesar de las malas noticias, han querido aportar algo de optimismo. Nos recuerdan que cuando estalló la burbuja de las empresas de tecnología e Internet en el 2001, resultó sólo un freno temporal en la concentración de la riqueza mundial. Entre el 2002 y el 2007 la riqueza combinada de las personas con alto patrimonio neto creció a un ritmo de un 9 por ciento anual.

Los redactores del Informe sobre la Riqueza Mundial, no creen que haya ningún motivo de preocupación respecto a la posibilidad de que los líderes políticos mundiales tomen alguna decisión que no permita que ese crecimiento vuelva a repetirse. Capgemini y Merrill Lynch, consideran que “se espera que la recuperación de los altos patrimonios netos sea igualmente sólida esta vez”.

Sin embargo, en sus informes anteriores, estos analistas fallaron a la hora de anticipar el colapso financiero global. Es probable que si estuviese en camino un movimiento global para distribuir más equitativamente la riqueza del mundo, probablemente también serían los últimos en enterarse.

Sam Pizzigati dirige Too Much, publicación semanal digital sobre excesos y desigualdades.

Traducción para www.sinpermiso.info: Luca Gervasoni

domingo, 12 de julio de 2009

EL FIN DE LA ERA DEL PETROLEO














«El fin del petróleo puede dar lugar a un mundo mucho mejor y también a un mundo muchísimo peor»










Entrevista completa a Ramón Fernández Durán. Ingeniero


¿Qué es el pico del petróleo?

Es el momento a partir del cual ya no será posible poner más crudo adicional en el
mercado, por mucho que se hagan nuevas y costosas prospecciones y extracciones, pues habremos consumido ya, grosso modo,la mitad de las reservas globales de petróleo. Eso es lo que sería el peca oil (o pico del petróleo), definido por el geólogo Hubbert en los años 50 del pasado siglo, aplicado a escala planetaria.

Distintos analistas (Campbell, Heinberg, Duncan, Brown, etc.) y sitios de internet dedicados a estudiar y alertar sobre esta grave cuestión ya venían anunciando su inminencia en los últimos años, situando muchos de ellos el pico o cenit antes del 2010, o en torno a esa fecha, mientras que los organismos oficiales de los principales Estados lo desmentían, y en todo caso lo retrasaban, hasta hace poco, bastante más allá en el tiempo (no antes del 2030). Pero, en realidad, los máximos hallazgos de reservas se habían dado en los años 60 del siglo XX, y desde entonces los descubrimientos han ido cayendo en picado, especialmente en lo que atañe al tamaño de las reservas encontradas. Así, en la actualidad, de cada cinco barriles de crudo que consumimos cuatro corresponden a antiguos yacimientos y tan solo uno a los recientemente localizados. Estamos, pues, agotando poco a poco la “despensa” global del crudo. Y, últimamente, hasta la propia Agencia Internacional de la Energía (IEA, 2007) ha reconocido que, al ritmo actual de crecimiento de la demanda de petróleo en el mundo, en el 2012 —o quizás antes— esa demanda ya no podrá ser satisfecha.

En definitiva, nos encontraríamos en la situación de haber agotado, pues, la primera mitad del petróleo convencional, la de mayor calidad, la más accesible y barata, y nos quedaría por consumir la segunda, la de peor calidad y de mayor coste económico, tecnológico y energético, así como social y ambiental. El primer billón de barriles de crudo se ha tardado en consumir unos 130 años, pero la segunda mitad del petróleo que nos ha legado la Madre Naturaleza quizá podríamos devorarla en unos 30 años, si continúa el ritmo actual de crecimiento del consumo.

¿Para cuando cree usted que eso sucederá?

Aunque el pico del petróleo convencional se haya alcanzado en el 2005, y eso ya lo reconoce hasta la propia Agencia Internacional de la Energía, por ahora el pico del conjunto del petróleo, el convencional y el no convencional, todavía no se ha alcanzado y seguramente empiece su declive energético alrededor de 2010-2011, dependiendo también de cómo evolucione la crisis financiera y económica internacional.

