por Mike Whitney (*)
22/02/09
La Europa del Este está a punto de estallar. Si lo hiciera, se llevaría por delante a buena parte de la UE. Es una situación de emergencia, pero no tiene fácil remedio. El FMI no tiene recursos bastantes para un rescate de esas dimensiones, y la recesión se propaga harto más rápidamente de lo que logran organizarse los esfuerzos de rescate. Los ministros de finanzas y los jefes de los bancos centrales van de aquí para alá, tratando de extinguir un fuego tras otro. Sólo es cuestión de tiempo el que se vean completamente rebasados por los acontecimientos. Si se consiente la quiebra de un país, el efecto dominó podría terminar tumbando a la región entera y dar pie a espectaculares alteraciones del paisaje político. El auge del fascismo ya no es descartable.
El responsable de la sección de economía del diario británico The Telegraph, Edmund Conway, lo resume así:
“Una ‘segunda oleada’ de países caerán víctimas de la crisis económica y están ya abocados a un rescate por parte del FMI, según advirtió el presidente de esta institución en la pasada cumbre romana del G-7 (…) Pero, habida cuenta de que las economías de algunos países son enanas en relación con las dimensiones cobradas por su sector bancario y por sus obligaciones financieras, se teme que podrían desplomarse, víctimas de las crisis de balanza de pagos y monetaria, como le pasó a Islandia antes de recibir el auxilio de emergencia del FMI.”
El capital extranjero huye a velocidades alarmantes; cerca de dos tercios se han ido ya en cosa de meses. La deflación se ceba en los precios de los activos, bajándolos, lo que incrementa el desempleo y agrava la carga deudora de las instituciones financieras. Ocurre por doquiera. Las economías se han vaciado, el capital, evaporado. Ucrania bordea la bancarrota. Polonia, Letonia, Lituania y Hungría han ido deslizándose, grado a grado, hasta el sumidero de la depresión. Los países que siguieron a pies juntillas la dieta económica prescrita por Washington son los que más han sufrido. Apostaron a una prosperidad fundada en un crecimiento estimulado por la deuda y las exportaciones. El sueño ha quedado estrozado. No han desarrollado sus mercados de consumo interno, y la demanda es débil. El capital es escaso, y las empresas se ven forzadas a desapalancarse para evitar la quiebra deudora. Toda la Europa del Este emite de consuno un grito de socorro. Necesitan un salvavidas del FMI; de lo contrario, sus economías se van al garete.
El periodista económico del Telegraph, Ambrose Evans-Pritchard, ha escrito una serie de artículos sobre la Europa del Este. En uno de ellos –“El fracaso en el rescate de la Europa del Este llevará a un desplome mundial”—, dice lo que sigue:
“El ministro de finanzas austriaco, Josef Pröll, hizo esfuerzos titánicos la semana pasada lograr un rescate de 150 mil millones de euros para el bloque ex-soviético. Y lo consiguió. Sus bancos prestaron 230 mil millones de euros a la región, el 70% del PIB austriaco.”
“Una tasa de morosidad del 10% significaría el colapso del sector financiero austriaco”, informaba el diario vienés Der Standard. Desgraciadamente, eso es lo que parece que va a ocurrir.
El Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD) dice que las deudas malas pasarán del 10% y aun podrían llegar al 20%.
Stephen Jen, jefe de la división de divisas de Morgan Stanley, dijo que la Europa del Este tomó prestados del resto del mundo 1,7 billones de dólares, el grueso de ellos en vencimientos a corto plazo. Tiene que devolver –o aplazar su vencimiento— 400 mil millones de dólares este año, lo que equivale a un tercio del PBI de la región. ¡Buena suerte! La ventana crediticia se cerró de golpe.
Casi todas las deudas del bloque del Este europeo tienen como acreedora a la Europa occidental, sobre todo a bancos austriacos, suecos, griegos, italianos y belgas. Además, los europeos cargan un asombroso 74% de la cartera de 4,9 billones de dólares de préstamos a los mercados emergentes. Están cinco veces más expuestos a estos últimos que los bancos norteamericanos o japoneses, y están un 50% más apalancados (según datos del FMI). [Ambrose Evand Pritchard, The Telegraph.]
