Comenzada a construir en territorio de Cisjordania en 2002, el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó en 2004 que el Gobierno hebreo debía derribar una barrera que ya tiene 413 kilómetros de longitud
Por JUAN MIGUEL MUÑOZ
Comenzó a construirse en 2002 y dos años más tarde, hace hoy un lustro exactamente, el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó la manifiesta ilegalidad del muro de hormigón y alambradas que Israel alza en su gran mayoría en el territorio ocupado de Cisjordania: el 85% de su trazado discurre por suelo palestino, apropiándose del 9,5% del territorio. Se erige a ritmo cansino, producto de la escasez de fondos y de los recursos interpuestos ante el Tribunal Supremo, cuyas sentencias, no obstante, se ignoran con frecuencia. No ha habido apenas presión política ni diplomática para frenar una obra que provoca un impacto demoledor en la vida cotidiana de decenas de miles de palestinos, y que conmociona a cualquiera que lo ve y lo toca. El muro ha arruinado miles de negocios e impide el acceso normal a hospitales, escuelas, universidades, fábricas y cultivos.
Alegaron las autoridades israelíes que la seguridad e impedir ataques terroristas fue el único motivo para construir esta barrera que recorrerá 709 kilómetros -413 kilómetros ya están en pie- cuando haya sido concluido. Hoy pocos expertos creen que ese fuera ni el único ni el principal argumento. Los tres grandes bloques de colonias -Ariel y Maale Adumim son auténticas ciudades. Gush Etzión es un conglomerado de asentamientos en el que residen más de 50.000 personas? serán anexionadas a territorio israelí según el trazado del muro rediseñado cuatro veces por los Gobiernos hebreos, lo que evidencia que la enorme barrera y las alambradas pretenden también dibujar la frontera que Israel desea imponer a base de hechos consumados.
Al muro de nueve metros de altura alrededor de ciudades como Belén, Tulkarem o Kalkilia y a la barrera metálica se suman los 600 obstáculos a la libre circulación que salpican Cisjordania, una región ligeramente más extensa que La Rioja. Las dificultades para acudir a hospitales, colegios y universidades separados de los pueblos o ciudades donde viven sus pacientes o estudiantes son un tormento. A los campos de cultivo enclavados entre el muro y la frontera con Israel sólo se puede acudir si se cuenta con un permiso concedido por las autoridades israelíes y que hay que renovar semestralmente. Es una empresa penosa y humillante para 35.000 personas que viven en los 34 pueblos situados en esa franja y para el cuarto de millón de vecinos de Jerusalén Este.
En el norte de este territorio, el 80% de los campesinos no cuentan con ese permiso. Sharif Omar, agricultor de Yayus, pueblo próximo a Kalkilia, relataba a la ONG Oxfam: "Hace dos años tuve que esperar siete meses antes de poder acceder a mi tierra". Y continuaba con una paradoja. "Mi hijo mayor, Azam, es un hombre de negocios que puede viajar a Tel Aviv, Netania o Haifa, pero al que no se permite venir conmigo a nuestra tierra en Yayus". Como afirma Muafak Amer, otro ciudadano afectado por el serpenteante muro en las cercanías de Jerusalén: "Se trata de hacer nuestra vida lo más difícil posible para que nos vayamos".
El Ejecutivo israelí anunció en su momento que construiría 70 puertas en el muro para que los agricultores pudieran llegar a trabajar sus tierras. A día de hoy, según informa Oxfam, 28 están cerradas y 20 abren temporalmente. Sólo 22 permanecen abiertas diariamente. Más asfixiante se augura el panorama para ocho comunidades ubicadas en dos enclaves: Bir Nabala, al norte de Jerusalén; y Az Zawiya, al sur de Kalkilia. Sus 26.000 residentes serán rodeados por el muro por los cuatro costados. Sólo podrán salir mediante túneles o una conexión por carretera con el resto de Cisjordania, aseguran funcionarios de Naciones Unidas que acaban de presentar un informe sobre los efectos de la barrera en la población palestina. Nada queda exento de sufrir las consecuencias.
El muro y los vallados determinan el acceso a gran parte de los recursos hídricos de Cisjordania, casi siempre a favor de las colonias judías. La vergonzosa pared atraviesa 171 pueblos o ciudades de Cisjordania; ha desplazado a 28.000 personas; ha supuesto la confiscación de 5.000 hectáreas, y el aislamiento de otras 27.000. La casuística de las maneras en que se ve afectada la vida de decenas de miles de palestinos es infinita, y seguramente se ampliará. Porque lo que parece harto improbable es que se cumpla el fallo del Tribunal Internacional de Justicia dictado en julio de 2004: "La construcción del muro viola las obligaciones de Israel a tenor de la ley internacional... Israel tiene la obligación de detener su construcción y derribar las partes ya levantadas en los territorios ocupados...".
Fuente: www.elpais.com
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