Existen, pues, dos tensiones distintas respecto al declive del petróleo: una tensión que lo aleja y otra que lo acerca. Una brusca contracción de la economía mundial, que es lo que está ocurriendo en este momento, hace que haya una menor demanda momentánea de petróleo y una pequeña sobrecapacidad de la oferta. Así se retrasaría en alguna medida el pico del petróleo. Pero, al mismo tiempo, como se retrasaría también la ausencia de inversión fuerte en nuevas prospecciones, debido a la crisis económica y financiera, eso puede provocar el efecto contrario: acercar el pico.

¿Qué tipo de repercusiones puede tener para la humanidad ese pico del petróleo?

Es la primera vez, sobre todo en los últimos 250 años, en que vamos a tener que enfrentar un declive del flujo energético, cuando hay una altísima dependencia de los combustibles fósiles y, en concreto, del petróleo. Eso va a tener un impacto muy fuerte, porque el actual modelo productivo, urbano, metropolitano, motorizado a escala planetaria es altamente dependiente de los derivados del petróleo, sobre todo en tres ámbitos específicos: uno sería la movilidad motorizada a nivel mundial; el 95% del transporte por carretera, aéreo, marítimo, etc. depende del petróleo, y el consumo supone más de la mitad de la demanda mundial. Nos encontramos ante un talón de Aquiles de la economía mundial, pues sin este eslabón, que es su sistema circulatorio, no puede funcionar.

El segundo sería la agricultura industrializada, que es la que permite en gran medida alimentar a una población mundial de 6.600 millones de personas, más de la mitad de las cuales habita en áreas metropolitanas. Esa agricultura tiene una muy elevada dependencia de los combustibles fósiles; por ejemplo, para mover las cosechadoras, las bombas de agua que van a irrigar los campos de las explotaciones agrícolas, para llevar esos alimentos al mercado, para hacer posible la refrigeración de los contenedores o en los barcos en que se transportan, etc. Es una agricultura, también, dependiente de fertilizantes químicos y sintéticos, de pesticidas y plaguicidas, la mayoría de los cuales se obtienen de derivados del petróleo. Es, pues, otro de los talones de Aquiles del actual modelo.

Y el tercer ámbito sería toda la petroquímica, que necesita el petróleo para gran parte de los productos químicos que utiliza la actividad económica industrializada, sin olvidar la mayoría de los plásticos y materiales sintéticos, imprescindibles también en la actual economía globalizada, y una de las causas principales de la explosión de residuos.

No todo el mundo cree que la producción mundial alcanzará pronto su cenit y se habla del enorme potencial de los petróleos no convencionales, como las arenas bituminosas de Canadá o el petróleo extrapesado venezolano; o de que Oriente Medio todavía puede aumentar su producción, o de la explotación de yacimientos ultra profundos, de perforar las reservas naturales del Ártico o del aumento de la tasa de recuperación de los yacimientos en virtud de mejoras tecnológicas...

Pero de lo que no hablan esos autores es de que esta huida hacia adelante tiene altos (y, en ocasiones, altísimos) costes económicos, sociales, ambientales y políticos. Costes económicos porque, para seguir garantizando la extracción y procesamiento del crudo convencional restante, y especialmente del no convencional, son precisas unas tecnologías cada vez más complejas y, por consiguiente, unas inversiones cada día más elevadas, sencillamente descomunales, con un elevado riesgo en cuanto a los futuros beneficios que de ellas puedan derivarse. Lo mismo cabe decir de la tecnología y las inversiones necesarias para el desarrollo de los agrocarburantes, sobre todo de los llamados de “segunda generación” (a partir de materiales celulósicos), cuya obtención y viabilidad económica está todavía por comprobar. Costes sociales porque la búsqueda de crudo en las áreas más remotas del planeta está incidiendo abiertamente en comunidades indígenas y campesinas, alterando sus formas de vida y amenazando su futuro. Y lo mismo podemos decir respecto de la promoción de los agrocarburantes, cuyo desarrollo está poniendo igualmente en cuestión la existencia de comunidades campesinas e indígenas, al ampliar la frontera agraria y fomentar aún más los monocultivos, sobre todo en los espacios del Sur.