Una crisis económica que está degenerando a toda velocidad en una crisis política. Ya han estallado revueltas y desórdenes en capitales de toda la Europa del Este. Haría bien el señor Geithner en prestar atención a eso. Crecen las perspectivas de subversión política. El malestar público podría bajar a las calles en cualquier momento. Los gobiernos deberían actuar rápida y resueltamente. Esos gobiernos necesitan divisas fuertes y garantías de sostén. Si no reciben ayuda, la hasta ahora contenida furia pública estallará en algo más letal.
Dice Ambrose Evans-Pritchard:
"Los bancos globales han registrado hasta ahora 2,2 billones de dólares de pérdidas, en estimaciones del FMI. Encima, los bancos de la UE están expuestos a la Europa del Este por un monto de 1,6 billones de dólares, lo que se ve cada vez más como la debacle subprime propiamente europea, y la deuda empresarial de la UE significa el 95% del PIB (sólo es del 50% en EEUU), una fuente de preocupaciones crecientes a medida que suben las tasas de morosidad.
“Es esencial que el apoyo público a través de un alivio de activos no se dé a una escala tal, que genere inquietudes de sobreendeudamiento o de problemas financieros. Lo que resulta particularmente importante en el actual contexto de crecientes déficit presupuestarios, aumentos de los niveles de la deuda pública y desafíos derivados de la emisión de obligaciones por fondos soberanos. “ (The Telegraph.)
Lo mismo ocurre, doquiera los bancos fusionaron sus ramas comercial y de inversión. La deuda se ha disparado hasta niveles insostenibles, desestabilizando al conjunto de la economía. Los bancos han estado operando como fondos hedge, ocultando sus actividades en contabilidades fuera de balance y maximizando su apalancamiento a través de instrumentos de deuda opacos. Ahora, la economía global se halla atrapada en el despeñadero de una burbuja especulativa colapsada. La Europa del Este ha sido duramente golpeada, pero no es sino el primero de los condenados a caer. Toda Europa ha sido infectada por el mismo virus originado en los EEUU. El New York Times del pasado lunes resumía de esta guisa la evolución de los acontecimientos en la Unión Europea:
“En los últimos meses del pasado año, Europa cayó más profundamente en recesión que los EEUU, de acuerdo con los datos publicados el viernes (…) La economía de los 16 países que comparten la moneda del euro cayó un 1,5% en el cuarto trimestre (lo que significa un desplome anual del 6%), de acuerdo con la oficina estadística de la UE. Eso es peor todavía que la caía del 1% en la economía de los EEUU en ese mismo período, comparado con el trimestre anterior. Los datos de hoy destruyen cualquier ilusión de que a la zona euro le vaya ligeramente mejor en este declive global”, dijo Jörg Radeke, un economista del londinense Center for Economics and Business Research. ["Europe Slump Deeper than Expected" ,New York Times.]
Los “liquidacionistas” querrían que los gobiernos se abstuvieran de inyectar fondos a las instituciones financieras y abandonar a éstas a su suerte. Es una locura darwiniana, equivalente a aguardar en la cocina de la casa la llegada de un infarto de miocardio en vez de correr al hospital para un tratamiento de urgencia. La economía global se está desacelerando al ritmo más rápido jamás registrado. Se ha evaporado ya el 40% de la riqueza global. El sistema bancario es insolvente, el desempleo se dispara, los ingresos fiscales caen, los mercados están en estado de shock, la vivienda se desploma, los déficits se disparan también y el índice de la confianza de los consumidores está en el punto más bajo de la historia. No es tiempo de ideologías a medio cocinar. La economía global está experimentando una masiva contracción sistémica que podría terminar fuera de todo control y hundirnos en otra guerra mundial. Es necesario que los dirigentes políticos entiendan la urgencia del momento y eviten la derrapada y consiguiente caída en la zanja.
(*) Mike Whitney es un analista político independiente que vive en el estado de Washington y colabora regularmente con la revista norteamericana CounterPunch.
Traducción para www.sinpermiso.info: Mínima Estrella
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