Todo lo cual va a incrementar los costes ambientales (y también sus consiguientes implicaciones sociales), porque la extracción del crudo convencional restante, y sobre todo del no convencional, va a tener un creciente impacto ecológico, y va a agravar igualmente el cambio climático en marcha. Lo mismo cabría afirmar respecto a la expansión de los agrocarburantes, que se intentan vender a la opinión pública como la panacea contra el cambio climático (en el caso de la UE, por parte de la Comisión), cuando más bien pueden llegar a agravarlo, sobre todo si se tienen que importar del Sur y transportarlos miles de kilómetros hasta llegar al Norte (según ha reconocido recientemente la propia Agencia de Medio Ambiente de la Unión); no en vano, además, la agroindustria opera a partir del petróleo, y su progresión promueve la deforestación y roturación, eliminando sumideros muy importantes de carbono y destruyendo biodiversidad.

Igualmente, su promoción incrementará la demanda de agua en muchas regiones que ya tienen problemas de acceso al líquido elemento (ahondando en una nueva guerra, ya en marcha, por los recursos escasos) y agravará los impactos ambientales del agrobusiness (degradación de suelos y recursos hídricos, entre otros, que se verán recrudecidos también por la expansión de los cultivos transgénicos). Además, los agrocarburantes está siendo una de las principales causas de la agudización de la crisis alimentaria mundial, y lo será aún más en el futuro. Los precios de los alimentos se están disparando (también a causa del fuerte incremento del precio del petróleo), y empieza a haber serios problemas de abastecimiento en algunos países. Como ha comentado Isabel Bermejo, «el coche se ha comido ya la ciudad, y ahora empieza a comerse el campo».

Finalmente, los costes políticos vendrían derivados de la suma de todos ellos,
siendo previsibles crecientes tensiones geopolíticas y militares (ya han empezado también en torno al Ártico, de cara al reparto del crudo de su subsuelo), así como conflictos sociopolíticos intraestatales de toda índole; pero también, como mencionábamos, se desarrollan cada día mayores resistencias a toda esta locura, proliferando además las revueltas motivadas por el hambre en las metrópolis del Sur, lo que está generando ya un verdadero clamor mundial contra la producción masiva de agrocarburantes.

Los escenarios de consumo energético mundial que nos pintan los distintos organismos internacionales para garantizar el crecimiento “sin fin” son de todo punto inviables, aparte de que alcanzarlos implicaría agudizar los conflictos, desequilibrios e impactos existentes hasta límites difíciles de imaginar, como resultado de la explotación a toda costa de los combustibles fósiles remanentes.

¿Han empezado a cambiar ya las políticas globales con relación a la extracción del crudo?

Todavía no hay un debate público abierto al respecto, pues la reducción del flujo energético mundial aún no se ha producido. Además, quiero añadir que diversos analistas advierten de que, en la próxima década, un pico va a arrastrar a los otros dos, produciéndose la combinación de tres picos en uno, pues poco después del pico del petróleo vendrá el del gas (en la próxima década), y algo más tarde el del carbón (a partir del 2030, posiblemente); así como, posteriormente, el del uranio y el del cobre.

En efecto, el gas natural también es un combustible fósil limitado, y eso implica que también habrá un momento de máxima capacidad de extracción. El problema es que ese pico también se está acercando, y que la suma de los picos de gas natural y de petróleo va a coincidir, porque si uno disminuye cada vez más rápidamente, será sustituido en algunas de las actividades por el otro. Y, después, el pico del carbón se verá afectado también por el pico de los otros dos, puesto que éste afectará a su forma de extracción y porque hay determinado tipo de carbón que se sitúa en una determinada profundidad de la corteza terrestre y su explotación no sería ya ni energética ni económicamente rentable, ya que costaría más extraerlo que lo que se va a obtener de él.

El conjunto de los tres fósiles —carbón, petróleo y gas natural— se va a dar a partir del 2010-2020. Con lo cual se iniciaría un declive del flujo energético bastante brusco a nivel mundial a partir del 2015. Eso tiene una enorme trascendencia porque estos tres combustibles fósiles son claves para la generación de energía a todos los niveles y para mover la megamáquina global. Todo esto va a afectar al conjunto de la estructura productiva, tecnológica, territorial e industrial planetaria y no es presumible ningún tipo de elixir mágico que permita solventar, con la urgencia que demanda, el hecho de que el 85% de las necesidades energéticas mundiales se satisfagan con los tres tipos de combustibles fósiles. Además, el declive que al principio es suave porque estamos en una especie de meseta, dentro de poco empezará a ser un declive brusco, lo que estamos viendo por ejemplo en alguno de los yacimientos en los que se ha traspasado el pico, como por ejemplo en el Mar del Norte, donde la extracción de petróleo o de gas natural está cayendo a un ritmo del 7-8% anual acumulativo, y eso es una reducción muy brusca que afectará de lleno al crecimiento económico.

¿Son conscientes las políticas globales de esta situación? ¿Se están haciendo los cambios necesarios?

Bueno, por un lado a mí me gustaría resaltar el hecho de que se están impulsando en una medida considerable las energías renovables, sobre todo en muchos países europeos como España o Alemania. Pero hay que decir que las energías renovables que se están explotando de una manera centralizada, con la lógica del actual modelo económico, tan sólo pueden cubrir una pequeña parte de la demanda energética de este modelo productivo, territorial, urbano, metropolitano, motorizado, etc. La energía eólica, por ejemplo, sirve para generar energía eléctrica, pero no para mover coches, aviones, camiones, barcos, etc. Puede cubrir una parte considerable, pero residual, de la demanda energética del actual modelo productivo y territorial. El modelo actual necesita energías que, para ser funcionales, deben cumplir una triple condición: que la energía sea masiva, concentrada y barata, y eso sólo lo cumplen los combustibles fósiles. Por eso las energías renovables demandan un sistema productivo menos centralizado, menos dependiente del transporte, menos globalizado y con una estructura territorial a su escala, con una dispersión de la población en el territorio, como era el modelo territorial hace doscientos años, que concentraba en las ciudades a solamente un 35% de la población.

¿Qué piensa de la afirmación de que con la energía nuclear resolveremos el problema?
La energía nuclear en la actualidad sólo garantiza el 7% de las necesidades energéticas mundiales; un porcentaje, pues, muy reducido. Además, la energía nuclear sólo sirve para generar energía eléctrica, que se utiliza en muchos ámbitos de la producción, pero que no es de utilidad en muchos otros, que precisan otro tipo de energías primarias, en concreto fósiles. Los coches, los aviones, los barcos del mundo se mueven con petróleo y ése es un sector clave.
Por otro lado, hay en el mundo unas 450 centrales nucleares, muchas de las cuales tienen entre 30 y 40 años de antigüedad, y están agotando ya su vida útil; al ritmo de utilización actual, servirían para unos 40 o 50 años más, con un uranio de buena calidad, de mayor concentración. Pero si se construyeran más centrales nucleares, indudablemente el uranio de calidad se reduciría, aparte de que ese material está en algunas zonas del mundo altamente inestables, lo que crearía, como el petróleo, un problema de carácter político.

Pero el problema principal es que desde 1986, desde Chernóbil, en los países del centro no se ha construido prácticamente ninguna central nuclear. La razón de que se haya frenado el plan de construcción no es otro que el alto coste de la energía nuclear. Sólo ha sido “rentable”, entre comillas, por el enorme apoyo de capital privado; de lo contrario, no se habrían impulsado las inversiones, que son enormemente costosas, aparte de que la construcción de una central nuclear lleva más de diez años. Eso sin considerar otros problemas medioambientales y sociales.

En los últimos 20 o 25 años el único lugar en el mundo donde se han construido nucleares ha sido en países de economías emergentes o en algún lugar del Sur: China, India, Pakistán, y, en menor medida, Argentina o Brasil. Siempre con el objetivo adicional, aparte de generar energía eléctrica, de hacerse con la bomba nuclear.

¿Y el hidrógeno?

El hidrógeno no es una fuente de energía, sino que es una forma de acumular energía, que es una cosa muy distinta. Hay mucho hidrógeno en el planeta, es un componente del agua, pero hace falta separar el H2 del O, y para eso hace falta la electrolisis y para ésta se precisa energía eléctrica. No es una solución masiva, sino una solución puntual para determinados ámbitos del mercado.

Y podemos decir lo mismo de la energía de fusión, el gran elixir mágico para determinados sectores, pero que no se está planteando como una alternativa viable, porque las necesidades que requiere el reactor que intenta generar esa forma de energía en el sur de Francia, proceso en el que están implicadas las principales potencias mundiales, exige unas inversiones gigantescas y se piensa que, caso de poder alcanzar la producción y comercialización de ese tipo de energía, con todos los problemas tecnológicos que implica, no sería antes de 2070. Siendo optimistas, se podría decir que no es una alternativa para los próximos 60 años, que es el período en el que vamos a asistir al colapso energético de los fósiles. Las renovables, el hidrógeno y la fusión no serían alternativas factibles, viables y funcionales para la crisis de los combustibles.

Entonces, si no hay sustitución, ¿qué es lo que hay que sustituir?

Deberíamos caminar hacia un mundo mucho menos industrializado y urbanizado que el actual, sobre todo menos metropolitanizado. Un mundo menos basado en el transporte motorizado y mucho menos globalizado. Es decir, que deberíamos caminar hacia un mundo más relocalizado, basado en economías locales y regionales, y sobre todo intentando revitalizar los mundos rurales e indígenas. Ese proceso de paulatina desurbanización del planeta y reforzamiento de las áreas rurales, es algo muy complejo que no se puede llevar a cabo de la noche a la mañana, sino que es un proceso lento de reorientación. Pero las medidas habría que irlas adoptando ya; en realidad, habría que haberlas adoptado hace mucho tiempo, sobre todo después de la anterior crisis energética, porque cuanto más tiempo pase, más difícil será cambiar el rumbo.

También es verdad que las distintas sociedades del mundo están en condiciones distintas para afrontar esa crisis energética. Las partes del mundo que mejor soporten un colapso de este tipo serán, quizá, los mundos campesinos indígenas, que son los menos modernizados, los menos urbanizados, los menos dependientes del dinero y de los recursos fósiles y los menos globalizados. Aunque hoy parezcan los menos aventajados, ante una situación de crisis de este mundo urbanizado, serán probablemente los que mejor la superen.

¿Cuáles son los escenarios que se abren ante este declive?

El fin del petróleo puede dar lugar a un mundo mucho mejor y también a un mundo muchísimo peor. Pueden abrirse caminos muy diversos. Puede dar lugar a un escenario de ciencia ficción, tipo Mad Max, de guerra abierta por los recursos, de refeudalización de las relaciones sociales, de fuerte militarización. Al menos durante unas décadas, será una época de fuerte colapso del modelo global. Pero también esta crisis profunda puede abrir ventanas de oportunidad para transformaciones sociales y políticas considerables.

Yo pienso que se van a dar los dos escenarios. Es decir que vamos a tener que afrontar el colapso del modelo actual, que no ocurrirá de la noche a la mañana y que durará décadas, como ocurrió con otras civilizaciones que sucumbieron por distintos acontecimientos como crisis ecológica, falta de recursos, etc. Creo que aquí también va a ser determinante la crisis ecológica, no sólo la crisis de combustibles fósiles, sino la crisis de los minerales, la del agua, a la que se suma también la crisis ambiental y del cambio climático; es decir, una crisis multidimensional. Es inevitable el paso a unas estructuras sociales y productivas con un nivel de complejidad e interrelación inferior al actual a escala global. Además, las actuales estructuras de poder, estatales y empresariales (en especial, las grandes empresas transnacionales), serán incapaces de mantenerse en pie, pues su desarrollo se basa en un imponente consumo energético.

El colapso llegará poco a poco, creando tensiones políticas muy fuertes, porque la mayoría de los combustibles fósiles mundiales están concentrados entre Oriente Medio y Asia central. La pelea por esos recursos implicaría una crisis muy profunda del actual capitalismo global, que no sobreviviría a esas tensiones. Por eso, los grandes sectores económicos y financieros intentan evitar esa situación para que sea una transición lo más consensuada posible, de ahí la existencia del G-20; pero otra cosa es que se pueda sobrevivir a esas dinámicas de tensión que se van a originar por el declive energético.

Por otro lado, el pico del petróleo y el inicio del fin de la era de los combustibles fósiles pueden significar también la sacudida obligada de las conciencias, que es precisa para iniciar transformaciones en profundidad desde abajo. Se producirá también la aparición de procesos de transformación paulatina social, política, etc., desde abajo. De hecho, creo que eso ya está sucediendo.

Es muy difícil precisar cómo se desarrollarán esos procesos y dependerá también de las decisiones políticas y ciudadanas que se adopten. Es decir, el futuro no está escrito en absoluto, y depende de las medidas que se vayan adoptando. Pero quizás una alerta es el hecho de que a las estructuras políticas actuales, que podrían contribuir a la transición ordenada o consensuada, se les ha ido vaciando de poder ciudadano, han sido progresivamente corporavitizadas, están en manos de las empresas transnacionales y el capital financiero, y harán todo lo posible por defender sus intereses. Hay una tensión entre la necesidad de una transición justa y sustentable y la necesidad de mantener la lógica del actual modelo que no es en absoluto justa y sustentable. En general, las actuales estructuras del poder político son proclives a estos intereses.

¿Hay algún aspecto positivo de este decrecimiento energético?

La adaptación a ese decrecimiento, es decir, a ese nuevo escenario energético declinante, puede ser una oportunidad de oro para caminar hacia otros mundos posibles, si la hacemos de forma equitativa y consensuada, intentando solventar de forma pacífica los conflictos que sin lugar a dudas se producirán (que ya están aquí). El decrecimiento y la transición postfosilista es también la mejor forma de luchar contra el cambio climático en marcha y reducir bruscamente, de verdad, las emisiones de CO2. El mejor sitio donde puede estar el petróleo remanente, las “migajas” de oro negro por las que quieren que nos peleemos, es en el subsuelo. Ése es el verdadero secuestro de carbono, empezar a dejar el crudo bajo la tierra. Aparte de, por supuesto, no abordar la explotación del crudo no convencional, frenar la expansión sin control de los agrocarburantes, reducir el consumo de gas natural y carbón, al tiempo que vamos abordando la transición hacia modelos de sociedad basados en el único flujo
energético estable: la energía solar y todas sus energías derivadas (eólica, hidráulica, biomasa, maremotriz), con carácter descentralizado, en pequeña escala, con control popular y sostenible. Las transiciones de matriz energética llevan mucho tiempo, dos décadas como mínimo, y no son en absoluto sencillas. Pero pasar de una sociedad fosilista a otra postfosilista llevará muy probablemente mucho más tiempo. Ha tardado dos siglos en crearse este monstruo urbano-agro-industrial planetario, y llevará probablemente más de un siglo transformarlo y desmontarlo. Los futuros mundos posibles (o más bien necesarios) serán sin duda (a largo plazo) mucho menos urbanizados, bastante menos globalizados e interdependientes, mucho más localizados, autónomos y descentralizados, sustancialmente menos industrializados, seguramente menos poblados, y con una diversidad y pluralidad de mundos rurales vivos. Como dice Heinberg (2006), habrá que pasar «de lo más grande, rápido y centralizado, a lo más pequeño, más lento y más localizado; de la competencia a la cooperación; y del crecimiento ilimitado a la autolimitación», lo que nos debería permitir caminar hacia sociedades más equitativas y en paz consigo mismas y con el planeta.

Entrevista realizada por Beatriz Calvo Villoria
Fuente: www.agendavida.com